Capítulo 1: Mi principe azul.

39 3 2
                                    

Abby insistía en que tenía que asistir al baile de bienvenida con ella esta noche, llevaba días pidiéndomelo y yo aún no aceptaba.

Ella decía que estaba preocupada por mí, que disfrutara de la vida mientras pudiera hacerlo, aunque ella no sabía que yo era feliz así, o por lo menos eso creía. Prefería mil veces estar acostada en mi cama, con comida —preferentemente dulces— y la computadora a un lado mío perdiendo el tiempo sin tener una vida social a estar en un lugar a reventar, con música a todo volumen, bailando y bebiendo como si no hubiera un mañana y, a parte, sin pareja.

Dos chicos ya me preguntaron si sería su pareja (obviamente no al mismo tiempo) pero a ambos los había rechazado, aunque admito que sólo hice eso por una cosa muy absurda: esperaba con ansias a que Cameron me invitara.

Cameron Smith, no sólo era el chico más guapo y popular de toda la escuela, sino que era el chico más perfecto que pudiera existir en toda la humanidad. Bueno, puede que esté exagerando, pero cuando conoces a alguien así, algo casi imposible, ya no hay vuelta atrás y sabrás a lo que me refiero.

—Vamos Dyl, hemos esperado mucho tiempo para esto, no puede ser que ya te hayas echado para atrás sólo porque tu amado no te ha invitado y, créeme, creo que ni lo hará. —Rogó por millonésima vez.

Volteé a verla con incredulidad mientras doblábamos por un pasillo para dirigirnos a la siguiente clase.

—Primero que nada, "hemos" me suena a manada —dije mientras simulaba con mis dedos de la mano derecha unas comillas—, tú eres la que ha estado esperando para ese estúpido baile, yo nunca te aseguré que iría. Y segundo, ¿por qué tienes que ser tan pesimista?

—Dylan, tenemos que ser realistas. —Cambió su tono de voz por uno más serio. Oh, oh. Era rara la vez en que se ponía así—. Él no sabe de tu existencia, ¿cómo invitará a alguien que no conoce? Dime, ¿tú invitarías a alguien desconocido?

Bueno, ella tenía un punto razonable. Y por más que doliera, pudiera ser cierto, aunque...

—Emm, no. Pero ese no es el punto. Claro que me conoce, en séptimo grado me ayudó a levantarme cuando "el gran David" me empujó.

Ese día, todos tenían la urgencia de marchar a la cafetería que recién había sido inaugurada a una cuadra del plantel educativo. En cuanto sonó el timbre una masa de estudiantes salió a toda velocidad, yo no tenía el mínimo interés de salir pronto así que sólo me fui a paso normal, o como diría Abby, a paso tortuga. Apenas iba a salir del establecimiento cuando "El gran David" —conocido así por su considerable tamaño— colisionó conmigo, haciendo que mi trasero se estrellara con la acera gracias al impacto.

Simplemente imaginen a alguien del doble de alto que yo, doble de fuerza, doble de peso, casi era el doble de todo a comparación mío. Y por supuesto que dolió. Con sólo acordarme me vuelve a punzar la parte que fue afectada.

No se volvió a pedirme disculpas, al parecer descubrir la nueva cafetería era más importante que levantar a alguien a quien recién acabas de agredir, aunque no fuera intencionalmente.

Me encontraba demasiado ocupada murmurando insultos a la corriente que no me di cuenta que el glorioso Cameron Smith estaba frente a mí, ofreciéndome su mano para poder levantarme. Al principio, me asombré que alguien hubiera tenido la decencia de ayudarme pero en el instante en que caí en cuenta quién era quedé anonadada con su belleza por, lo que me pareció, más de 5 minutos.

Fue el momento más incómodo de mi vida, de muchos que he tenido y que tendré —y a decir verdad son incontables—, saber que me notó en mi peor momento. Me sorprendió que, a pesar del tiempo transcurrido no haya retirado su mano.  Lo más seguro es que no duré tanto tiempo fuera de mí como lo que creía haber hecho.

Radiate loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora