Capítulo 2

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Miré de reojo al chico sentado a mi lado en el coche.

Nikolai era su nombre. Al menos eso me dijo mi padre en una corta videoconferencia en la que le repliqué su idea de buscar a alguien que cuidara de mí. Escuchó mi extensa diatriba –al menos eso parecía-, se cerró en banda y me soltó que tenía todavía trabajo.

Y me colgó.

O sales con él esta noche o no sales. Y allí estaba; sentada con un desconocido que de repente se había convertido en el mayor de mis problemas. Llevaba un arma pequeña en las bermudas; la había guardado después de entrar al coche y cargarla.

-No va a durar mucho, ¿sabes? –rompí el silencio por primera vez desde que subimos- hasta que consiga hacer que mi padre cambie de idea cuando toda esta locura se le pase.

No dijo absolutamente nada, ni hizo amago de entrar en mi juego.

-¿No sois personas muy habladoras en...?

-Rusia – contestó-. No especialmente.

-Ah –hubo otro incómodo silencio en el que me dediqué a mirar a través del cristal y pensé en preguntas que pudieran entretenerme-. ¿Has disparado alguna vez? Digo, todavía no tienes edad para beber, así que sería irónico.

-Sí, pero todavía no he saltado por ninguna ventana –contraatacó con cierto tono de... ¿burla? Qué imbécil.

Le escudriñé de arriba abajo y me devolvió esa mirada azul gélida.

-Vamos a una fiesta –puntualicé para molestarlo y enarcó una ceja-. Tu ropa. Está un poco fuera de lugar.

-No me interesa –se encogió ligeramente de hombros-. No estoy aquí por eso.

¿Por qué era tan difícil de fastidiar? Era como preguntarle a una estatua de piedra. Dos calles después el coche empezó a frenar. Reconocí la casa de Chris, que respondía al modelo estético de vivienda unifamiliar norteamericana. Había personas paradas hablando en el jardín y se podía escuchar algo de la música de dentro.

Me giré hacia Nikolai, que parecía estar esperando mi próximo movimiento, antes de salir, y fruncí el ceño.

-Para que quede claro, nadie tiene que saber esto –indiqué. Me hubiera avergonzado profundamente que todos supieran mi situación y ser foco de sus comentarios-. Para los demás serás mi... -miré hacia arriba, pensativa- primo lejano. El primo lejano que vivirá conmigo temporalmente.

Intenté hacer énfasis en la última palabra y abrí la puerta, poniendo los tacones sobre la acera. Observé a mi mejor amiga en la entrada, excusándose y acercándose con una sonrisa de oreja a oreja a recibirme.

.

.

.

Me desperté con un terrible dolor de cabeza. La luz iluminaba toda la habitación y entrecerré los ojos para acostumbrarme. Imágenes de la noche anterior pasaron por mi cabeza como un caleidoscopio. La cara de felicidad de Christine al verme aparecer, y la delicadeza con la que todos intentaban tratar mis días de ausencia.

Me incorporé en la cama, desperezándome. Miré algunos mensajes en el móvil antes de levantarme y recibí una llama de Chris. Descolgué.

-Así que ese chico de la fiesta no es en realidad ningún familiar –afirmó, yendo al grano, sin antes dejarme decir nada.

Suspiré y salí de la habitación. Casi se me había olvidado. Él. Por un momento había sido demasiado bonito para ser verdad.

-No, ya te lo he dije en la fiesta. –escuché ligeramente voces en la cocina y bajé las escaleras- Pero que quede entre nosotras. No quiero que se enteren de que me han asignado un niñero personal.

-Sabes, después de verle yo no pienso que sea tan malo. -puse los ojos en blanco ante la insinuación.

-Christine, mi prioridad ahora es que no se quede mucho tiempo –me quedé a unos metros de la entrada de la cocina y vi como Anna, la actual mujer de mi padre, ponía sus garras sobre el hombro de Nikolai. Ella y el traidor de Cory, mi hermano pequeño, charlaban animadamente con el chico-, no llevarlo a mi cama.

-Mejor, menos competencia –le escuché reírse al otro lado del teléfono y sonreí.

-No vi a Mason en la fiesta –silencio al otro lado. Quería saber dónde había estado mi novio en la primera aparición pública que hacía después de días desaparecida del círculo social.

-No lo sé. Me dijo que no podía venir –ya no escuchaba a Chris reírse-, de cualquier forma este mismo lunes podrás preguntárselo.

El primer día de clases después de verano parecía de repente algo más tentador de lo que imaginaba. Aquel era mi último año de instituto y no pensaba desperdiciarlo.

-Aún no me hago a la idea de volver a la normalidad... más o menos. Aunque primero tenga que encargarme de algunas cosas –dije refiriéndome a mi nuevo problema-. Luego hablamos Chris, te quiero.

Colgué mientras entraba en la cocina.

Los tres se giraron al verme entrar y Anna puso ese odioso gesto amistoso y conciliador tras todas las capas de maquillaje que llevaba.

-¡Hailey! –exclamó, como emocionada- Estamos hablando de lo divertido que es tener a alguien más con nosotros, ¿verdad Cory?

Al niño se le encendieron los ojos.

-Es una máquina con los videojuegos; hemos jugado un par de partidas. Walt y Austin van a alucinar.

Genial. Todos parecían encantados con el juguete nuevo menos yo. Era un intruso, y lo trataban como un nuevo miembro de la familia.

-Qué bien –no me molesté en fingir interés mientras toaba una taza de café y me apoyaba en la encimera.

Se formó un denso e incómodo silencio que Anna intentó remediar enseguida.

-Le estaba diciendo que sería maravilloso ir los tres de compras antes de empezar el instituto. Es el primer día de tu último año.

Antes prefiero la muerte. Sentí una punzada en el pecho. Aquello era algo que había hecho con mi madre durante años. Pasar tiempo juntas y mirar conjuntos para el primer día de clases. ¿Por qué salía esa mujer con aquello? Era algo que hacía con mi madre, y ella no era mi madre. Por mucho que quisiese formar en su cabeza la imagen de familia perfecta.

-No. –dejé la taza y subí airada a la habitación, cerrando la puerta. Noté de repente un nudo en la garganta al acordarme de mi madre.

El tiempo a veces no cura las cosas del todo, y si lo hace, el proceso es muy lento. Deseé por un instante ralentizarlo mientras miraba el techo, pero el lunes estaba cada vez más cerca. 

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2017 ⏰

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