Epílogo

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El almuerzo del domingo era todo un acontecimiento en la casa de Mariana. No solo estaba la familia a pleno ―Eva, Andrés y seis hijos―, sino que también acudían parientes lejanos y amigos de la familia.

La mesa estaba tan colmada que apenas era posible mover los brazos sin dar un codazo a la persona que se tuviera al lado. Aun así, todos se mostraban felices. La charla no cesaba un segundo, aunque había momentos de crescendo y otros de murmullos, jamás llegaba al silencio.

Micaela estaba sentada a la mesa, con su madre y con Mariana, una a cada lado. Estaba muy feliz porque su madre ya podía levantarse de la cama, y se la veía muy animada. Pero una parte de ella sentía nostalgia. Por la casa a la que no volvería y por la vida que había dejado atrás, y por las personas que faltaban.

«No puedo pensar en eso todavía», se dijo.

Todo había concluido el día anterior, un frío sábado de inverno. Ese domingo a la mañana se había despertado otra vez en la casa de Mariana, pero esta vez no en su cuarto. Sino en uno más grande, con una cama enorme: la habitación de los padres de Mariana. Al darse vuelta, había visto que ella dormía en el otro extremo.

No había pasado mucho tiempo antes de que Nesi apareciera saltando dentro de la cama y Gilda y Eva entraran en la habitación.

A partir de allí había caído una explicación después de otra, y vuelta a empezar cuando Mariana se despertó.

Se ofrecieron muchas disculpas en un mar de lágrimas que ningún hombre osó interrumpir. Poco después se unió Marisa y se renovaron las historias, los planes, los acuerdos. Se decidió que Micaela y Marisa se mudarían allí, por lo menos de momento.

El trabajo de Micaela sería investigado antes de que le permitieran regresar y comenzaría su entrenamiento en el mismo grupo en que estaba Mariana. Quien también la acompañaría a la facultad cuando fuera posible. Como no había otra opción, Nesi se quedó con ellas.

Antes de ir a su casa por última vez, a buscar todo lo que pudiera rescatar de allí, la familia de Mariana les preparó un almuerzo de bienvenida.

Es tu ingreso oficial a nuestra sociedad, le había dicho Mariana, Brujas Anónimas en Bs. As. a que tiene pega, ¿eh?

—¿Mica, estás bien? —preguntó Mariana volviéndola a la realidad de la mesa.

—¿Eh? Sí, solo estaba pensando.

—Todo estará bien, hija —dijo su madre apoyando una mano en el brazo de Micaela—. Iremos poco a poco. Lo importante es que estamos juntas y tenemos gente que nos ayuda y a quienes les importamos.

—Sí, mamá. —Sonrió tímidamente Micaela.

Echó una ojeada a su alrededor, Nesi la saludó desde el centro de la mesa, donde estaba inspeccionando las fuentes de comida. Micaela inspiró y espiró lentamente.

Esa sería su familia a partir de hoy, y también su nueva vida. Todavía no estaba segura de poder aceptarla.

—Poco a poco —musitó para sí y tomó el tenedor.

Miró la comida frente a ella durante un segundo y luego, con decisión, tomó el primer bocado.

Brujas anónimas - Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora