Ésa tarde, llovía por las pasarelas de la triste ciudad donde nuestras esperanzas caían derretidas ante la dulzura de la pena. Mi nariz estaba helada, al igual que las de mis hermanitos, y todo era demasiado alto: nuestro dueño caminaba desesperado, hablaba rápido con la gente, y la caja donde nos llevaba temblaba tanto y más que él.
Mi hermanita mayor intentó salir de la caja de lo estresada que estaba. Dentro de la caja y bajo la enorme manta de lana sintética que nos cubría, hacía mucho calor. Éramos bolas de algodón intentando saltar de un lado a otro, cariñosos y asustados, ansiando salir de aquella caja, la misma donde nuestros corazones latían desenfrenados hasta darnos ganas de llorar.
Yo ya lo hacía, envuelto en miles de estrellas de plata y húmedas, cayendo por los límites de mis ojos enormes y oscuros. Me acurruqué contra la esquina más cercana de la caja mientras la manta se apartaba, una gota caía sobre la cabeza de mi hermanito menor, y una mano enorme y ajena tomaba a mi hermanita menor. Mi hermanito menor intentó alcanzarla mientras mi hermanita mayor lo mordía de su orejita para que se calmara, todos aún alterados.
Y se fue.
Cerré mis ojitos por un largo rato, sintiendo que nuestro dueño de mejillas de fresa temblaba con la caja en sus pequeñas manos. Sentíamos la manta apartarse y uno a uno mis hermanos fueron llevados por manos ajenas de voces suaves y apodos cariñosos. Hasta que finalmente, me llevaron a mí.
Sus manos eran enormes como el mismo par que se llevó a mi hermanita menor, y por un momento me dio miedo que me aplastaran con fuerza. Era demasiado pequeño, pero estiraba mis patitas desesperado porque mi amo JiMinnie no me dejase ir con aquel desconocido de manos enguantadas y húmedas por la lluvia, de la cual al menos me protegía.
— Cuídalo bien, HoSeok. — lo escuché decir con una carita de pena que me estrujó el corazón. ¡Mi amo JiMinnie! ¿Por qué me dejas ir? ¡Estábamos tan bien nuestra numerosa familia y tú!
Mordí con mi mayor fuerza posible las manos del tal HoSeok, pero tan sólo alcanzaba a desgarrar un poco la lana de sus guantes azules. Dijo que hacía cosquillas y que intentaría cuidarme lo mejor posible, que me daría amor, comida y cobijo, porque era un conejo adorable. Amo JiMinnie sonrió con pena y luego se dio media vuelta con la caja ahora vacía en sus manos.
La calle nos libró de su presencia, pero yo no quería éso.
Mi corazón lloró tanto como el cielito lo hizo aquel día.
hey 💜🐰.
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BUN . GGUKMIN.
FanfictionLos conejitos somos iguales a los humanos. No copiar ni plagiar o si no piu piu. doooorida©2017.