Caminaba con prisa por los pasillos del subterráneo cargando una pesada caja con papeles por revisar, maldecía mi suerte, era el primer día de mi cambio de turno y sabia que a diario tendría que correr para alcanzar el último metro.
Del oscuro túnel, una luz se aproximaba, respiré aliviado.
Abordé con una cara de desgano escaneando el vagón completo y buscar un asiento cerca de la puerta, Sonreí para mis adentros, el vagón venia casi vacío.
El tren emprendió su marcha, y yo cerré los ojos víctima del cansancio, al cabo de dos estaciones más, el molesto pitido de la puerta se vio opacado por el sonido de unos tacones que se aproximaban a toda prisa, al pasar junto a mi quede embriagado de ese perfume que me hizo abrir los ojos y buscar a ese ángel, una hermosa chica de cabello negro, vestido del mismo color y zapatillas se sentó frente a mi, busqué su mirada, Sonreí y ella me devolvió el gesto, la saludé de manera torpe, y no era para menos, su presencia me había impactado y ella lo sabía, su nombre, Miriam.
Platicamos de tonterías, de mi trabajo como contador, del suyo como secretaria, los años de sobrevivir en el mundo, el clima, bueno, de todo un poco. Tres estaciones antes del final del recorrido nos quedamos solos, mi corazón palpitaba veloz, deseaba besarla y eaperaba a que ella también lo hiciera, pero no fue así, se levantó, hizo un ademán con su mano y se perdió en ese laberinto subterráneo.
Dia tras dia nos dimos cita en el mismo lugar y a la misma hora, platicabamos, reiamos, bromeabamos, y yo, yo la empezaba a querer, siempre fui proclive a enamorarme con facilidad, con una sonrisa, una mirada, una canción, pero esto, esto era distinto, mi supuesta madurez así dictaba.
Con el paso de los días nos dimos cuenta de que las palabras se iban agotando asi que pasamos al lenguaje universal, los besos y las caricias decían mas que mil palabras. Era tiempo de vernos en otro lado, le invité a salir de las sombras, caminar por algún sitio, que se yo, ella siempre respondió que no, "esto es nuestro mundo, nuestro universo, no lo echemos a perder", y, finalmente era cierto, si no podíamos salir a la ciudad, la ciudad vendría a nosotros. A veces ella compartía un poco de insípida ensalada y yo un buen pedazo de pizza, un par de tazas de cafe, cierta ocasión compartimos una lata de cerveza mientras veíamos una película en mi celular, eran buenos tiempos pero, todo tiene fecha de caducidad y lo nuestro no fue la excepción, yo no creo en el destino pero el si cree en mi y ese día me mostraba su lado mas irónico, me habían cambiado a otra zona y en otro turno. Todo el día estuve pensando en como decirle, como lo tomaría, en pedirle, de una buena vez, que fuera mi novia, en formar algo, que fuera dueña de mis desvelos, pero nunca llegó.
Aun sigo esperándola, luna tras luna observando los pasillos, formando parte de las estadísticas, de la gente que se enamora entre estaciones y lo ve morir cuando se cierra la puerta a sus espaldas
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memorias de un insolente
Diversospequeños relatos de un tipo sin pudor, sin historia, sin futuro