1. The moment I met you

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Todo empezó cuando tenía 14 años y terminé con ese noviecito que tenía, ¿recuerdas a Daniel? Lo quise mucho, pero nunca llegué a amarlo. Lloré porque todo el mundo llora cuando terminan las relaciones, el lloró bastante cuando lo llamé por teléfono ese día para decirle que no podíamos seguir juntos porque mi mamá no quería que la gente hablara de mí. Yo quería estar con Daniel y él decía que iba a casarse conmigo, ¿te imaginas? Ahora me río mucho por eso, éramos tan pequeños. El caso es que esa fue mi etapa de rebeldía en el colegio, no quería hacer las tareas aunque siempre me iba bien, empecé a frecuentar a las más desordenadas de nuestro grado y me creía una chica mala. Empecé a conocer a mucha gente, pero nadie me interesaba, los muchos muchachos que se fijaban en mí porque pensaban que yo era mayor me causaban risa y yo, siendo demasiado coqueta y extrovertida para ocultar que realmente solo era alguien que no encajaba en eso, hacía que me miraran y quisieran estar conmigo.

En una de las tantas fiestas a las que fui, en las que no me sentía cómoda en absoluto, lo conocí. Fue extraño conectar así con alguien en una fiesta como esa, llena de gente que aparenta ser más interesante o traviesa. Me pidió bailar y acepté.

-¿Cómo te llamas?- preguntó.

-Sofía y ¿tú?

- Yo soy Felipe Dankworth

Nunca pregunté su apellido, realmente no me importaba, pero parecía gustarle.

-Todos me dicen Dank, tú también puedes hacerlo si gustas.

-Está bien, Dank

Seguimos bailando un par de canciones aunque no volvimos a hablar en toda la noche. Bailé con algunos otros, pero honestamente, ninguno bailaba como él. Algunos ni siquiera sabían y tú sabes lo importante que es eso para mí. Bailo desde que estaba en el vientre de mi mamá, según lo que ella dice, y las clases de ballet desde los 3 años no han sido de gratis. En todo caso estaba cansada, ya me dolían los pies, era momento de irse a dormir. Ya era tarde y tenía demasiado sueño y mucho por hacer al día siguiente. Mi estúpida rebeldía nunca me impidió hacer todo lo que debía hacer, no había acabado La Divina Comedia de Dante Alighieri y tenía que empezar a leer Drácula de Bram Stocker, el siguiente de mi larga lista de libros por leer. Tomé un poco de agua de la nevera de la cocina de la casa de las Lilys, Liliana y Lydia, las repetidas como las llamábamos, y estaba dispuesta a irme a casa cuando apareció.

-¿Ya te vas? Esperaba poder bailar de nuevo contigo pero no te encontraba por ningún lado –dijo

-Sí, ya tengo que irme, es tarde Dank

-No seas aburrida, baila conmigo Sofía

-No, me duelen mucho mis pies, estoy cansada.

-Vamos, no te van a doler menos si bailas conmigo una canción más. Le diré a Mark que ponga una lenta.

-Está bien Dank, pero solo una.

Bailamos tanto que perdí la cuenta, terminé quedándome una hora más en la fiesta hablando con Dank, me enteré que era unos 3 años mayor que yo, que iba a la escuela que quedaba a 5 cuadras de mi casa, que estaba en último año y que su padre era un hombre de negocios que nunca estaba en casa, no mencionó nada acerca de su mamá o si tenía hermanos, yo no hable de mi familia.

-Dank, ya debo ir a casa, son las 3am, van a matarme.

-¿No tienes llaves?

-Obvio que sí. Pero igual se darán cuenta que llegué super tarde.

-Vamos, te llevaré.

-¿Tienes carro? - la pregunta más estúpida que hice en toda la noche

-Obvio Sofía. Vamos dame la dirección.

Me llevó hasta mi casa, me abrió la puerta del carro y esperó a que entrara a mi casa para irse en su bonito BMW z4. Es todo un mimado.

Me acosté en mi cama y, a pesar de que estaba bastante cansada, no pude dormir enseguida. Seguía pensando en Dank y en su forma de decir mi nombre. Su voz me resultaba extrañamente familiar y confortante. Me dormí pensando en él.

In my dreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora