48.- El final (parte 1)

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P.O.V. Hana Lance. (A 18 de octubre de 1985)

<<Le debo mucho a Leslie. >>— pienso mientras me escabullo de su casa.

He pasado seis días bajo su cuidado, haciendo reposo. Según sus revisiones médicas, mi embarazo es verdaderamente delicado. No mintió cuando se lo dijo a Falcone.

Siendo sincera, sé que ya se acerca el día. Casi no puedo moverme sin notar molestias. No puedo ni atarme los cordones de los zapatos.

Por eso, cuando esta misma mañana le dije a Leslie que querría salir a dar un paseo, ella insistió en dejar un poco de dinero en casa por si me apeteciera comprar algo por la calle. Por mucho que no quise aceptarlo, me vi obligada a ello. No es que no fuera a necesitarlo.

Por los periódicos que he estado leyendo, sé que Bruce ya ha vuelto a casa. Mi intención es pedirle cobijo por unos días hasta que venga Wally a buscarme, a las ocho de la tarde del día 19, mañana. Cuando estuvo aquí, me confirmó que daré a luz en el presente, lo que me deja más tranquila. Sé que allí tendré atención médica adecuada.

Tengo miedo. Supongo que como cualquier mujer a estas alturas del embarazo, estoy aterrorizada por el parto. Solo espero que todo vaya bien.

Mientras camino hasta la cabina telefónica más cercana, pienso en lo mucho que le debo a Leslie. Me hizo el grandísimo favor de darle mi anillo al Pingüino, para así poder recuperarlo en el presente. Ella no le dio tanta importancia, pero yo le aseguré que le debía un gran favor.

Marco el número de un taxi para que venga a buscarme. En poco tiempo está aquí y, con unos pocos cálculos antes de que arranque el motor, sé que el dinero que me ha dejado la forense llega justo para el viaje.

— ¿Dónde la llevo, señorita? — el hombre que conduce lleva un sombrero más parecido al de un capitán de barco que al de un taxista. Tiene un bigote rectangular bajo la nariz redondeada. Sus mejillas están sonrosadas y sonríe amablemente.

— A la Mansión Wayne, por favor.

Durante prácticamente quince minutos hablamos de tonterías. Del tiempo, por ejemplo, que se está revolviendo. Parece que va a llover, algo muy común en esta ciudad de locos.

— Tenga una buena vida. — me dice el hombre cuando le pago al bajarme del vehículo. Podría parecer que está borracho por la alegría de su rostro, pero no lo está. Y si así es, nunca he visto a nadie ebrio que conduzca tan firmemente.

Le devuelvo la sonrisa con una leve inclinación de cabeza.

— Igualmente.

Avanzo hasta la puerta. Observo el gran caserón, sintiéndome tan pequeñita como la primera vez que vine. Miro el timbre, dudando. ¿Y si Bruce ya no se acuerda de mí? ¿Y si no está dispuesto a acogerme?

La puerta se abre, haciendo que me sobresalte.

— ¡Hana! — un pequeño Bruce se tira a mis brazos, abrazándome con una fuerza inusitada para su edad.

— Eh. Hola. — sonrío, sorprendida. ¿Me habrán visto llegar? Observo que ha crecido varios centímetros. — ¿Es impresión mía o estás más alto?

Me suelta para sonreír.

— ¡Sí, he crecido casi cinco centímetros! — parece tan ilusionado de que esté aquí, que ni siquiera me pregunta dónde he estado. Me cuenta cosas superficiales, que, sin embargo, le hacen una tremenda ilusión.

— Señorita Lance. — desde la puerta, Alfred mueve la cabeza en señal de saludo.

— Buenos días, Alfred. — también le sonrío. — Siento despertaros tan temprano.

Arrow. Batman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora