Las primeras dos horas de la jornada laboral pasaron como un huracán. A la rápida atención de los miles de clientes que acudieron Micaela tuvo que sumar la mirada insistente de su encargado. No le quitaba la vista de encima, la sentía sobre todo en su cuello, cuando estaba de espaldas. Cuando llegó su descanso, se acercó a él.
—Martín, ¿estoy haciendo algo mal?
Él terminó de dar unas órdenes a un chico nuevo y se volvió hacia ella; otra vez la mirada resbaló por su cuello.
—Micaela... —Saboreó el nombre—. No, todo está bien, ¿por qué?
—Porque, no sé, siento que me estás observando. —Se sonrojó.
—Tal vez. —Sonrió—. Es que hoy te ves distinta. Algo como... luminosa.
—¿Luminosa?
—Sí, es raro, no me había dado cuenta antes, pero hay como una luz en ti.
Micaela lo miró extrañada, esperando que aclarara un poco más, pero él se quedó como embobado y después una fina línea de saliva se le escapó por la comisura de la boca. Micaela retrocedió y estaba a punto de decirle algo cuando el chico nuevo se acercó a Martín.
—Eh, ¿señor? —dijo el chico tímidamente—. ¿Señor? No sé cómo... no entiendo cómo...
El encargado se despertó y centró su atención en el muchacho. Micaela aprovechó ese momento para irse a la oficina trasera, donde los empleados podían comer un rápido almuerzo y descansar un poco antes de volver al trabajo. Por suerte, el resto de la tarde el encargado estuvo bastante ocupado y Micaela pudo evadirlo.
Cuando terminó su jornada, salió de allí apresurada y ni siquiera se cambió de ropa. Algunas compañeras trataron de invitarla a salir con ellas, pero Micaela se excusó con rapidez y se alejó de allí a las corridas. Se volvió hacia atrás varias veces, era la única que iba en esa dirección.
Aunque todavía era temprano, en la calle ya se respiraba noche. La parada del colectivo estaba vacía y Micaela supuso que un coche había pasado recién. Tal vez tendría que esperar bastante al siguiente.
Después de varios minutos, comenzó a bailar en el lugar tratando de quitarse el frío de encima, pero sentía los pies congelados aun con las medias gruesas que llevaba bajo las botas.
Empezó a soplar un viento muy fuerte y Micaela se abrazó a sí misma. Le pareció que el entorno se volvía más oscuro, aunque tal vez se debiera a que no pasaba ningún auto por la calle y había poca iluminación.
La zona estaba desolada y Micaela comenzó a rogar que apareciera alguien. Ya había decidido que, si no llegaba un colectivo y pasaba un taxi, lo tomaría de todas formas, aunque solo fuera para alejarse de allí.
El viento se hizo más insistente y ella comenzó a temblar. Las sombras comenzaron a alargarse a su alrededor, a enroscarse en torno a ella. Ya no era posible distinguir la cuadra siguiente y Micaela se asustó. Sin embargo, no podía moverse.
A medida que el viento se arremolinaba, empezó a oír voces, un murmullo grave, tosco, confuso y algo ronco. No distinguía palabras, pero estaba segura de que las había. Se esforzó por enfocarlas, sentía que casi estaban allí. Cerró los ojos y se concentró en el sonido, tanto que ya no sentía el viento frío a su alrededor. Se le relajó el cuerpo y sintió las voces vibrar en su interior, lo cual la tranquilizó.
La atacó un sopor cada vez más fuerte, tanto que ya no le importaba tratar de entender lo que decían las voces. El ronroneo la acunaba y ella se dejaba llevar. Estaba a punto de perderse, cuando unos dedos se le clavaron en los brazos y sintió un aliento cálido en la cara.
ESTÁS LEYENDO
Brujas anónimas - Libro I
Fantasy¿Y si un día descubrieras que existe un mundo fantástico dentro de tu propia ciudad? Nouvelle orientada a un público juvenil y con una temática fantástica. Se desarrolla en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en el tiempo actual. Sigue la his...