A flor de piel

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El verano había pasado y se había llevado con él cualquier recuerdo de lo que había pasado, excepto aquel que ni los años borrarían. Por desgracia, mis sentimientos todavía estaban a flor de piel y cualquiera acción que no fuera deseable haría que salieran a la luz. Tenía que evitar pensar, evitar cuestionarme porque la gente me miraba en todo el instituto, puede que fuera porque no estaban acostumbrados a ver morena a una chica de piel blanca como la nieve, si eso sería lo que me diría; aunque yo supiera la verdadera respuesta. 

Bien, había superado las tres primeras horas de la mañana. Había practicado todo el verano, podía hacerlo. Dos horas más y superaría el primer día de clase; después de un día, aguantaría un curso entero. Tal vez estaba siendo un poco exagerada, pero no podía permitirme un pensamiento negativo, no si quería conseguirlo.

Vale, hora libre. Estaba cogiendo mis cosas en la taquilla para ir al comedor y no dejaba de sentir un zumbido, pero ¿qué era? Y de pronto me di cuenta, no era un zumbido, era alguien. Alguien me estaba hablando. Me giré. ¡Col Solsman estaba hablándome! Ya era demasiado tarde, ya llevaba así un rato. ¡Pobre! ¿Cómo iba a saber que Col Solsman me iba a hablar? Tenía que solucionar el problema. Y así lo hice, cogí mis cosas, cerré mi taquilla, le sonreí y me marché. Después de ver su cara de confusión, juraría que me había hecho una pregunta a la que yo sonreí. ¡Genial! Siempre había querido hablar con él y ahora ni si quiera podía escucharle; lo único que quería hacer, era salir de allí.

Salir de allí.

Salir de allí no era lo único que quería.

No era lo único pero si lo único que era posible.

Nunca es demasiado tarde para sentirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora