Marioneta.

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Amy aún sentía la mano adolorida, ese loco había estado a punto de salirse con la suya, en el tiempo que lo conoció jamás pensó que sería de ese tipo de persona, extraño sí, incluso repelente, pero jamás un loco que estuviera obsesionado con ella hasta tal punto.

Viviendo en una realidad diferente a la de ellos.

No había resultado extraño escuchar que lo habían declarado inestable de sus facultades mentales, donde vivía en un mundo alterno.

Perfecto para él.

La táctica que había usado fue de lo menos ventajosa en ese momento, ya que lo pensaba con más calma. Lo había besado y ni aun así se libró del golpe que le había lanzado a Lucas.

— ¿Por fin te has dado cuenta? Ya era hora linda..., no me gustaba tener que continuar este juego raro, ¿vamos a casa sí? Prometo que ya no veré la televisión tan alta —comenzó con una sonrisa retorcida.

—Conor, ¿por qué dices eso? Sabes que no vivimos juntos —contraatacó alejándose de él unos pasos.

— ¿Por qué sigues negando todo lo que vivimos? —lloriqueó tratando de acercársele.

—Tú estás demente, entiende, nunca vivimos juntos, ¡no somos si quiera amigos! —exclamó tomando toda su valentía y se acercó de nueva cuenta. — ¿No puedes entenderlo? No estás bien, no me importa que veas la televisión alta porque no vivimos juntos. ¡Porque no me importa si te quedas sordo viendo tus estúpidos programas, probablemente de psicópatas! Dime, ¿por qué yo, qué tengo yo que no me puedes dejar en paz?

Lucas ya estaba tras de él, preparado para atacarlo. Pero necesitaba unos pocos segundos más de distracción.

—Cállate, tú vendrás conmigo, ¿quieres saber por qué no puedo dejar de pensar en ti? Porque desde la primera vez te vi pensé que eras perfecta y tenías que ser mía y lo eres, ahora, deja de hacerte la difícil y vámonos.

Amy sintió que no podía más, si ese idiota se creía con el derecho de meterse en su vida, le demostraría que todo lo que había sufrido esos años, no había sido en vano.

— ¿Crees que me iré así como si nada? —y con eso, acortó esa distancia que los separaba, dándole un fuerte golpe con el puño derecho directo en la nariz.

La mano le escoció, sabía que la adrenalina estaba sirviendo de anestesia.

—No me parece que te irá muy bien donde sea que vayas, que te haya roto la nariz una chica debe ser completamente patético —susurró cerca del oído de Conor, el otro chico. —Prepárate para estar encerrado muchos años, más de los que podrás contar.

Las sirenas de las patrullas se hacían más claras, y durante ese segundo el recuerdo de sus hijos huyendo.

¿Dónde podrían estar?

Sin revisar nada a su alrededor, trató de salir corriendo en busca de los niños que debían de estar completamente asustados y esperaba con todas sus fuerzas que bien.

—Hey, ¿A dónde crees que vas?

—Los gemelos —respondió y trató de huir de nueva cuenta, pero ya era demasiado tarde. Los agentes ya estaban ahí, tomando el cuerpo inconsciente de Conor a la patrulla.

—Lamentamos la tardanza jóvenes, pero nos fue imposible llegar antes —se disculpó el oficial. —Tenemos que tomar sus declaraciones, si gustan acompañarnos por favor.

Voto de Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora