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Los días pasaban y las hermanas Williams se reconciliaron. Elizabeth era hostigada por Kenneth, quien hacia bromas hirientes hacia su persona. Ella aprendió a ignorarlo pero, algo dentro de ella se rompía poco a poco.

No fue hasta que una tarde, se prometió a si misma a defenderse del niño malcriado que vivía a su lado. Pero su plan no funcionó pues su hermana menor, Maddi había enlazado una amistad muy fuerte con el niño. Y eso incluía tenerlo en su casa todos los días hasta que a sus padres se les ocurriera mudarse y no tener que estar aguantando a ese niño tan grosero y rudo como él. Y que, muy a su pesar, debía admitir, que no le gustaba que estuviera con Maddi.

Ellos se la pasaban juntos mucho tiempo y temía que le llegase a pegar alguna manera de burlarse de ella. Pues se podría decir que Maddi y Kenneth se habían hecho más unidos.

Sin embargo, en ese día en que Elizabeth llegaba de la escuela encontró a Kenneth por su camino con un libro que le pertenecía a ella.

Era su libro el que traía en sus manos, la sabia diferenciar de muchos pues en la portada recordó haber puesto su nombre y un pequeño dibujo de un perrito.

—Oye —Musito Elizabeth— Ese es mi libro, ¿de dónde lo sacaste? —Sabía que el pequeño la odiaba pero intentando razonar con él y hacer una pequeña plática le ayudaría a que le diera el libro.

—No, no es cierto. Es mío. —Dijo Kenneth mirándola con absoluto desprecio.

—No, ahí dice mi nombre. Claramente es mío ya que no hay ninguna otra Elizabeth por aquí.

—No me importa cómo te llamas o si es tuyo o no el libro, Maddi me lo dio y eso no te debe de interesar. —El chiquillo se dio la vuelta para emprender su camino a su casa pero Elizabeth le tomo del brazo y le dio la vuelta.

—Pues entonces a mí no me importa lo que digas, ese libro es mío, devuélvemelo. —Insistió y lo miro enfadada. Ya estaba harta de que la tomaran como la tonta y tímida Elizabeth.

Su ira había crecido un poco más al escuchar a Kenneth hablar sobre que su hermana le había dado el libro. ¿Acaso su hermana había hurgado en su habitación?

Sabía que su tregua no duraría más de dos meses.

Al ver que Kenneth la ignoraba, se acercó más a él y le arrebato el libro.

—Dámelo —Reacciono entonces el niño dándole una mirada mordaz. Sin embargo, Elizabeth no dejaría que la tratasen como una torpe.

—Que sea la última vez que agarras algo mío. —Amenazo ella y se fue a su casa.

***

La chica arreglaba su pequeña biblioteca una vez más. Había acusado a su hermana menor de haber hecho un desastre en su cuarto con su madre, por lo cual, castigó a Maddi.

Elizabeth no se sentía para nada feliz, su encuentro con Kenneth la hizo estar alerta de sus cosas por segunda vez en su vida. Tal vez Kenneth era así de nacimiento, que su carácter era muy fuerte pero cuando recordaba que siempre reía con Maddi, desechaba ese pensamiento tan rápido como lo imaginaba.

— ¡Eli! ¡Alguien te busca! —Gritó Marie desde abajo.

¿Alguien?

¿Quién la buscaría a ella?

Elizabeth bajo caminando lo más lento posible las escaleras esperando que fuera alguna broma de mal gusto pero no fue así.

Cuando llego a la puerta vio a un pequeño niño con ojos azules. Su cabello color negro y lacio estaba un poco largo haciendo que unos mechones cayeron sobre su frente tapando un poco sus ojos.

— Hola, mi nombre es Dylan. Soy tu vecino de al lado.

¿Otro vecino nuevo? Pensó Elizabeth.

Cabe decir que Kenneth vivía del lado derecho de su casa por lo cual, Dylan vivía del otro lado.

— Hola. —Dijo tímida la pequeña. —Me llamo Elizabeth, pero puedes llamarme Eli. —Concluyo observando a el niño que ahora sonreía con un extraño brillo en sus ojos.

— ¿Quieres jugar conmigo? —Preguntó el chico sin apartar su mirada de la de Eli.

— Claro. —Sonrió ahora la pequeña. Dándole la confianza de tomarle la mano para salir a jugar. — Mamá, saldré a jugar un poco. — Exclamó Eli viendo a su madre sonriendo con calidez hacia ella.

— De acuerdo, pero no entres a casa tan tarde.

Elizabeth asintió con rapidez y se dirigieron a su jardín a jugar.

Sin embargo, lo que no se esperaba era encontrar a Kenneth junto a Maddi.

— ¿Qué sucede aquí? —Pregunto Elizabeth un poco molesta. —Parece que él es el dueño de la casa.

— ¿Por qué? —Preguntó Maddi.

— Se la pasa todo el día aquí.

— Pues es mi amigo. —Dijo Maddi, que de pronto dejo de ver a su hermana mayor para ver al chico que estaba a su lado. Rápidamente, coloco unos mechones de cabello detrás de su oreja y miro dulcemente al chico. — ¿Quién es él?

Elizabeth se percató del truco que trataba de hacer con Dylan y negó repetidamente.

— No es nadie. Ya nos vamos. —Tomo a Dylan de la mano y vio como Kenneth la miraba con molestia.

Camino hacia la salida de su patio con Dylan tras ella.

— ¿Quién es ella?

— Mi hermana.

— Oh vaya, ¿están peleadas?

—Aun no lo sé, estábamos en una tregua pero... —Elizabeth se encogió de hombros.

— ¿Por qué nos fuimos? —Murmuro el chico viendo a Eli.

—Ella siempre me quita a mis amigos.

— ¿Por qué?

—No sé, siempre que yo consigo uno, ella lo vuelve suyo. Por eso nos fuimos.

— ¿Y porque es así?

— No lo sé, cuando esta con Kenneth siempre se comporta raro. ¿Por qué te estoy diciendo esto?

— Porque ahora somos amigos, mejores amigos. —Dijo el chico que ahora se acercó tímidamente hacia ella.

— Nunca he tenido... mejores amigos.

— ¿Nunca? —Exclamo sorprendido Dylan. —Bueno, yo tampoco. —El niño adopto una mirada pensativa. —De hecho, yo ni siquiera tengo amigos.

— Yo tampoco. —Confesó Eli.

— Entonces tú y yo seremos mejores amigos.

— ¿Ah sí? —Musito ella. — ¿Y cómo funciona eso?

— Bueno, tú confiaras en mí y yo confiare en ti. Es así como funciona. Nos contaremos secretos y tendremos que guardarlos. Así de simple.

Elizabeth sonrió.

— Me agrada eso.

— Bien, entonces, ¿mejores amigos? —Habló Dylan levantando su dedo meñique hacia la chica.

— Mejores amigos. —Concluyó ella y se agarraron los meñiques tomándolo como una promesa.





KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora