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Los rayos de luz de luna, iluminaban la gran mansión, los faroles alumbraban el camino pedregoso que llevaban a la entrada de aquella morada. El ambiente era cálido y melancólico, sentimientos y actos ligados a la monotonía y a la costumbre rodeaban a la joven pareja que cenaba amenamente, sólo eran acompañados por un cómodo silencio. La servidumbre se limitaba a hacer su trabajo, atendiendo a los ocupantes de la mesa de manera exquisita y eficaz. El ruido producido por la silla al ser removida, rompió la comodidad de aquel silencio.

— Me tengo que ir— Aizen se limpió la comisura de la boca y dejo la servilleta de seda en la mesa, camino hasta donde se hallaba sentado el peli naranja —vendré este fin de semana como acostumbro — se limitó a decir

— De acuerdo — la voz carente de emoción del joven no sorprendió al mayor— ve con cuidado —la expresión de frialdad en el rostro de Ichigo concordaba con su cansina voz— está por comenzar a llover y la carretera no es segura ante este clima — Kurosaki se puso de pie y acompañó a Aizen a la puerta, donde le entregó su gabardina y maletín— te buen viaje — por costumbre el peli naranja se alzó en puntillas y depositó un suave beso en los labios del mayor el cual correspondió de una manera menos decente, más bien, fue un beso hambriento y contenido

- Adiós Ichigo, nos vemos el viernes – dijo el mayor cerrando la puerta tras salir de ahí.

Mi buen corazón
Yo quiero saber por qué
Te vuelves a enamorar
Si siempre te han hecho mal
Mi buen corazón
Tu eres mi perdición
Me arrastras siempre al dolor
Me matas en cada amor

Ichigo se apoyó en la puerta y se dejó caer hasta que sus glúteos tocaron el suelo, la tensión abandonó su cuerpo, en forma de lágrimas cuando escondió su empapado rostro entre sus rodillas, su desdicha se hizo audible, cuando quedó solo en aquella casa, lloró... lloró sin pena, lloró por él, lloró por ellos.

Siempre que palpitas

Yo comienzo a temblar

Sé que voy a llorar

Y tengo miedo

Hacía años que el joven Ichigo se sentía roto y vacío por dentro, sin ilusiones, ni aspiraciones y todo por amar a un hombre que le era prohibido, el hombre que se había llevado algo más que su inocencia.

Aizen Sousuke.

¿Amaba más a ese hombre, que a él mismo?

¿Había valido la pena desafiar a su familia?

Ichigo aún no encontraba respuestas para sus interrogantes.

Había perdido más de lo que ganó.

Había perdido a su familia, pero había ganado unas cuantas horas en compañía de su amor, rápidas sesiones de sexo.

¿Habían hecho alguna vez el amor?

Pero no podía quejarse.

Ese era el acuerdo.

Nada de sentimientos.

Menos ese llamado amor.

Pero Ichigo fue la única víctima en esa fría relación.

Nunca supo, cuando entregó su corazón.

Dime, corazón si te hieren cada vez

Por qué te entregas

Penas, siempre penas

Encontré en el amor

Y su amargo sabor aun me desvena

EL OTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora