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Un rayo de luz se escapaba por las tablas que cubrían mi ventana, miraba con fijeza aquella luz rebelde, había disminuido su resplandor dado que hace un rato pegaba directamente en mi cara, me molestaba tanto que había decido darle la espalda para que notara que no estaba interesada en su resplandor, cuando ya no sentí más el picor que me causaba en la nuca voltee de nuevo, estaba despierta desde temprano pero no había sido aquella molesta luz la que me había despertado ni siquiera la estúpida alarma que vibraba como si algo la hubiese poseído. No, eso no me había despertado.

El fuerte estruendo de la puerta de entrada, mi papá llamando a gritos a mi madre y el sonido del cerrojo de mi habitación me despertó, escuche a mi mamá diciéndole a papá que bajara la voz porque sus hijas dormían y este callándola a gritos, golpes e insultos, mamá gritaba de dolor y mi padre borracho fallaba algunos golpes que aterrizaban en el piso, eran las 3:30 am y ya yo no soportaba estar en la cama, quería salir a defender a mi madre pero la última vez que lo hice ambas salimos lastimadas, casi sin poder movernos ¿El? Se fue a tomar y apostar, me prohibieron volver a hacerlo y para asegurarse nos encerraban, esa era la rutina, volvía de madrugada borracho, mamá nos encerraba, golpeaba a mi mamá, se iba de nuevo a las 5:30 am y nuestra madre nos habría la puerta a las 6:00 am. Temía que esto se volviera costumbre.

Una vez intente hacerle entender a mi mamá, le explique que los golpes no son amor, que si le grita no es amor, que si la humilla no es amor, que si le duele no es amor, pero le había lavado el cerebro de una forma increíble, la hizo creer que depende de el en su totalidad y ella empezó a depender de el en totalidad, ese día me lleve la paliza que más me dolió en toda mi corta vida, no porque sus golpes fuesen muy duros o porque me golpeo con todo lo que encontró y luego me mando a mi cuarto por días sin comer y sin salir, no, me dolió porque descubrí que no podía salvarla de la boca del lobo.

Mi hermana Grace es diez años menor que yo, es una niña tremendamente inteligente por eso sabía que ella entendía lo que pasaba, hablaba con ella y le explicaba que si alguna vez esto le pasara ella debía llamar a la policía y cortar toda relación con esa persona.

-¿Y por qué no llamamos a la policía?- Había preguntado Grace inocentemente mientras caminábamos por aquel bosque, nos detuvimos y me puse de cuclillas frente a ella.

-Ya lo hice, cariño.

-¿Y qué pasó?- Le sonreí.

-Mamá dijo que era mentira, que la amaba y no hacía nada malo. Ese día papá no la golpeo pero a mí sí.- Bajo la cabeza con tristeza y se la levante tomándole de la barbilla.

-Yo jamás dejare que te pase algo, ¿Esta bien? Jamás permitiré que te pase algo si esta en mis manos evitarlo,

-Sí.

-Ahora muéstrame una sonrisita.- Le hice cosquillas para que riera y esta salió corriendo.

-¡Ven aquí, pequeña traviesa!

Mi hermana vivía y escuchaba todo por eso no valía la pena ocultarle algo. Quite la vista de la luz cuando empezaron a arderme los ojos, me voltee hacia el despertador, eran las 5:30 am, me sorprendía que el solo estuviese tan reluciente, dentro de treinta minutos mi madre abriría las puertas y yo debía correr al cuarto de mi hermana para que estuviese lista para ir a clases, me dirijo al baño que tengo dentro del cuarto y luego de vaciar mi vejiga, cepillarme y bañarme, salí a vestirme. No tenía mucha ropa por lo tanto mi look no era muy variado, voltee hacia el espejo, mi cuerpo era demasiado delgado porque en la casa escasea el alimento, mi comida se la daba a Grace, mi cabello largo negro estaba recogido en un moño y mi infaltable suéter gigante me acompañaba. La puerta sonó anunciando que se había quitado el seguro, mire hacia la alarma para relajarme al saber que era hora de salir. Mamá no entraba, solo quitaba los seguros y se iba a su habitación, espere dos minutos y corrí a la habitación de mi hermana. Al entrar está me esperaba sentada en la cama.

-Vamos, pequeña.- La apresure, Grace corrió al baño como si de flash se tratase y yo busque su uniforme, al salir del baño la ayude a vestirse y una vez lista la tome de la mano, salimos de la casa y corrimos a la parada de autobús. Mientras esperábamos yo trenzaba su mojado cabello.

No me preocupaba por el desayuno ni el almuerzo de Grace de lunes a viernes dado que en su escuela se lo daban pero los sábados, los domingos y las cenas era inevitable no torturarse pensando qué comería, subimos al autobús cuando llego, podía pagar unas pizzas este fin de semana, sabía qué hace mucho deseaba comer una.

-¿Quieres que cuando salga de trabajar vayamos a comer pizza? –Pregunte cuando estuvimos frente a su colegio, Grace me miro con asombro y una sonrisa radiante se extendió por su cara.

-¿En serio? ¡Sí!- Reí por su emoción.

-Está bien, pero corre que todos están entrando.-Me abraza y luego sale corriendo.

-¡Adiós, Valerie! –Grita agitando su mano cuando está cerca de la entrada y le devuelvo el gesto.

Cuando la vi entrar, fui de nuevo a la parada de autobús para ir a mi trabajo. Tenía un par de años trabajando en aquella cafetería y aunque era buena la paga, no era suficiente, debía mantener a Grace, a mi madre y a mí, debía correr con los gastos de la casa porque mi madre apenas podía moverse luego de que pasara la hora infernal, compraba medicamentos y cremas para que pudiese estar mejor. Al llegar a la cafetería observo que está llena y me emociona porque eso significa más dinero, sin embargo, cuando mi mirada ve el reloj que está en la pared noto que es tarde y corro a cambiarme.

Al salir de los vestidores, me pongo a llevar rápidamente pedidos, será un día largo y cansado.

ExóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora