Capítulo 4

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Asentí con la cabeza, porque su mirada fija tenía mi sangre hirviendo. Nunca en mi vida me había sentido tan completamente activada por alguien que ni siquiera me estaba tocando. Sexo salía del hombre en olas, y me sorprendí al encontrar cuán interesada estaba en aprender a nadar.

—¿Te vas a quedar?

Asentí con la cabeza otra vez, cada músculo de mi cuerpo estaba tenso. Si no me besaba pronto, iba a explotar. Justo cuando pensaba que podía hacerlo, el camarero regresó con las bebidas. Él se acercó con una sonrisa, que bajó al ver lo cerca que Justin y yo estábamos.

—Siento haber tardado tanto. Hay mucha gente por allí.

Me aferré a la distracción.

—No es ningún problema, Brandon.

—Por supuesto. ¿Necesitas algo más?

—No, estoy bien.

Los ojos de Brandon se posaron a Justin, y luego se acercaron un poco más a mí.

—¿Estás segura?

—Estamos seguros —le dijo Justin secamente antes de entregarle unos cuantos billetes— Quédate con el cambio.

Brandon comprobó a una pareja más que se encontraba a unas pocas mesas de distancia, y luego se fue a la parte delantera de la barra de nuevo. Cuando se alejó, me volví a Justin. Me di cuenta de que su brazo había hecho su camino alrededor de mi silla.

—¿Eres celoso, Justin?

—No realmente.

Levanté una ceja y él sonrió descaradamente.

—Tal vez esta discusión sobre Otelo me ha puesto un poco nervioso —dijo.

—Entonces vamos a hablar de otra cosa. ¿A qué hora dijo el cerrajero que estaría cerca de tu apartamento? 

Miró brevemente su reloj, y yo aproveché para observar la increíble acumulación de sus brazos. —Debería estar allí muy pronto.

—¿Deberías ir y esperar por él? —Era difícil determinar exactamente lo que quería en ese momento. Sin duda le gustaba, y yo definitivamente quería que me besara, pero estaba acostumbrada sabotear este tipo de cosas para que nunca llegaran demasiado lejos. Yo estaba siempre en busca de una puerta de salida.

—¿Estás tratando de deshacerte de mí?

Respiré hondo, no dejando salir el aire. No habría puertas traseras, no esta vez. Me mordí el labio y lo miré. Esperaba que no pudiera leer el miedo zumbando bajo mi fachada confiada.

—Supongo que podríamos ir y esperar por él —dije.

Miró a mis labios. Moría... Moría porque me besara.

—Mucho mejor.

Se puso de pie y me ofreció su brazo. —¿Señora?

—¿No quieres terminar nuestras bebidas?

Me tomó la mano y apretó sus labios contra el interior de mi muñeca. —Ya estoy intoxicado.

Me reí, porque la línea era ridícula (y porque no quería admitir que todavía funcionaba).

Él sonrió. —¿Demasiado lejos? ¿Qué puedo decir... el Bardo(sobrenombre de Shakespeare) me da un gusto por lo dramático.

—Vamos a tratar con algo de realismo en su lugar.

—Creo que puedo hacer eso —dijo.

Apenas había procesado sus palabras antes de que me levantara de la silla y tapara mi boca con la suya. Su olor me abrumaba. Cítricos, cuero y otra cosa que me hizo agua la boca. Yo estaba casi demasiado sorprendida para reaccionar. Era muy consciente del hecho de que me estaba besando en medio de un bar, hasta que me mordisqueó el labio inferior. Luego me olvidé de todo, excepto de él. Todo mi cuerpo se estremeció, y mi corazón se dejó caer hacia mi estómago, como si la fuerza de gravedad se hubiera duplicado. La cabeza me daba vueltas, pero no me importaba. Abrí mi boca, y al instante su lengua se deslizó adentro, tomando el control. Mis manos se aferraron a su espalda, y en respuesta, él me llevó más cerca. Su beso fue lento, luego rápido, tierno y extenuante. Estábamos apretados con tanta fuerza que podía sentir cada parte de su cuerpo, pero aún así quería estar más cerca. Su mano se deslizó hasta el fondo de mi camisa y sus dedos calientes presionaron mi, ya demasiado ardiente, piel. Un gemido escapó de mi boca ante aquel contacto íntimo. Inmediatamente me arrepentí, porque el sonido pareció aclarar su cabeza... y se apartó.

No pude evitar que mis labios siguieran los suyos, pero él se quedó fuera del alcance de mi beso. En su lugar, se quejó, agachó la cabeza y me dio un beso caliente en el cuello.

Mi cerebro estaba definitivamente volando bajo. Mi cuerpo era quien mandaba en ese momento, y Dios, se sentía bien. Yo era sólo la suma de mis terminaciones nerviosas, que se volvían locas. Él suspiró pesadamente, y eso quemó mi piel.

Su voz era ronca cuando habló: —Lo siento. Me dejé llevar. 

Esas fueron exactamente las palabras adecuadas. Dejarse llevar. Nunca había estado tan atrapada en otra persona antes. Nunca había estado tan... fuera de control. Era a la vez emocionante y aterrador.

Su rostro apareció antes que el mío, y yo traté de mantener mi expresión neutral. Su mano se deslizó fuera de mi camisa, y me estremecí, mi piel estaba de luto por la pérdida.

Dio un paso hacia atrás. —Bien. Podría ser momento para un poco más de razón, y un poco menos de pasión.

Me reí, pero por dentro le estaba dando el dedo medio a la razón. Me había gobernado el tiempo suficiente.

El profesor. (ADAPTACIÃ"N, Justin Bieber & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora