Tercera parte.

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— ¿Me llevaras a mi casa?

— ¿Que te parece disfrutar de estas noche conmigo?

— ¿Contigo? —pregunto extrañada. Asiente.

—Algo me dice que necesitas tener una noche inolvidable.

—Con una condición —murmuro con la vista fija en mis manos.

—¿Cual será?

—No hablaremos de nosotros, no tocaremos temas personales, no sabrás ni mi apellido ni de mi vida. Solo disfrutaremos esta noche como si fuera la ultima, ya mañana cada quien seguirá con su vida como si nada hubiera pasado...¿De acuerdo? —me observa con el ceño fruncido por unos segundos, haciendo que me sienta incomoda.

—Esta bien —responde por fin, despliega una amplia sonrisa en su rostro y seguimos caminando.

—Entonces... ¿A donde vamos?

Pregunto después de media hora en la que solo caminamos sin un rumbo fijo, o por lo menos yo no se a donde nos dirigimos. Como se me ocurre irme de un lugar con alguien a quien apenas acabo de conocer, no se siquiera si es un psicópata, un violador, o peor aun, un asesino en serie que va por la vida matando y descuartizando a jovencitas a las que no les gustan los conciertos.

—A disfrutar lo que la vida nos regala.

—Muy inspiradora tu frase, pero en serio ¿A donde vamos? —voltea a verme y me regala una de esas hermosas y perfectas sonrisas.

— ¿Confías en mi?

— ¿Cómo confiar en alguien a quien apenas acabo de conocer?

—Cuando te montas en un taxi, le estás confiando tu vida a un desconocido. Cuando comes en un restaurante, estás confiando en que el chef no le puso algo a la comida... Entonces ¿Confías en mi?

— ¿Siempre tienes respuesta para todo? —pregunto maravillada de que siempre sabe que decir. Se encoje de hombros.

—Casi siempre.

—De acuerdo, entonces supongo que me toca confiar en ti ¿No? —murmuro después de unos segundos en silencio.

—Buena elección —me agarra de la muñeca y ve hacia los lados de la carretera asegurándose que no viene ningún auto —. ¡Vamos!

—Espera, no vamos a entrar ahí —señalo alarmada la iglesia en donde muchas personas elegantemente vestidas van entrando. El voltea un segundo a verme y está sonriendo.

—Oh, si.

—Estas loco ¿Lo sabias?

—Ya me lo habían dicho antes.

Nos unimos al tumulto de personas que anhelan tomar asiento para presenciar de la boda. Una risita brota de mi sin poder evitarlo, ciertamente no voy adecuadamente vestida para una boda, pero Anzel tampoco lo va. Así que, no me importa.

Tomamos asiento en una de las ultimas bancas, y cuando la música nupcial empieza a sonar todos se ponen de pie. Nos encogemos de hombros y hacemos exactamente lo mismo.
La novia se ve espectacularmente hermosa con ese enorme vestido blanco, siendo llevada al altar por su padre. Un sentimiento de nostalgia se instala en mi pecho, haciéndome consciente de que yo nunca voy a poder hacer eso, no voy a conocer al amor de mi vida, ni mucho menos me voy a casar.

—Siempre quise decir "yo me opongo" en las bodas —susurro solo para que él me escuche.

No es que alguien esté pendiente de nosotros, nos encontramos en las ultimas butacas, por ende, las que están vacías. Y todos están pendientes de las palabras que el pastor esta diciendo.

Sin mirar atrásWhere stories live. Discover now