4.[El armario está cerrado por una razón]

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Todo empezó cuando la madre de Gustavo le encontró, a los cinco años, tratando de probarse una falda de su hermana. La mujer rió al verle y el niño de ojos verdes sonreía maravillado por la ropa que tenía puesta.

"¿No te gusta este oberol? Se vería muy lindo en tí, bebé."

"Prefiero aquella blusa morada con volantes, mami."

"De acuerdo, la blusa será."

Todo era un juego, hasta que Gustavo creció.

"¿Qué te dije de agarrar las ropas de tu hermana?"

"Layla no tiene problema con que las agarre, dice que me veo bonito."

Su preferencia por ropas femeninas era algo que la mamá de Gustavo no podía entender. No lograba captar aquella fascinación que tenía su hijo.

"Los niños visten de colores masculinos, cariño."

"¿Ah, sí? ¿Y cuáles son esos? Para mí todos son iguales."

"Señora, Gustavo vino hoy vestido con una playera de tirantes y un short con lentejuelas. Esas no son ropas para un joven."

"Hablaré con él."

Pero ella no debía hablar con él, si no, apoyarle.

"¡No puedes dictarme que debo vestir y que no! Si yo quiero vestir una falda, visto una falda. Si deseo ponerme un vestido, me pongo un vestido. Si quiero pantalones cortos, me pongo pantalones cortos. Puedo vestirme de la manera que yo quiera, te avergüence o no. Es mi identidad, no la tuya, madre."

Las burlas se hacían cada vez más frecuentes y Gustavo daba por alto a quienes le señalaban, orgulloso de su forma de ser.

"Me gusta una chica madre y le invité a casa."

"¿Una chica?"

"¿Por qué es tan extraño para tí?"

La distancia entre madre e hijo se hacía cada vez más grande, no podía soportar las voces en su cabeza, las que le decían que su hijo era una abominación.

"¿Por qué no vistes como todos?"

"¿Quieres que viva según los estereotipos?"

"Quiero que vivas según lo que es socialmente correcto."

Al Gustavo cumplir los catorce años, su relación con su madre estaba completamente rota. Cada quien se negaba entre si e ignoraba la presencia del otro.

Gustavo no dejó sus gustos.

Y su madre no cambió su postura sobre eso.

"Ese chico no es mi hijo."

"¿Y por qué sale de tu casa todos los días y entra en las noches?"

"Es un niño de mi familia política, es todo."

"¿Mi madre? Ella me abandonó cuando era pequeño." contaba Gustavo a todos. "Prefirió el estereotipo antes que a mí."

Gustavo no tenía nada malo, era una persona netamente normal, pero su presencia recordaba a la de un ruiseñor. Siempre solo, vagando por todos lados, vistiendo aquellas ropas que tanto adoraba.

Le gustaba cantar. Y su voz era preciosa.

Susurros de un ruiseñorWhere stories live. Discover now