Yumeno seguía siendo constante en las visitas al hospital. Aún si no veía mejoría en él, aún si sabía que podía morir en cualquier momento, no perdía la esperanza del todo.
Después de todo, le amaba. Le amaba tanto que sentía que su corazón latía mil veces más rápido cuando se acercaba a la puerta de su habitación. Le amaba tanto que sólo deseaba que se curara de una vez para poder enseñarle las mil y una maravillas escondidas en aquella ciudad. Le amaba tanto que sólo quería que fuera feliz, aún si no era con ella.
Ouma poco a poco mejoraba. Ya podía salir por los pasillos del hospital, y ese hecho era algo que Yumeno adoraba. Porque sí había mejorado un poco, eso quería decir que la esperanza no estaba perdida. Que quizás, en unos días, meses, o años estaría recuperado. Que a lo mejor, si reunía el valor suficiente para confesarse, podrían salir a pasear por las calles principales, tomados de la mano como cualquier pareja de adolescentes normales y corrientes.
— Yumeno, ¿qué tal va en clase? —Preguntó de repente Ouma.
Él se preocupaba mucho por las notas de la pelirroja; siempre que suspendia algo se echaba la culpa por ser su principal distracción. No quería distraerla de algo tan importante como los estudios, si llegara a repetir curso por su culpa seguramente se pasaría una buena temporada triste.
— Lo tengo todo bajo control, no te preocupes.
— ¿Segura? Pasas aquí todas las tardes y a veces te escapas de clase para venir a verme, ¿eso es tenerlo todo bajo control, Yumeno? ¿En serio?
— A ver, con todo bajo control me refiero a que mi nota más alta es un siete. —Al notar la mirada del chico, decidió continuar.— ¡P-p-pero no suspendi ninguna vale, tranquilo!
A veces Ouma se preocupaba más por el rendimiento académico de Yumeno que su propia madre. Y a veces, Ouma tenía una vena maternal, aunque suene extraño.
— Sabes que si repites el último año me voy a enfadar. Y no me quieres ver enfadado.
— Kokichi, —El enfermo se sorprendió al escuchar como sonaba su nombre viniendo de Yumeno. Pocas veces lo decía, pero cuando lo hacía era una especie de música celestial para él, como si un ángel lo estuviera diciendo.— está todo bien. No pienso repetir este año, no voy a suspender nada. Te lo prometo, ¿sí? Sabes que yo siempre cumplo mis promesas, y más si son contigo.
— Bueno... Te creeré. Lo prometiste, ahora debes de cumplirlo.
— Lo cumpliré. Lo haré... Por ti.
Y después de esa promesa, pasaron meses. Seguían viendose, riendo de estupideces y pasando el rato. El estado de Ouma mejoraba considerablemente, y eso que en un principio no le dieron más de un año de vida. Pero había estado sobreviviendo, llevando ese peso a cuestas; todo porque Yumeno estaba con él, siempre.
Pero las cosas nunca se quedan quietas, y menos cuando hay sentimientos como el amor de por medio.
Porque sí, ella estaba enamorada de él.
Porque sí, él estaba enamorado de ella.
Y aún así, aún si los sentimientos contrarios cada día eran más fuertes, más notables, no se atrevian a confesarlos. A veces las personas están un poco ciegas y no quieren darse cuenta de lo que sucede delante suya.Hasta que llegó un día en especial. Un día que podría haber sido otro del montón, pero no lo fue. No lo fue por una simple razón, una razón con más fuerza que nada en el mundo.
Ouma estaba definitivamente recuperado. Después de años, después de aquella recta final, ya estaba bien. No más medicamentos, no más hospital, no más nada. Sólo la libertad que le había sido arrebatada dos años atrás.
No tenía familia, mucho menos un círculo de amigos. Sólo a ella, su única amiga. Yumeno era la única que se había estado con él día tras día, apoyándole, afirmándole que todo saldría bien.
Y en uno de esos miles de momentos que pasó con ella, un sentimiento creció, algo más fuerte que la amistad, algo más confuso que cualquier cosa que hubiera sentido antes.
Se había enamorado de Yumeno y ya no podía hacer nada para evitarlo.
En cuanto se dio cuenta de aquello, le invadió el miedo. Miedo a ser rechazado, miedo a que ella tuviera a alguien más, ese tipo de miedo.
Ante la duda decidió actuar. Se lo diría. Le iba a decir lo que sentía, palabra por palabra. Y si ella le rechazaba; no le quedaría otra que aguantarse las lágrimas delante de ella, otra vez.
— ¿Estás bien? Pareces... Distraído.
Estaba pensando en ella cuando la tenía justamente al lado.
— Oye... ¿Puedo preguntarte algo?
No tenía intención de decírselo allí, en la plaza de enfrente del hospital, pero era como si sus palabras salieran solas.
— Claro, ¡dispara! —Dijo animada, haciendo el signo de una pistola con sus manos.
— ¿Te gusta alguien?
De golpe, la sonrisa de la chica se desvanecio. Estaba nerviosa, ¿cómo respondía a eso?
— S-sí...
— Oh, vaya. —Lo dijo con cierto toque de decepción.— ¿Puedo saber quién es?
Cada palabra que salía de la boca del chico la ponía más nerviosa. Llegó un punto que las manos le temblaban y le costaba hablar.
Así que, al ver que las palabras no estaban dispuestas a salir de su garganta, prefirió responder con acciones.
Nunca pensó que su primer beso sería con el chico del que se enamoró en secundaria, con su único y mejor amigo.
Temblaba demasiado, y estaba segura de que tendría la cara igual de roja que su cabello, pero no le importaba mucho. En ese instante, era como si viviera uno de aquellos sueños que tanto tenía. El contacto de los labios de Ouma con los suyos, el hecho de que le hubiera correspondido, la cantidad de emociones que desbordaban en ese momento. Todo era mil veces mejor de lo que había imaginado.
Se separaron. Les faltaba el aire yla vergüenza era lo más notable en ellos. Ambos tenían la cara roja por la vergüenza, pero no podían dejar de mirarse, como si no hubiera más humanos en la Tierra; sólo ellos.
— Tú. —Soltó ella, rompiendo el incómodo silencio que se había formado entre los dos.— Tú eres la persona que me gusta.
Él se acercó a su oído, susurrandole un "te quiero". Ella sólo pudo sonreír, sentirse la persona más feliz sobre la faz de la Tierra.
Después de todo, no siempre todo iba a tener un mal final.
Desde que terminé el original quise hacerle otro final, y aquí está :'3.
Espero que les haya gustado uwu.
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Grey days [OuMeno]
FanfictionHimiko Yumeno es la amiga de la infancia de Kokichi Ouma, y el ejemplo viviente de la frase "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". ¿Quien diría que su fugaz amor tuviera tan trágico desenlace?