Cambio.

1.6K 109 3
                                    

En ese instante, ella se quedó congelada, ¿qué debía hacer? ¿Por qué lloraba? Su rostro se levantó de repente y todo parecía un desastre. Su mirada se veía completamente perdida, sus manos temblaban sobre sus rodillas, parecía que acababa de ocurrirle una tragedia.

—Ah...—susurró, parecía tener problemas para respirar, después de eso tosió violentamente, tratando de alcanzar a la nada en la pequeña mesa del comedor.

—Tranquilo, ahora, vas a respirar despacio, inhalas y exhalas el aire por la boca.

Finn obedeció las órdenes, cerrando los ojos que habían dejado de producir lágrimas. Lo único que escuchaba era su dificultosa respiración, mientras que Amy servía agua fría en un vaso.

—Bebe.

Después de eso, el silencio que se creó entre ambos fue incómodo, nadie se atrevía a decir nada, solo el cachorro que rondaba en la estancia alteraba la quietud.

— ¿Estás mejor? —quiso saber ella.

Ahí estaba de nueva cuenta, la expresión fría de Finn Harries, tomó partido en su rostro, pero parecía roto, algo no encajaba.

—Eso creo...

Amy se preguntó si había cometido un error al ofrecerle su ayuda y traerlo a su casa, podría sufrir de personalidad múltiple o ser esquizofrénico. Juntando todo el valor que tenía, dio un paso y tomó asiento en la única silla solitaria que quedaba.

— ¿Cómo lo logras?

—Lograr, ¿qué? —para ser alguien que había optado por no emitir palabra en diez años su voz no sonaba para nada mal, al contrario, no estaba ni rasposa ni oxidada, tenía un timbre bastante bueno, lo bastante grave para ser atractiva pero sin sonar como un locutor de radio.

—Pausada y neutral —concluyó ella perdida en sus pensamientos.

— ¿Pausada y neutral? —repitió Finn sin entender de que hablaba.

Cayendo en cuenta de su error, volvió al mundo real y se dedicó a estudiarlo por un momento, estaba delgado, los pómulos resaltaban mucho contra su piel pálida. Definitivamente solo comía cuando iba al café, pobre sujeto.

— ¿Quieres algo de comer? No tengo demasiado en el refrigerador en este momento pero... de algo servirá —ofreció con una media sonrisa.

Él cerró los ojos y soltó un largo suspiro.

Todo en él era extraño y estaba enmarcado por el misterio, parecía una caja de Pandora, y desgraciadamente al romper el voto de silencio que firmó con el mundo ajeno a sí mismo, los secretos y atrocidades que podía guardar estaban a punto de salir.

—No tienes que preocuparte por mí. Debería de irme en realidad —agregó levantándose y tratando de ubicarse mentalmente en un barrio que no conocía. Sintió como unas patitas le golpeaban la pierna, puso una mueca llena de disgusto, estuvo a punto de patearlo, pero se contuvo, no era como cualquiera animal que estaba en la calle, era la mascota de alguien.

Alguien que lo ayudó.

Finn observó el pequeño espacio y se abstuvo en hacer algún gesto, ese lugar era del tamaño de su baño, se preguntó qué tan distintas serían sus vidas, qué tanto lo habría afectado, y la respuesta ahí estaba, desde ese día no había tenido compasión por los animales, persona o cosa que no fuera él.

—Quédate a cenar, estás muy delgado, además debes de tomar un taxi —le sugirió tomando unas cuantas cosas de la alacena y cerrando del refrigerador —.No conoces los alrededores así que puedes tener problemas con eso.

Voto de Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora