Prefacio.

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—¿Flor?

Una voz femenina hizo que sus ojos se abrieran. La luz blanca la cegó, y por instinto, tuvo que cerrar nuevamente sus ojos para protegerlos.

Su cuerpo le dolía, su cabeza latía como nunca y la confusión en su rostro era fácil de interpretar. No sabía cómo había llegado ahí, ni siquiera sabía dónde era ahí, pero le asustaba. Esbozó una mueca de dolor cuando trató de moverse un poco de la posición incómoda, y parpadeó varias veces para adaptarse a la luz de la habitación.

—Ay. —se quejó. ¿Por qué sentía que su cuerpo estaba lleno de clavos? No entendía por qué le dolía tanto todo.

—¿Estás bien? ¿Podes moverte? ¿Llamo a alguien? —escuchó como le preguntaba una voz, la misma voz que pronunció su nombre apenas despertó.

Florencia, en ese momento acostada en lo que parecía ser una camilla, tomó asiento y apretó con fuerza las sábanas blancas, sintiéndose repentinamente ansiosa y nerviosa por tantas preguntas que apenas entendía.

Finalmente, alzó la cabeza con cuidado y recorrió con la mirada toda la habitación, hasta que sus ojos se posaron en la mujer frente a ella, y supuso que era la misma que le había estado hablando desde que abrió sus ojos. Emanaba preocupación por lo poros, sus ojos estaban rojos y Flor pensó que había estado llorando, y su particular cabello pelirrojo estaba medianamente desprolijo.

El ceño fruncido de Flor se incrementó un poco más, y a medida que pasaban los segundos, la confusión inundaba sus pensamientos y todo su cuerpo, reaccionando en consecuencia.

Pero no habló, y eso hizo que la joven pelirroja junto a ella se acercara hasta su camilla.

—Flor, ¿estás bien? Por favor, decí algo gordita. —insistió la mujer desconocida con la voz entrecortada y estiró su mano para agarrar la ajena.

Florencia, en cambio, se soltó de su agarre, y miró con miedo y preocupación a la chica frente a ella. ¿Cómo sabía su nombre, y por qué pensaba que podía tratarla con tanta familiaridad?

—¿Quién sos y qué hago acá? ¿Por qué estoy en una camilla? Quiero ver a mi papá y a mi hermana. —suplicó la pelinegra, con la desesperación palpable en todo su cuerpo y timbre de voz. La angustia que estaba sintiendo en ese momento por no entender nada se había posado en su pecho y esparcido por todo su cuerpo, despertando varios tics.

Y cuando la primera pregunta salió de los labios de Flor, el mundo de Jazmin se desmoronó por completo.

Panic Cord. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora