Capítulo 9

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Iba a tener que conseguirme un ventilador si él seguía diciendo cosas como esa.

—Escucha —comenzó diciendo—, lo siento por eso. Nunca debí haberte animado a subir a la moto.

—No es tu culpa que no sepa nada de motos, y no me di cuenta que sería caliente.

—No puedo creer que nunca hayas viajado en una moto.

—Sí, bueno, hay muchas cosas que nunca he hecho.

El arqueó una ceja.

—¿Cómo cuales?

—Bueno… —mis latidos se intensificaron. — Uhm, hasta hora nunca había conocido a alguien que fuera canadiense.

Él rió, pasando sus dedos inconscientemente a través de su cabello. Eso me daban ganas de pasar mis dedos por su cabello.

Él dijo—: Por eso me besaste, ¿no? Todas las chicas estadounidenses aman los acentos.

Tragué mi sonrisa y dije—: Creo que eres el que me besó.

Se puso de pie, y sus preciosos ojos mieles me miraron fijamente.

—Así que fui yo.

Pasó el trapo bajo el agua otra vez para mantenerlo frío, pero mi cuerpo se calentó demasiado para decir realmente la diferencia cuando él lo puso otra vez en mi piel. Su otra mano ahuecaba mi tobillo otra vez.

Mantuve mi aliento y con cuidado, dije—: Tu turno.

—¿Hmm?

—¿Qué es lo que nunca has hecho?

—Bueno, nunca he hablado con una chica en un bar antes de esta noche.

Mi mandíbula cayó. —¿En serio?

¿Cómo eso era posible? ¡Él era hermoso! Tal vez todas las chicas se lanzaban a él antes de que entrara al bar, así que él nunca tuvo que preocuparse por ellas al entrar.

Se encogió de hombros, y con el movimiento de su pulgar comenzó a cepillar hacia atrás y adelante la parte superior de mi pie. Santo Dios, eso se sentía... tan bien.

—Sé que va en contra del estereotipo canadiense, pero nunca he hecho mucho para estar ebrio, uhm borracho, todo el tiempo.

—Yo tampoco —dije. Y lo decía en serio, a pesar de que mi cabeza estaba todavía un poco borrosa por todo el tequila—. Así que, ¿qué aporta éste canadiense no estereotipado a Texas?

Él se encogió de hombros. —He estado en Estados Unidos por un tiempo. Vine aquí a la escuela, y nunca volví. De hecho, me acabo de mudar de regreso a Texas. No he estado aquí por algunos años.

—Yo también. Me acabo de mudar aquí de nuevo hace unos años.

Crecí en Texas cuando era pequeña, pero nos mudamos a Minnesota cuando estaba en octavo grado. Siempre fue mi plan volver aquí para la universidad.

Él humedeció el paño una vez más, y nos sentamos a hablar. Él me contó como creció en Canadá, y lo diferente que había sido vivir en Estados Unidos.

—La primera vez que un tipo me dijo que le gustaban mis pantalones , me sorprendió y pensé que me había perdido algunas cosas fundamentales.

—¿Pantalones? —no lo entiendo.

—Así le llamamos los canadienses a la ropa interior, cariño.

—Oh —me reí— Es bueno saberlo.

—Cuando le pregunté a un compañero por una goma, ustedes los llaman borradores, todos se rieron tanto que tuve ganas de volver a Stratford de inmediato.

Traté de contener mi risa, y fracasé. Pero pensé que se lo merecía después de reírse de mis pantalones, um… jeans.

—Eso debió ser horrible.

Él recogió la gasa que había tirado abajo del gabinete antes, y la colocó con cuidado encima de la herida, pegando los bordes mientras hablaba.

—Te acostumbras a ello. He estado viviendo tanto tiempo aquí que ya lo manejo suficientemente bien. Ocasionalmente visito Stratford, y al volver, tengo algunos problemas de ajuste, pero en general, diría que estoy bastante americanizado.

—Excepto el acento.

Él sonrió. —No puedo eliminar el acento... ¿Cómo podría llamar la atención de chicas bonitas como tú?

—Leyendo Shakespeare en un bar, obviamente.

Él rió, y el sonido se propagó a través de mi piel, soltando algunos de mis nervios.

—Eres linda —dijo.

Rodé mis ojos.

—Sí… ridículamente, como lo establecimos antes.

—¿Te sentirás mejor si te llamo ridículamente sexy?

Así de sencillo, la facilidad que había sentido antes desapareció, y mi respiración venía demasiado superficial. No tenía respuesta. ¿Qué podría decirle a eso?

—¿Qué es esa mirada? —preguntó.

No tenía idea de que la multitud de emociones se había mostrado en mi cara, así que me encogí de hombros.

—Actúas como si nadie te hubiera llamado sexy antes. Lo que no puede ser verdad, no cuando te ves de la forma en que te veías esta noche. Apenas puedo mantener mis manos lejos de ti, y nos acabamos de conocer. Estaría avergonzado si no lo hubiera disfrutado tanto.

Eso fue todo. Puede que no haya tenido sexo, pero sabía suficiente para saber cuando un tipo estaba haciendo movimientos en mí. Y extraordinariamente, no me importaba. Lo único que me importaba era el hecho de que él estaba sentado tan cerca de mí, y me estaba volviendo loca. Su mano seguía lentamente acariciando mi tobillo, y si él no me besaba pronto, iba a quemarme. Lo necesitaba.

—Mírame, ni siquiera puedo tener mis manos lejos de ti ahora.

Tragué saliva, pero mi boca de repente se sentía como si hubiera tragado una caja de arena.

Él se incorporó en sus rodillas, y su mano se arrastró desde el tobillo hasta la parte exterior de mi pantorrilla lesionada. Sus caderas estaban a pocos centímetros de mis rodillas mientras se sentaba atónito en el inodoro.

—Dime que no estoy loco —dijo.

No podía hacer eso. No estaba lo suficientemente cerca en ese momento para asesorar a alguien sobre comportamiento racional.

—Dime que puedo besarte.

Eso… eso sí podía hacerlo.

—Puedes besar…

Ni siquiera terminé la oración antes de que sus labios estuvieran en los míos, y mi quemadura fue olvidada por completo.

El profesor. (ADAPTACIÃ"N, Justin Bieber & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora