1.- La justicia intolerante.

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14:15 del 21 de septiembre*

*Ring, ring*

Resonaba el sonido alarmante del teléfono, mientras cesaba poco a poco la calma.

—¿Sí?, Ah, hola... —contestó el policía — Claro, ha llegado hace unos 20 minutos...

—Dónde... Estoy? —balbuceó abriendo lentamente los ojos.

—Sí, ya le llamaré si sucede algo... Venga, hasta luego.

*Piiii...* Colgó la llamada bruscamente

Se respiraba una atmósfera extraña, pero sobrecogedora. El policía, quien acababa de terminar su corta comunicación, era un hombre alto, barbudo, con ojos amistosos, nariz pronunciada, y con apariencia veterana.

—Anda, ¡si ya has despertado! Me alegro muchísimo. —dijo cargado de energía.

—Ah... Pero, ¿dónde estoy, señor? —preguntó algo somnoliento.

—Pues verás, hijo, estás en la oficina policial, justo en el centro de la <península Y>. Te trajeron de vuelta del hospital, dando por hecho que ya mejorarías sin supervisión médica.

—¿El hospital...? No recuerdo bien nada de eso...

—Ah, ¿no? Pues me dijeron que recobraste la conciencia, aunque, debido a la conmoción, solamente eras capaz de balbucear y decir palabras sueltas.

La situación que le había planteado el policía no le emitía mucha confianza a Dave. Presentía que nada de eso había sucedido en realidad.

—Bueno, pues espero que recuerdes lo que pasó anteriormente, porque te han trasladado aquí con el fin de descubrir más sobre el incidente... Dime, ¿qué puedes contarme al respecto?

Una tensión rotunda apareció como por arte de magia. Los ojos del policía se forzaban más, mostrándose con interés por lo que el chico tendría que decir.

—Eh... R-Recuerdo que... Estaba en la escuela... —dijo tiritando y con la mirada baja.

—Hum... Adelante, no tenga miedo, no va a suceder nada malo. —le advirtió al chico, quien aún no conseguía comprender que hacía ahí.

—Tenía miedo, ya que... Había unos chicos que abusaban de mí. Q-quise escapar c-con mis... Amigos. —acabó confesando con la mirada aguada y con una expresión de tristeza enternecedora.

—Y... ¿Sabes dónde pueden estar tus amigos? —preguntó directamente con intenciones amigables.

—Claro, e-en mi... —Calló repentinamente, dejando su boca tan o más abierta que la de un cascanueces, con la mirada perdida y llorosa, mientras temblaba de forma caótica...

Se percató de lo que, posiblemente, acabaría con todas sus esperanzas.

—P-perdone, ¿s-sabe usted... Si dejaron aquí u-na mochila?

—Una mochila... —El silencio cada vez se hacía más pesado, tanto que el policía se esperaba lo peor.— No que yo sepa. ¿Por qué? ¿Había algo de mucho valor dentro?

—S-sí, allí estaban mis compañeros. —Dijo mientras su preocupación estaba royendo todo su ser.

—¿Qué estás di...? —Volvió a sonar el teléfono, interrumpiendo por completo la charla tan estresante que estaban presenciando. —¿Sí? No, aún lo tengo aquí, solamente me ha dicho algo sobre unos chicos que abusaban de él. ¿Qué? ¿Habéis encontrado a sus padres?... Vale, ya se lo digo.

*Piiii...*

Dave, nada más escuchar el final, quiso rasgarse el labio inferior con sus dientes, liberándose así de esa angustia que le había provocado revivir la imagen de sus padres, quiénes le negaban por completo el contacto con sus amigos.

—Bueno, chaval. Ya lo has escuchado, tenemos que irnos. Tus padres te buscan. —Aclaró mientras se desperezaba de su larga jornada en la oficina.

Estaba claro que no quería irse, su rostro se empezó a ennegrecer mientras que su frente empezó a chorrear sudor.

Él estaba seguro de que, en el caso de que volviera a casa, algo muy malo volvería a pasar, pero, ¿Qué otra alternativa tenía?

—P-perdone, preferiría ir antes al hospital, no me encuentro del todo bien... —Dijo finalmente.

—Oh, bueno. Claro, no hay ningún problema, pero después llama a tus padres para que te traigan de vuelta, no quiero malgastar más mi tiempo.

—S-sí, lo siento. —Respondió con miedo y rabia.

Entonces, mientras el policía buscaba las llaves de su coche, Dave rebuscó en los cajones de mesa principal con el fin de calmar sus dudas; tenía que encontrarlos, de la manera que fuese.

Cuando por fin volvió el policía, algo más nervioso por la dificultad que tuvo para encontrar las llaves, salió con el chico para trasladarlo de vuelta al hospital.

Parece que el policía no toleró bastante bien la situación, estaba completamente insatisfecho por las declaraciones de Dave y, además, tendría que hacer trabajo extra: todo un martirio para él.

—¡Oye, sube ya!¡No me hagas perder más el tiempo! —Gritó mientras prendía un cigarrillo, con la esperanza de calmarse.

Dave no respondió, tenía la mente completamente nublada por todo lo que había escuchado ese día. Además, ese grito, que casi era capaz de oírse desde el barrio de al lado, no le ayudó mucho. Tenía tanto miedo y pavor que sentía una bola en su garganta que crecía junto a la cantidad de lágrimas que expulsaba descontroladamente.

Sin pensarlo mucho más, decidió apresurarse hacía el coche. Aunque, para su desgracia, la suerte le volvió a ensuciar la cara.

*Poff* Emitió el gran tortazo que se dió contra el asfalto.

—¿Pero qué haces, pedazo de inútil? —Profirió sin compasión.

—¡N-no... No era m-mi intención...! —Exclamó a consecuencia de toda la rabia que tenía acumulada.

Se hizo un profundo silencio. El policía, ya con una expresión de indiferencia, cual niño viendo a un insecto, decidió acabar con el escena.

—Mira, chico, ¿Sabes qué? Ahí te quedas. No me haré cargo de tus dolencias. Espero que sepas llegar por ti mismo al hospital. —Declaró finalmente, con un sentimiento de grandeza.

Fue así como cerró, con la fuerza de mil dioses, la puerta de la estación policial.

Dave, como reacción desesperanzada, acabó arrancándose el labio que tanto ansiaba triturarse. Tirado en medio de la calle, con la cabeza vendada, las piernas ensangrentadas por la caída y el labio arrancado, empezó a gritar desconsoladamente; de algún modo u otro acabó desahogando gran parte de su frustración.

Ciertamente estaba desesperado, ya no sólo por lo que había hecho, sino por la maldad que había llegado a experimentar; estaba harto de ser el blanco fácil de cualquier persona.

Aunque, en ese momento, fijó el objetivo de reencontrarse con ellos, sus amigos, quiénes serían capaces de darle el potencial suficiente como para poder seguir adelante.

16:30 del 21 de septiembre*

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