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5 años después.

La alarma sonó por toda la habitación despertándome.

Levante mi brazo y a tientas la pague.

Las cortinas estaban cerradas por lo que no me preocupe por la ceguera de las mañanas.

Me levante lentamente y me estire haciendo que algunos huesos se escucharan crujir. Camine hacia mi armario y saque un pantalón de mezclilla y una blusa de tirantes color azul junto a un pequeño suéter.

Los puse sobre mi cama y agarre mi ropa interior de los cajones. Tome mi toalla por igual y entre al baño para tomar una ducha de diez minutos.

Salí rápidamente y me cambie yendo hacia mi ventana para abrir las cortinas.

Observe distraídamente la ventana de a lado, estaba abierta también.

Me peine dejándome el cabello suelto y me maquille un poco.

No quería ir como un payaso a la escuela.

Abrí la puerta de mi habitación y baje las escaleras de dos en dos.

Fui a la cocina encontrándome a mi mama haciendo el desayuno.

—Buenos días, mami. —Hablé y bese su mejilla.

—Buenos días, Eli. —Me respondió y señalo un plato con comida. —Ahí está tu desayuno.

—Lo siento, mami. Pero se me hace tarde. —Tome mi mochila del sillón.

—Pero ¿Qué vas a desayunar? —Preguntó Marie preocupándose.

—Agarré unas galletas, me las comeré en el camino. —Digo enseñándole el paquete.

— ¿Iras sola?

—Dylan me está esperando desde hace quince minutos. Iré con él. —Le di otro beso de despedida y ella igual. —Le dices a papá y a Maddi que les vaya bien.

—De acuerdo, no llegues tarde.

—Tratare. —Exclamé y salí de casa.

Dylan me estaba esperando en la banqueta de la calle mientras jugaba con su teléfono. Dylan era un chico de ojos azules y cabello color oscuro. Era alto y no estaba tan delgado pero tampoco con mucho que mostrar, solo tenía lo necesario como cualquier otro chico de diecisiete años. Sus pestañas son muy rizadas y se le veía muy tierno.

— ¡DyDy! —Exclamé y el me miro sonriendo. Corrí hacia su lugar y lo abrace a lo que él me correspondió.

—Pensé que nunca saldrías. —Dijo él riendo.

—Pensaste mal. Vámonos.

La escuela no estaba tan lejos por lo que nos fuimos caminando. Bromeábamos por el camino hasta que llegamos a ella. 

La preparatoria Brown era un ''ejemplo'' a seguir para las demás escuelas, según los profesores. No había ningún profesor con menos de treinta años. Todos eran unos cuarentones amargados que solo aburrían a los estudiantes con cualquier tipo de materia. Aunque la que más detestaba era Geometría. No entiendo nada. Simplemente no se me graba en la mente.

Todo lo que puedo pensar en cómo una mujer de cuarenta y cinco años terminó o en estas condiciones de enseñar una materia tan aburrida en una preparatoria donde se están extinguiendo los chicos inteligentes.

En sí, la mayoría de estudiantes no sabe nada de nada.

Y luego estoy yo.

Que aprueba los semestres sin siquiera saber cómo.

Dylan era como yo, aunque un poco más idiota.

El timbre sonó por toda la escuela y todos entramos a nuestros salones. Suerte que Dylan estaba conmigo en todas las clases, excepto la de Literatura.

—No quiero escuchar cosas matemáticas, no quiero. —Dijo Dylan hablando como un niño pequeño.

—Solo haz lo que siempre hacemos. —Hice una pausa logrando que él me mire. —Hacer como si estuviésemos prestando atención aunque en realidad platicamos. —Lo tome del brazo arrastrándolo a nuestros asientos.

La clase pasó más aburrida de lo normal hasta que Dylan saco un tema en especial.

—¿Qué hay con Kenneth? —Susurró dibujando signos de interrogación en una hoja del cuaderno.

— ¿Qué hay con qué? —Murmuré tratando de copiar los ejercicios en la pizarra.

— ¿Te sigue molestando como antes?

—Ni siquiera me habla. Es muy bipolar con mi hermana.

—Es un adolescente. Solo tiene quince años. —Contestó.

—Si claro.

—No te sientas mal. Me tienes a mí. Soy todo lo que podrías pedir.

Solté unas risitas.

—Efectivamente compañero, eso eres. —Hablé como él hace unos años.

Las horas pasaron más rápido de lo normal.

Y cuando menos lo espere, ya estaba de regreso a casa junto a mi amigo.

—El trabajo en parejas es aburrido. —Dijo Dylan mientras pateaba una piedra. —Me hubiera gustado estar contigo.

—Si pero al menos no es tan malo conmigo. —Hable haciendo que él me mirara con un puchero en sus labios.

—Eso no es justo, a mí me tocó estar con la chica que es demasiado tímida. Yo no puedo estar callado. Debo hablar todo el tiempo. Si no, no fuera yo. —Se apuntó a sí mismo. —Y a ti te tocó hacerlo sola.

—Adoro los finales felices.

—Ese no es un final feliz. Es triste para mí.

—Oww, pobre de ti. —El asintió haciendo ojos de perrito. 

—Creo que merezco un abrazo.

Reí a carcajadas y caminamos abrazados hasta nuestras casas.

—Elizabeth, hola. —Dijo la señora Anderson saludándome mientras regaba su jardín.

—Hola... —No alcance a terminar de hablar porque Kenneth estaba parado junto a ella viéndome con desprecio.

La señora Anderson vio a su hijo frente a mí y rápidamente se atrevió a hablar.

—Kenny, saluda a Elizabeth. Es de mala educación ignorar a las personas.

El resopló.

—Ella no merece que le dirija la palabra, ser despreciable. —Escuché que susurró lo último y me dirigió una novela de suficiencia mientras sonreía de lado.

—Eli... —Y antes de que hablara ella, abrí mi boca.

—No te preocupes, tampoco es que tenga cara de querer hablar contigo. —Sonreí de lado y el me vio sorprendido. —Con permiso. —Y pase a mi casa con Dylan detrás de mí, que todo lo que hizo en ese rato fue mirar divertido la escena.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2018 ⏰

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KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora