#1

854 35 0
                                    

Está bien, es suficiente. Esto ya es demasiado.

-"Termina tus estudios"; "deja de decepcionarme"; "soy tu madre, deberías respetarme"; "yo era la que te limpiaba cuando eras un bebé"; "yo te eduqué mejor que esto". ¡Dios, callate!—Me quejé hablando conmigo mismo en murmuros llenos de molestia.—¿Sabes?, andate a cagar... O mejor, yo me voy a cagar.—Cerré mi bolso, y agarré las llaves de la casa. Mi moto destrozada a un lado de su casa.—"¡Bajate de esa chatarra y subite a un auto como cualquier hombre cuerdo!"; "la atropellé estacionando mi auto. Al fin una excusa para que la dejes". Machista y estúpido padre.—Emprendí mi camino con dejos de enojo en mi rostro.—¡AHORA VÁYANSE A LA MIERDA!—Grité por una de las calles, y pateé una roca llegando al fin a la estación de tren.—

Ya nunca más volvería con esa familia. Dios sea misericordioso y no los deje tener más hijos.

Enfermos.

-Pitt, hermano, ¿dónde andas?—Rasqué mi cabeza maldiciendo haberme quedado dormido.—

-No lo sé.—Bufé y giré.—Disculpe, señora... ¿Sabe por dónde andamos?—Su mirada se clavó en mí.—

-Sí, estamos por llegar a la estación 553.—Se dio vuelta y yo fruncí mi ceño.—

-Estación 553.—Repetí a mi amigo, sin saber a dónde se dirigía el tren.—

-Es la estación en la que tenes que bajar, idiota.—Rió y yo rodé mis ojos.—

-Como sea.—Le causé nuevas risas a mi amigo.—Nos vemos.—Corté el teléfono y clavé mi mirada en la ventanilla. Verde. Eso veía. Mucho verde. Sonreí.—

-Disculpa...—Elevé mi mirada hasta una rubia de ojos verdosos.—¿Es tuyo?—Bajé mi mirada hasta sus manos.—

-Sí, gracias.—Asintió y me entregó mi cuaderno. Me regaló una sonrisa y caminó hasta uno de los asientos más cercanos de la puerta. Yo investigué mi propio cuaderno de dibujos, riendo al ver caricaturas de mis padres siendo estrangulados por tentáculos de un pulpo gigante. También sonreí orgulloso del dibujo realista de mi perro difunto ahora; también por culpa de mi padre. Estúpido.—

Por los parlantes, una voz, tal vez, demasiado cerca del micrófono como para que se le entendiera alguna palabra, resonó por el tren. Muchos comenzaban a tomar sus pertenencias, por lo que hice lo mismo, asegurándome de no dejar nada en el camino. A veces podía llegar a ser despistado.

El tren frenó, y las puertas se abrieron. Caminé tranquilo hasta la puerta, llegando a ver cómo la rubia saltaba fuera del tren ansiosamente.

Por curiosidad, salí a ver porque tanta ansiedad por bajar de un tren. Vi como la rubia era elevada del suelo, y daba vueltas riendo. Pude notar que estaba algo emocionada. Recién me percaté de la persona que la había estado levantando, en cuanto se separaron unos centímetros. Una morocha había estado haciendo fuerza para levantarla y girarla. Se abrazaron una vez más, y terminaron en el suelo riendo.

Decidí que ya no iba mirar cosas que no eran de mi incumbencia, y seguí camino a la calle, encontrándome, finalmente, con mi amigo.

-¡Agus!—Se dio vuelta y sonrió. Corrió y nos dimos un fuerte abrazo. No nos habíamos visto desde hace ya siete u ocho meses, no estoy muy seguro, y lo extrañaba, así que era una gran oportunidad venir hasta acá.—

-¡Pitt! Como te extrañé, hermano.—Chocamos nuestros puños al separarnos, y subí mis cosas a su auto.—

-Te bronceaste.—Reímos.—

-Ocho meses en la playa te cambia.—Reí.—

-De seguro que sí.—Reímos una vez más.—

-Abajo.—Abrí mis ojos. ¿En qué momento me quedé dormido?—Llegamos, hombre.—Asentí y bajé agarrando mis cosas. Lo seguí hasta su casa, y que casa.—Herencia, ¿te acordas?

-Sí, me acuerdo.—Reímos.—¿En dónde duermo?—Me enseñó el camino hasta la cuarto. Era lo suficiente grande y cómoda para mí, y ni siquiera había tocado el colchón.—Gracias, Agus... En serio necesitaba esto.

-Todo lo que necesites, te lo voy a dar. Sos mi hermano.—Sonreí mientas nos dábamos un apretón de manos. Él había perdido a su familia, y yo era lo que le quedaba. Y él era mi verdadera familia.—

-Voy a dormir.—Él rodó sus ojos y yo reí.—

-Por Dios...—Salió sin decir más, y yo salté para llegar a la cama y cerrar mis ojos. Al fin un material cómodo en el que dormir.—

Posiblemente soñé con unos duendes, con mis padres, y algo sobre correr mientras gritaba palabras al azar; no recuerdo bien, pero al final desperté. El sol entraba por la ventana, con suerte sin alcanzar mi cara, y decidí que era hora de empezar. De empezar esta nueva vida que voy a intentar.

Bajé, encontrando café en una jarra, y algunas tostadas; todo frío. Miré mi reloj, "7:59 am". ¿A qué hora se despierta este chico? Antes solía dormir hasta las doce.

Tomé mi desayuno frío, porque era rico de cualquier manera y yo moría de hambre. Luego, vi una nota.

"Voy a estar en el mar. No sé a que horas te despertas, así que dejé café y algunas tostadas hechas. Podes hacer lo que quieras si no te gusta, solo no lo tires a la basura. Podes encontrarme en la playa a dos cuadras de mi casa. Buen día".

Sonreí, porque eso se sentía estar en familia; y se sentía muy bien. Me vestí, y, ya a las nueve, hice mi camino a la playa; guiándome también con el ruido de las olas chocando.

Conmigo traía mi cuaderno y mi lápiz, dispuesto a encontrar nuevas aspiraciones para dibujar y aprender más sobre el arte.

Eso era parte de este viaje, también. Aprender de arte, porque en eso se basaba mi vida. En arte que me haga salir de este mundo, en el que mis padres coexisten intentando que todo sea a su manera.

-Hey...—Giré y sonreí.—

-Hey.—Chocamos nuestros puños.—¿A qué hora te despertas, hermano?

-A las seis.—Rió y sacudió su cabeza dejando que agua salpicara. Llegué a cubrirme.—La playa te cambia, viejo.—Me recordó y yo reí.—

-Te creo, tranquilo.—Ambos compartimos algunas risas.—

-¿Qué vas a hacer? ¿Vas al mar?—Negué.—

-Voy a investigar, ver que puedo dibujar.—Asintió y palmeó mi espalda.—

-Cualquier cosa, voy a estar acá o en el mar.—Asentí y salí en busca de una buena posición que me dejara plena vista del lugar. Unas piedras altas, en la cima de una sierra de arena, fueron la respuesta a mi necesidad. Subí y me acomodé, descansando mi cuaderno entre mis piernas para abrirlo en una hoja vacía.—

Tracé líneas, comenzando con el paisaje. Luego fueron pequeños detalles, y más tarde, grandes detalles y definiciones de curvas y figuras en el dibujo. Al terminar finalmente satisfecho, noté que el sol estaba sobre mí, y fui en busca de mi amigo para comer algo.

Y mi tarde se basó en dibujar el nuevo paisaje que hoy conocía. El mismo sol de siempre, pero con otro aire que me decía que nada sería igual ahora. Nada sería como antes, y eso era genial.

De hecho, eso era excelente.

¿Quiénes somos? {Laliter}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora