36. Atardecer

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Respire profundo, llenando mis pulmones del agradable olor a mar y arena. El aire revoloteaba mi cabello suelto mientras la más hermosa de las vistas estaba frente a mí.

El atardecer de hoy se había lucido, como si supiera que hacia unas horas yo había hablado bien de él y quisiera demostrar que lo que dije era verdad. Regalándonos la perfecta combinación entre el azulado oscuro del cielo que se genera a esta hora del día con una franja anaranjada justo a la mitad, dividiendo el firmamento y diversos tonos amarillentos que se van oscureciendo hasta fundirse con el azul del mar que se ve al horizonte.

Cerré los ojos sintiendo la quietud y paz que necesitaba en estos momentos. Grisel, Aline y Estela se habían quedado en el carro. Por lo que nos habían permitido a Simone, Damián y a mi disfrutar del apacible crepúsculo.

Sentí el roce de una mano colándose entre la mía, entrelazándose y dándome un ligero apretón que me obliga a abrir los ojos.

—¿Qué tal la vista? —Damián me sonrío de manera apacible, encajando perfectamente con el ambiente.

Lo veo directamente a los ojos, y es ahí donde comprendo porque me encanta tanto el atardecer. Las tonalidades de sus iris se asemejan al más hermoso de los crepúsculos, sus ámbares me devuelven la mirada, esperando una respuesta a su pregunta. Pero honestamente estaba disfrutando tanto del espectáculo que era verlo bajo los últimos rayos de sol, que no quería romper el embrujo al que parecía me habían sometido. Al final contesto con un susurro:

—Maravillosa.

El clic de una cámara nos alerta de la presencia de mi prima, quien había terminado de fotografiar el atardecer.

—Definitivamente son mi pareja fotogénica favorita —comenta con ensoñación mientras nos saca otra foto.

—¿Lista para cenar? —cuestiona Damián viendo a Simone.

Ella saca una última fotografía antes de quitarse la cámara del rostro y asentir.

Los tres nos dirigimos hacia el lugar donde habíamos dejado el carro.

En cuanto entramos las gemelas comenzaron a quejarse de los mosquitos que había y de que nos habíamos tardado. Simone les recordó que les habíamos advertido para que se pusieran repelente, pero que no habían hecho caso.

Aún así las gemelas no desistieron, y continuaron quejándose. Sin embargo, Damián subió el volumen de la música lo suficiente como para sofocar sus voces en la parte de en frente. Y comenzamos nuestro camino hacia la plaza principal de San Blas.

Durante el trayecto Simone y las gemelas venían discutiendo las ventajas y desventajas de las ciudades grandes y las ciudades chicas. Simone argumentaba que había menos bullicio y no había tanto tráfico en las ciudades pequeñas, y las gemelas defendían las ciudades grandes porque había más tiendas de ropa y antros. Grisel opinaba de vez en cuando y para mi sorpresa también decía cosas en favor de las ciudades pequeñas.

Sin embargo, no preste tanta atención a los detalles de su debate, pues me tenia más intrigada lo callado y taciturno que había estado Damián.

Se notaba claramente que algo le preocupaba y me encantaría saber que era, pero él solía ser muy discreto con cosas así. Además, la presencia de mis primas no nos permitía tener una plática fluida. Incluso no habíamos intercambiado casi ninguna palabra en lo que iba de viaje del viaje.

Me devane los sesos intentando descubrir la razón por la que pudiera estar así. Y me di cuenta de que su actitud había sido esa desde la mañana, así que cabía la posibilidad de que no solo fueran mis primas y sus quejas las que lo tuvieran en ese estado.

¿Me prestas a tu novio? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora