Tannia.

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Don't Blame Me.

El eco de la iglesia parece hacer el paso de mis botas aún más seguro, se expandió a través de las altas paredes al igual que los cantos que minutos antes se llenaban de los cantos religiosos.

Me detengo en la segunda fila, pasando hasta la mitad de esta. Mi cuerpo se deja caer sobre la fría tabla de un color marrón rojizo. Mi rostro se gira para mirar a la rubia de mi lado, su vista está fija en frente, pérdida en el fuego de las velas, relamo mis labios y enseguida siendo el nudo en mi vientre formándose. La excitación. La velocidad de mi sangre viajando en mis venas, el cosquilleo en mi nuca junto a la ligera presión sobre mi pecho. Demonios, aún siquiera hablaba y ya estaba excitada.

— Creí que no entrabas a las iglesias.

— Hay algunas que merecen la pena, ¿No, Tannia?.

Su cabello rubio hasta la cintura, un vestido de seda color perla. Mis ojos bailan sobre ella, es hermosa. Su rostro se gira al mío, y estoy segura que casi la siento sentir parar su respiración, sus manos estan arrugando el vestido sobre sus muslos. Alzo mi ceja sin desviar mi mirada, ella me citó aquí, frente a la representación de lo que la ha mantenido oculta bajo ese falso manto de pureza e inocencia.

Un ángel que sólo posee la apariencia se uno.

— ¿Nos vamos ya?.— sus ojos me miran casi pesados, mi mente se divierten pensando que quizás ha pasado parte de la misa imaginando lo que podría pasar luego. Y no la culpo, desde que había aceptado mi oferta para verse conmigo yo tampoco había podido dejado de pensar en algo que no fuera lo bien que podía sentirse estar entre ella.

No doy respuesta alguna, simplemente me levanto y camino hacia el pasillo entre las filas de madera, sintiendo el fuego de la velas a mi espalda, mis pisadas eran fuertes, seguras, casi como si quisiera hacerle a todos los que allí estaban y pensaban que esto, lo que yo era y representaba, estaba mal, que me estaba llevando a una de las suyas.

  Hay algunas acciones que se transforman en una ligera venganza sin siquiera planearlas. En ningún momento me había acercado a Tannia con intenciones de hacer una pequeña burla privada a a Iglesia o el clero religioso. Cuando la vi bailando en el club jamás imaginé que fuera una chica religiosa, su belleza tan angelical era un grito de seducción puro, y yo no había pensando dos veces en intentar acallarlo.

Cuando llego al final del pasillo me giro para ver si me está siguiendo, y allí viene. Los colores de los vitrales, la luz de las grandes velas, su vestido blanco y su cabello rubio casi albino hacian la volvíana viva imagen de un pequeño e inocente ángel a punto de caer en su primer de muchos pecados. Sus ojos se fijan en los míos, y frente a mi está la misma chica que me jalo de los cabellos para comerme la boca mientras bailaba para mi.

Sin poder evitarlo, más bien sin querer hacerlo, uno nuestros labios, mi mano derecha fija en su cadera impidiendo que pueda moverse, y las suyas en mis mejillas, las miradas sobre ambas sólo me excitan más. Sé lo que están pesando, pero también sé lo mucho que lo anhelan.

Los hombres poder vernos llegar al punto en que quizás ellos jamás han logrado llevar a alguna de sus amantes. Las mujeres en dejar de lado sus propias cadenas y poder besar con hambre de algo más que una simple caricia en la calle.

Porque en el fondo el miedo te da la valentía que el confort logra quitarte. Y Tannia era valiente, mi Tannia es valiente. Así es que sus manos dejan mi rostro, para limpiar suavemente un poco de labial de la comisura de los míos. Sin esperar que yo tome su mano se gira hacia en frente, bajando las escaleras de cemento y así caminar hacia el auto que ya reconoce.

Una sonrisa cerrada se aparece en mis labios junto al rítmico latido de mi corazón, suelto un suspiro y cierro mis ojos con fuerza.

— Venir a la Iglesia nunca me pareció tan atractivo.— susurro para mi misma mientras me encamino hacia ella, intentando ignorar las miradas duras de algunas mujeres ya ancianas, ¿Es que acaso creen que no sabemos las cosas que se hacían antes? De algún lugar debe venir ésta hambre de sexo.

No tardamos mucho en llegar a mi departamento, Tannia se pasea por la frente a mi, sus dedos tocan los muebles con delicadeza, su vista se gira sobre mi cuando hago sonar la puerta, haciéndole saber que está dentro, y que el tiempo para arrepentirse se hace cada vez más escaso.

— Quiero que me folles.— sus ojos color miel estan densos, y su voz no titubea. No me lo está pidiendo, es una invitación. Sus dedos suben a su cuello para hacer un movimiento y luego dejar caer el ligero vestido al suelo, nada más que una suave braga, automáticamente mi boca se entreabre y su mentón se alza en orgullo.— y quiero… que lo hagas mirando hacia allá.— mira sobre su hombro hacia la cuidad y sus luces, el bullicio de la gente.

Mis dedos no dejan de picar, avanzo para quedar frente a ella, sin titubeos las puntas de estos se divierten sobre la tela que cubre su centro, una sonrisa se desliza en su rostro, haciéndome saber nuevamente que es esto lo que ella quiere, y es lo que le daré, mis dientes se pegan a su piel, mordiendo, jalando, seleccionando. Ah, su perfume me embriaga y sólo me enciende aún más, hay un imán que me llama a bajar, pero soy una fanática de los malditos juegos previos.

Suerte para mi que elegí un departamento con ventanal, su cuerpo se recarga un poco sobre él, un ligero gemido al sentir el frío de este y sus manos viajan al material transparente cuando mis inquietos dedos hacen a un lado la tela. Mi ceja se alza cuando siento la humedad y mi vista se fija en la suya, delinea mis labios con su lengua sin despegar la mirada.

Es obvio jamás fue un ángel.

— No me culpes.

Burning Red; One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora