El bullicio de la gente fue disminuyendo poco a poco, el calor se estaba intensificando cada vez más pero aun no era insoportable, las personas afuera caminaban aceleradas o relajadas, tenían expresiones tristes, felices, preocupadas... Era una mañana perfectamente normal, aburrida y rutinaria. La cafetería quedaba totalmente desierta luego de que pasaban las 9 de la mañana, su silencio abrumador resultaba incomodo luego de un momento debido que nadie del personal hablaba con el otro a menos que fuera estrictamente necesario, a pesar de eso, ninguno dudaría en ayudar al otro si lo necesitase, algunos, como yo, sacábamos nuestros cuadernos bien fuera para estudiar o dibujar, el cual era mi caso, otros tomaban pequeñas siestas y los pocos que podían permitirse un teléfono, los sacaban casi a escondidas para no ser un objetivo fácil de cualquier ladrón. Esa era la vida de la mayoría de nosotros, trabajar para no morir.
Cuando el reloj de pared marca las doce del mediodía, decido guardar el cuaderno y esperar pacientemente a mis clientes fijos, la puerta suena anunciando la entrada de alguien y sonrío al ver quiénes son. Francisco Roberts y William Vólkov, dos policías muy divertidos que vienen todos los días a la misma hora. El señor Roberts, un hombre gordo, canoso y adorable es mucho más viejo que Vólkov, ya que este último tan solo tiene unos veintiséis años.
-Señorita Dominick.- Río.
-Roberts, dejémonos de formalidades, por favor.- Digo mientras lo abrazo por encima de la barra.
-Algún día, cuando dejes de llamarme "Roberts" o "Señor Roberts".
-Eso jamás sucederá.- Me suelto sonriendo y el niega con la cabeza, miro a su acompañante.
-Hola, William.- Escucho un quejido.
-¡Con el si no hay formalidades!- Reímos.
-Hola, preciosa.-Sujeta mi mano y la besa, sonrío incomoda y separo mi mano lentamente para luego limpiarla con disimulo de mi pantalón. Me dirijo a la cafetera y preparo el café del señor Roberts y saco cuatro pastelillos, los introduzco en el microondas y luego de unos minutos llevo todo a donde ellos se encuentran.
-Aquí tiene, señor Roberts.- Rueda los ojos y yo aguanto la risa, me giro hacia Vólkov.
-¿Seguro que no quieres nada, William?- El me mira fijamente y dice "A ti" en un susurro intentando que nadie lo escuche, fallando en el intento, aparto la mirada incomoda.
-Al joven Will le gusta cocinar por eso nunca come aquí, trae almuerzo.- Habla Rogerts mientras come uno de los pastelitos, ajeno a lo que el chico a su lado acaba de susurrar.
William Vólkov, es una persona muy agradable y divertida, amaba pasar mucho tiempo con él, incluso pasaba incontables noches en su casa junto con Grace o algunas veces sola... Hasta que el decidió que quería más, desde entonces la tensión entre ambos es notoria para mí, sus insinuaciones me incomodan, tanto como para querer alejarlo.
¿Me gusta? Tal vez sí o tal vez no, solo sé que no quiero confundirlo todo solo con un simple aprecio.-¿Y Grace? –Pregunto Vólkov luego de unos incomodos minutos.
- Oh, esa hermosa niña que siempre me llama abuelo. –Dijo risueño el señor Roberts, reí.
- Está muy bien, es una excelente estudiante y crece perfectamente sana.-Respondí con orgullo y ambos me miraron con ternura. Alcé una ceja y observe la hora, pronto saldría Grace.
-¿Tú cuando piensas reincorporarte a los estudios, jovencita? –Dirigí mi mirada hacia Roberts que me apuntaba con un tenedor y me miraba con una de sus cejas enarcada. Suspire.
-No puedo...
-¡Por supuesto que puedes! Mi querida Alicia y yo te hemos propuesto cuidar a esa hermosa niña e incluso pagar tus estudios si es necesario.- Negué con la cabeza, no podía dejar que hicieran eso.