Capítulo 6

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Me debatí sobre si debería decir algo mientras me dirigía hacia su apartamento. Casi lo mencioné cuando pasamos mi propio coche, pero luego me recordé a mi misma que esto se suponía que era una cosa de una sola noche. Vivía en un edificio más allá del mío. Gracias a Dios. ¿Qué hubiera hecho si vivía justo al lado, y tenía que verle todos los días después del sin-duda terrible sexo que iba a tratar de tener con él?

Llegamos a su puerta.

No había ningún cerrajero.

La piel de mi pantorrilla se sentía caliente, hervía, como si estuviera de pie junto al fuego.

Me lanzó una mirada preocupada, y luego sacó su teléfono.

Pulsó el botón de llamada dos veces, remarcando al último número que llamó.

Se alejó de mí para hablar, y me apoyé pesadamente contra la pared junto a su puerta. Claramente, no estaba destinada a tener sexo. Este era Dios diciéndome que mi destino era ser una monja. Ir a un convento de monjitas, morir virgen y toda esa mierda.

Después de unos minutos Justin regresó, e incluso frunciendo el ceño se veía magnífico.

—Malas noticias. El cerrajero se ha retrasado, y no estará aquí hasta dentro de otra hora.

Sentí una punzada de dolor en la pierna y traté de no gemir de dolor. Fallé.

Se arrodilló, y sus dedos recorrieron mi espinilla, deteniéndose a unos cuantos centímetros a la derecha de mi quemadura. Gracias a Dios me había depilado. Inspiró profundamente, y expiró lentamente por la nariz. Cerró los ojos por un momento, y luego asintió.

—Bien. Bueno, en ese caso, tal vez deberíamos llevarte a Emergencias.

—¿Qué? ¡No!

¿Qué diría Kelsey? Salí con el objetivo de tener relaciones sexuales, y en su lugar terminaría en la sala de Emergencias. Odio mi vida.

—__(tn), la quemadura no está demasiado mal, pero si no empiezas a tratártela, dolerá como el infierno.

Golpeé mi cabeza contra la pared, y soplé el pelo suelto de mi cara.

—No vivo lejos. Podemos ir a mi casa.

—Oh. Vale.

Su sonrisa regresó fácilmente, y por un breve segundo estuve demasiado inundada en otros sentimientos como para recordad el dolor. Él prosiguió—: Vamos a tener que ser cuidadosos al subirte de nuevo en la moto. No me gustaría que te quemaras otra vez.

Me mordí el labio inferior.

 —En realidad... no tenemos que subirnos a la moto.

Arqueó una ceja graciosamente.

—Cuando dije que no vivo lejos, me refería a que vivo en el bloque de al lado.

Ambas cejas se elevaron entonces. Su sorpresa sólo duró un segundo antes de que una expresión diferente cruzase su cara —una expresión difícil de identificar, que hizo que las mariposas en mi estómago comenzaran a tener convulsiones.

—Vayamos a tu piso, entonces… vecina.

Mis rodillas se sentían débiles, y no sólo por el dolor.

Tragué saliva, pero mi boca aún se sentía seca. No me rodeó con su brazo de nuevo, pero sus dedos tocaron mi espalda suavemente, y se quedaron allí mientras caminábamos. Llegamos a mi apartamento en menos de un minuto. Su mano cayó a mi baja espalda mientras rebuscaba mis llaves, y por un segundo, me olvidé de lo que estaba buscando.

Oh, si. Llaves. Para mi apartamento.

En el cual él estaba a punto de entrar.

Conmigo.

A solas.

Para tener sexo.

Sexo.

Sexo.

Sexo.

El profesor. (ADAPTACIÃ"N, Justin Bieber & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora