Flor miró la casa que tenía frente a ella después de haber bajado del taxi. Sus ojos se abrieron de la sorpresa y miraron con detalle cada parte de la vivienda y del terreno. La verdad que no le sorprendía, porque después de haber cobrado los dos millones de dólares se imaginaba que Virginia hubiera gastado en tan lindo hogar. Y más sabiendo que era no solo para ella, sino que para su familia.
Tragó saliva y caminó por el camino de piedritas que conducía hacia la entrada de la casa. Sus tacos medio que se le hundían en ellas pero trato de pisar bien y con cuidado antes de caerse de jeta al piso.
Una vez que llegó a la entrada, tocó el tiemble una y dos veces. Esperó pacientemente y luego de unos minutos escuchó unos gritos de chicos que se iban acercando a cada segundo. Para cuando escucho la llave de la puerta abriéndose, los gritos ya se escuchaban con claridad.
Virginia sonrió cuando vio a su hermana y le dio un fuerte abrazo que casi la deja sin respiración, pero después de separarse, supo que se iba a morir al ver unos gemelos de 2 años abrazados a sus piernas como garrapatas. Inmediatamente Flor se agachó para ponerse a la altura de los pequeños y por instinto les dio un fuerte abrazo. Una sonrisa se hizo presente en sus labios y varias lágrimas de emoción inundaron sus ojos, pero no se permitió llorar.
—¡Tita! —gritaron los dos nenes a la vez mientras saltaban como máquinas, provocando una carcajada por parte de la pelinegra.
—Hey, hola bombones. ¿Cómo están? —preguntó Flor con una sonrisa en su rostro. Esos bebés eran hermosos. Tenía ganas de comérselos a besos.
—Bien, tita. —dijeron los dos con un poco de dificultad. Luego de haberle dado un último abrazo a su tía favorita, corrieron escaleras arriba y desaparecieron mientras jugaban y reían.
Flor se incorporó y observó con dulzura cómo sus sobrinos correteaban por la casa y desaparecían de su vista. Tomó su cara entre sus manos y respiró hondo. Tenía dos sobrinos de repente, y era hermoso pero le asustaba a la vez. Tan de repente que le dificulto un poco la respiración.
Virginia estaba por acercarse y decirle algo, pero Flor la detuvo con la mano y trató de calmarse a ella primero, quería tener el autocontrol.
—No te preocupes mh, es solo que estoy emocionada. —dijo con la voz rebosante de felicidad aunque el aire le faltara.
Su hermana sonrió con ternura y soltó una carcajada. La verdad es que se alegraba tanto de verla así a su hermana aunque fuera por un ratito.
—Está bien, no te preocupes —dijo, tomó la mano de su hermana para que entrara a la casa y deje de estar afuera aún con la cara de shock—. Veni, quiero que conozcas a Javo.
Flor asintió con entusiasmo y se dejó llevar por la mano de Virginia, quien la iba guiando por toda la enorme, cabe aclarar, casa. En medio del camino le iba mostrando todo, los muebles, habitaciones, jardín, hasta las fotos que había en las paredes de ellos.
—Fuaaaaa, que poronga linda te estas comiendo, turra. —dijo Flor con diversión, y le dio un codazo a su hermana en broma.
—Ay, viste. Esta re bueno. Basta nena, callate y vayamos a que lo conozcas. —dijo siguiéndole el juego a su hermana y la fue empujando hacia la cocina.
Una vez que entraron las dos a la cocina, un olor a pasta la invadió y Flor no pudo evitar cerrar sus ojos, casi con la baba cayéndose del hambre que tenia. Y se volvió aún más loca cuando vio que había distintos tipos de ensalada en la mesada.
—Hey, Flor. —saludó un hombre alrededor de los 30 años, y Flor pudo reconocer que era Javo debido a las fotos que había visto hace unos segundos atrás. Él estaba cocinando todo, con los gemelos a su lado mirándolo como si fuera su ídolo. La imagen le dio ternura y su corazón se derritió un poquito más.