Sequía ♦JinMin♦

♦01♦

La situación del mundo entero era un desastre con el pasar de los años. En el actual año 2050, la mayoría del planeta estaba siendo consumido por la sequía. La gente había recurrido a rutinas de hace siglos, entre ellas, ser nómades; desplazándose de un lugar a otro para poder sobrevivir y buscar recursos naturales. Los nómades eran una comunidad grande que se separaba en tres destacados clanes: El Alfa, el Beta y el Omega.

El Alfa se destacaba por ser el más predominante, teniendo poder sobre los otros dos clanes; en él se hallaban los nómades más fuertes, los cuales parecían haber nacido para liderar a casi todo un pueblo, siendo así completamente independientes. El clan Beta es un nivel intermedio, no son buenos ni son malos, simplemente están ahí existiendo; no les era necesario depender de alguien entre ellos. Y por último estaba el clan Omega, el cual era considerado el más débil de los tres clanes e innecesario, ya que en ellos los nómades eran demasiado dependientes de los demás y no sabían con exactitud cómo subsistir por sí solos.

En Corea del Sur, más allá de toda la sequía, se encontraba una hermosa ciudad: Olimpia. Contaba con tecnología avanzada y los sectores verdes se podían mantener gracias a que estaba encerrada por un gran semi círculo de cristal, el cual se encargaba de filtrar moléculas de dióxido de carbono, pasando lo justo y necesario por día para que los árboles y plantas pudieran hacer fotosíntesis. En casos extremos, aquel cristal podía romper moléculas de dióxido de carbono y volverlas oxígeno. Sus grandes edificios, transportes como el Bulnez —un auto avanzado y lujoso, capaz de transformar sus ruedas en hélices para poder volar— y el Diltex —tren avanzado, teniendo un recorrido de toda la ciudad—, constar con lagos de aguas cristalinas. Todas esas características hacían que Olimpia fuera la ciudad de ensueño para todos.

Park Ji Min, miembro del clan Beta y con veintiún años, soñaba con vivir en aquella ciudad. Sus cabellos rubios ondeaban por el aire tibio que pasaba por aquella tarde. El clan Alfa había dado la orden de instalarse en aquel lugar lleno de rocas, las cuales tenían grietas a causa del calor. Cada clan constaba con una habilidad en especial y la de ellos era la observación. El rubio se sentó en el suelo, apoyando su espalda en una gran roca agrietada mientras que miraba en potente sol en el horizonte. Vestía sólo una remera blanca, un short hasta las rodillas mezclilla y unas zapatillas. Dio suspiros, buscando en la mochila que cargaba su cantimplora para tomar un poco de agua, pero al notar que estaba vacía rodó sus ojos, volviendo a dejarla en la mochila.

—T-Ten... —le habló una voz bastante conocida.

Al voltearse y ver de quién se trataba, sonrió levemente. Jeon Jung Kook, un integrante del clan Omega, le estaba ofreciendo agua de su cantimplora. Conocía al muchacho desde que una vez lo vio tratando de explorar una cueva inútilmente, por lo que tuvo que ayudarlo para que no tuviera problemas con los Alfa. Desde ahí que el chiquillo de tan sólo veinte años y cabellos castaños ha tratado de agradecerle de todas las formas posibles lo que hizo.

—Muchas gracias, Kookie —agradeció el rubio, tomando la cantimplora para beber algo de agua.

—N-No es nada, te veías sediento —respondió Jungkook.

De repente, un muchacho de cabellos naranjos se les acercó. Jimin lo saludó con su mano y Jungkook sólo tragó saliva. Jung Ho Seok de veintitrés años de edad era un miembro del clan Alfa. Se sentó junto a Jungkook y Jimin, dándoles una bolsa con comida.

—Fue lo único que pude conseguir hoy. Lo lamento —dijo con una sonrisa torcida.

—Descuida, Hopi. Con ésto que trajiste es suficiente —Jimin le entregó una cálida sonrisa.

Su sonrisa se desvaneció cuando pudo distinguir tres figuras a los lejos, quienes cubrían sus cabezas y partes de sus rostros con un pasamontañas, dejando sólo a la vista sus ojos, nariz y labios. Hoseok se volteó a verlos e hizo una mueca, mientras que Jungkook sólo se dignaba a verlos.