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— ¡Eli! —gritó Marie, la madre de Elizabeth. — ¡Ven a comer!

Elizabeth sonrió.

Había acomodado sus libros en su pequeña biblioteca de su habitación y habían quedado muy ordenados.

Siempre por orden alfabético.

— ¡Ya voy! —exclamó mientras se levantaba del suelo.

Corrió por las escaleras brincándolas de dos en dos hasta que llegó con su madre.

—Elizabeth, ya te he dicho que no corras en las escaleras, te puedes lastimar —Le reprochó Marie sin ser tan estricta.

—Lo siento, mami. —dijo Elizabeth bajando la cabeza. Elizabeth tenía doce años pero se había quedado con la costumbre de decirle mami a su madre haciéndola ver adorable.

—No te sientas mal, lo podrás hacer cuando ya seas grande, si te quieres romper un hueso claro —Bromeó su madre tratando de que su niña no se sintiese triste por mucho tiempo.

Juntas fueron a cenar y después de hacerlo, se despidieron para dormir. Mañana vendría su papa y su hermanita menor y quería recibirlo a primera hora del día.

Se fue a su habitación y se puso su pijama color blanco para después, meterse a la cama.

Pero por más que quería dormir, no lo lograba.

Daba vueltas en la cama intentando buscar una posición para dormir pero no encontraba ninguna que fuera a su gusto.

Se fijó en su reloj de pared y vio que eran las doce de la madrugada.

Abrió los ojos como platos y volteo hacia su ventana intentando encontrar el sueño que le hacía falta, sin embargo, lo único que encontró fue un par de ojos oscuros que la miraban fijamente.

No se asustó.

Pero los nervios de saber quién era y porque la estaban espiando eran cada vez más fuertes.

Se levantó cuidadosamente de su cama sin despegar su vista de la ventana y caminó hacia ella.

Tocó el cristal y su mano se quedó fría y un poco húmeda pues estaba lloviendo y lo que menos deseaba era seguir durmiendo con ese par de ojos observándola.

Una mano más pequeña que la de ella se posó sobre el cristal también.

Soltó el aire que tenía contenido hasta ese momento y vio que la mano fue quitada rápidamente cuando una luz la cegó por completo y se obligó a si misma a cerrar sus ojos.

Cuando los abrió de nuevo, ya no había nada.

Lo único que alcanzo a ver, fue a una pequeña criatura corriendo hasta unos arbustos que estaban justo frente a su ventana.

Sacudió la cabeza intentando borrar lo que acababa de pasar y se fue a su cama para después, caer en un sueño profundo.

A la mañana siguiente, Elizabeth se despertó temprano para bañarse, quería recibir a su papa y a su hermana menor que habían estado fuera de casa durante todo un mes.

Se quitó la ropa quedando en ropa interior y entro al baño con una toalla. Cuando terminó, salió con la toalla enrollada en su pequeño cuerpo y camino hasta su cama recostándose un rato.

Bañarse en la madrugada siempre le provocaba sueño.

Cuando se levantó, se vistió y se volvió a recostar no sin antes ir a la cocina por un pequeño pan que era para el desayuno del día de mañana.

Se fue a su ventana después de unos minutos de estar aburrida en su cama y se dispuso a ver lo que hacían sus vecinos.

Ella creía que eran muy extraños. Salían de noche y su hijo, se la pasaba mirando hacia su ventana. Lo había descubierto desde hace varios días, pero se negaba a creerlo pues no se consideraba una chica bonita para que el la viera. Si mal no recordaba, el niño tenía 10 años.

Como su hermana.

Quizás solo le gustaba su habitación.

***

Después de la llegada de su padre y Maddi, los cuatro habían decidido desayunar juntos en el jardín. Platicaron y se rieron de las cosas que Elizabeth decía.

Al cabo de unas horas, los papas se metieron para hacer sus deberes y la pequeña Elizabeth se quedó solo con sus preciados libros junto a Maddi, hasta que algo llamo su atención.

Maddi no estaba con ella, bueno, al menos no a su lado.

—Maddi... — Susurraba/gritaba Eli, pues no quería que sus padre se preocuparan por su hermanita.

—Eli, ven aquí. Encontré un nuevo amigo, su nombre es Kenneth y vive al lado. —Chilló de felicidad Maddi saliendo de los arbustos jalando al pequeño de la manga de su suéter.

—Maddi, me espantaste. —Suspiró Eli tomando aire bajo la atenta mirada del vecino. —No vuelvas a irte así, ¿me escuchaste?

—Solo fue un momento, no exageres tanto.

¿¡Qué no exagere!?

Ella es su responsabilidad y si algo le llegara a ocurrir, nunca se lo perdonaría.

—Solo... avísame cuando te vayas así. Me asustas.

—De acuerdo, Eli. —Dijo Maddi sonriendo —Entonces, ¿puedo jugar con Kenneth?

Ese niño no le daba buena espina, acechaba su casa y era muy raro. Por supuesto que no dejaría que Maddi jugara con él. A lo mejor, el chico esta demente.

—Claro, ve a jugar.

— ¿Tu no vienes?

—No, yo leeré algún libro. Tú diviértete.

—Bueno, si quieres jugar con nosotros, me dices. —La chiquilla corrió hacia unos columpios que tenían en su jardín aun sin soltar la mano de Kenneth.

¿Se habrá enamorado del acosador?

...

Nah.

No es posible, es una niña —Pensaba Elizabeth mientras revoloteaba los ojos guiándolos hacia su muy interesante lectura.




Este es mi primer capitulo, espero les guste.

Cualquier falta de ortografía me dicen en los comentarios ;)

No voy a actualizar tan seguido, sino cuando pueda y tenga tiempo.

Espero y lo entiendan.

Besos y abrazos :3


KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora