—¿Listo?
—Sabes que siempre lo he estado y ahora más que nunca.
Antonio sonrió ante la firme declaración de Iván. Ambos hombres comprendían que debían separarse, no podían mantenerse juntos en el departamento de Betsaida. Si Lobato los ubicaba, era capaz de entrar en el edificio con sus hombres y disparar a cada ser vivo hasta acabar con ellos.
A primera hora de la mañana, sentados en la mesa de la cocina, se repartían las armas que Iván había obtenido en El Paraíso.
—Alfredo y Felipe se quedarán en hoteles diferentes. Acordamos encontrarnos a las once de la mañana en el restaurante que te indiqué, así tendré oportunidad de comunicarme con Zambrano y restablecer los parámetros del convenio con la policía. Ahora que ustedes entran en el juego las condiciones serán diferentes —le dijo Antonio, ansioso por el comienzo de la acción. Había pasado semanas encerrado mientras se recuperaba de las heridas. Anhelaba hacerse cargo de sus asuntos.
—¿Confías en ese policía? —hurgó Iván.
—No, pero no tengo más opciones. Ellos se han involucrado mucho gracias a la ayuda que yo les he ofrecido. Zambrano me mantiene informado de cada paso que da Lobato y Castañeda, tiene hombres infiltrados en cada bando. Es la mejor fuente de información que tengo.
—¿Por qué se han tardado tanto en detener a Lobato? Tengo entendido que le siguen los pasos desde hace tiempo.
—No lo quieren solo a él, quieren desmantelar toda la maldita organización. Han cercado y eliminado a los altos clientes, si los contrabandistas no tienen quienes compren su mercancía sus finanzas entraran en serios problemas y su desesperación los hará cometer errores. Así serán presa fácil.
—¿Por eso él entró en las filas de los Castañeda?
—A esa gente la investigan desde hace tiempo. Han hecho parte de su fortuna con estafas. Cuando se enteraron que trabajarían para Lobato, cantaron victoria. Mi inclusión les dio más ventajas. Este asunto de la carta les ha sentado como anillo al dedo.
—Por lo visto, la aparición de la carta ha sido un gran beneficio —comentó Iván, sin ocultar su incomodidad.
—Para ellos. Para nosotros es una condena.
Iván quedó pensativo, necesitaba buscar las maneras de interrogar a Elena sobre los posibles lugares dónde podría estar escondida la carta. Ahora que el corazón estaba involucrado le sería más difícil alcanzar su objetivo.
—Entonces, finalmente seremos aliados de la policía. —Su afirmación vino acompañada de cierta resignación. A Iván no le gustaba trabajar con los oficiales, nunca confió en ellos, aunque tampoco confiaba en nadie más que en sus tres amigos para poner en riesgo su vida y la de Elena.
—Piensa lo que quieras. Hace cinco años me quede solo con el imperio que habíamos construido y la policía fácilmente me cercó. Mis opciones estaban en ayudarlos a demoler la organización o recibir cien años de prisión por mis errores. Mandé a muchos insubordinados a la cárcel porque no seguían mis normas. Si me llego por allá, aunque sea de visita, estoy acabado.
—¿Por qué no nos avisaste desde un principio?
—Porque ustedes tenían sus propios fantasmas qué superar. Alfredo y Felipe habían tenido buenos avances, pero tú aún estabas con el lodo hasta el cuello. Si los llamaba, destruiría los esfuerzos de cada uno. Era mi lucha, Iván, tenía que hacerla solo.
—¿Y qué pasará cuando destruyamos la carta y acabemos con Lobato?
Ahora era Antonio quién se mantenía pensativo. En realidad, ese no era el final del camino, pero sí un gran paso a la liberación de su alma.
ESTÁS LEYENDO
La Mirada del Dragón (COMPLETA)
RomanceSiendo apenas un niño, la vida de Iván Sarmiento fue marcada con sangre. Para sobrevivir tuvo que afilar sus malos hábitos y convertirse en uno de los mejores mercenarios de la ciudad. Veinte años después, se le presenta la oportunidad de vengarse d...