7. Y punto

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—¿Damián?

Me separé un poco de él para poder mirarlo, pero sin romper completamente nuestro abrazo. Lo único que yo le podía ver era su cabello alborotado.

Él observaba algún punto en el piso de mi casa, que al parecer era muy interesante.

—Pues... —comenzó a hablar, levantó la cara pero continuaba sin mirarme.

Oh, oh.

Inmediatamente mi cerebro prendió la señal de alarma. Damián no era así, no se andaba con rodeos, las cosas las decía de manera directa, pero sobre todo (y algo que me encantaba de él) es que siempre te veía a los ojos al hablar.

—Digamos que todavía no lo acepta completamente —torció un poco el gesto al decirlo.

La imagen de Karla con su sonrisa de satisfacción (Su maldita sonrisa de bruja) apareció en mi mente, casi como si estuviera aguardando para aparecer en cualquier momento y burlarse de mí.

Una oleada de verdadera rabia, como la que no había sentido en mucho tiempo me invadió todo el cuerpo.

—Genial —exclamé en un tono sarcástico y desdeñoso para nada usual en mí.

Cosa que de inmediato capto la atención de Damián, ya que por fin sus ojos ámbar se centraron en los míos.

—¿Sara? —inquirió mirándome cauteloso, esperando por mi reacción, la que claramente no fue buena.

—¿Entonces a que has venido?

Deje caer los brazos de su cuello y me aleje de él deshaciéndome de sus brazos. Camine unos cuantos pasos para después voltear a verlo.

—¿Acaso vienes a humillarme más? ¿Sabes lo vergonzoso y difícil que fue pedirle eso a tu novia? —hablaba entre dientes, tratando de controlar la rabia irracional que sentía.

Fallé.

—Dime ¿No es suficiente con que me rechacen una vez en un día? Ah no, tienes que venir tu a repetirme en la cara mi estupidez de hace rato —le solté con irritación.

Se puso de pie, camino lentamente unos cuantos pasos hacia mí, con los brazos ligeramente levantados y enseñándome las palmas de las manos. Como se hace cuando te vas a acercar a alguna criatura peligrosa.

Al verlo en esta postura, tan preocupado y cauteloso me sentí mal por mi repentino arranque. Y comprendí que no tenía por qué descargar mi enojo con él, cuando la persona con la que estaba enojada era conmigo misma.

—Espera déjame explicarte... —comenzó a hablar pero lo interrumpí. No quiero que me explique nada, él no tiene la culpa de la situación en la que me encuentro y lo único que quería era ayudarme. Suspire, ya más tranquila.

—No Damián, no lo hagas. No tienes por qué hacerlo. Discúlpame por comportarme así. Gracias por intentar ayudarme, pero no quiero causarte problemas con tu novia. Así que... supongo que... tendré que buscar a alguien más que lo haga —exclamé resignada con la cabeza gacha pero inmediatamente sentí dos fuertes manos que me tomaban por los brazos y ejercían presión.

—Ah no, ni loco —levanté la cabeza rápidamente. Fije mi mirada en Damián, tenía un nuevo brillo en sus ojos ámbar, pero más que eso parecía como si fuera fuego, uno feroz que podía quemarte fácilmente—. Eso ni pensarlo —masculló entre dientes.

Abrí los ojos asombrada por la intensidad de su enojo y más porque él nunca me lastimaba como lo estaba haciendo en este momento. Me quedé callada hasta que vi como poco a poco se tranquilizaba y por último me soltó.

¿Me prestas a tu novio? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora