Parte II: Will Graham

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A diferencia de Hannibal, Will no llego al mundo muerto; su nacimiento era tan común como los millones de niños en el mundo y como tal, era considerado como el montón una tarde lluviosa del 26 de agosto en Luisiana, dos años después de aquel extraño acontecimiento en otra parte del mundo, por lo que nunca se tuvo sospecha de absolutamente nada.

Tampoco tuvo la calidez de una familia cariñosa como la tuvo el joven Lituano: la relación de sus padres era demasiado problemática, pasando por peleas constantes donde tenía la horrible desgracia de ver en primera fila. Su padre, Thomas Graham era un timador experto que por necesidad y sencilla paranoia tenía que mudarse de vez en cuando, algo que su madre, Eliza Graham soportaba con una fuerza sobrenatural. Porque tenía que ser una buena esposa, una buena madre.

En muchas ocasiones sentía que la principal causa de sus conflictos se debían a su culpa y es que, a pesar de que todavía no demostraba aquella peculiaridad suya era clasificado como un raro. Su extraña empatía por lo general solo lo hacían aislarse de los demás, a su temprana edad le era incapaz soportar las emociones de los demás. No hubo necesidad de terceros para mantenerlo solo y aunque su madre trataba de animarlo, diciendo que no estaba mal, su padre tenía otra opinión, alegando que su primogénito solo estaba exagerando y era un llorón. Nunca pudo mejorar en nada.

No todo era tan malo, las constantes mudanzas de sus padres le habían dado una nueva perspectiva a su soledad. No tenía nada de malo estar solo, de todos modos los iba dejar y por ende, aquel esfuerzo no hubiera valido para nada la pena.

Lo único que posiblemente compartían era la pérdida. Y mientras el pequeño Hannibal se convertía en un huérfano junto con su pequeña hermana en una fría noche a manos de aquellos crueles hombres, él solo lo sería a medias en manos de un accidente estúpido. Aunque bueno la carretera I-4 en Florida, que parecía un imán de choques y que cruzaba desde Tampa hasta Daytona Beach así que era de lo más factible que sucediera. Pero cuando eso sucedió el solo contaba con siete años y lo consideraba idiota.

El accidente había ocurrido en la noche en una de sus tantas "mudanzas" improvisadas. Si eso fuera una competencia de que mudanza duraba menos tiempo, sin duda aquella ganaría un record; su padre había llegado y por las prisas solo pudieron cargar con algunas prendas, los documentos que sus padres siempre consideraban demasiado importantes y el dinero que tenían ahorrado. Quería saber el motivo, siempre quería saber el motivo, pero jamás le dijeron nada. Como su hijo, solo tenía que obedecer, sentarse en el asiento trasero del automóvil y ser un espectador mudo de la nueva pelea de sus progenitores.

Todo ocurría como siempre, entonces ¿Por qué sucedió? ¿Qué fue el detalle que hizo que todo fuera diferente? ¿Sus padres estaban más enfrascados en su estúpida discusión que su concentración era nula? ¿O era su culpa? Sea cual fuera la respuesta, el resultado ya había pasado y antes que alguien pudiera hacer algo respecto, perdieron el control del auto, chocando contra otro que pasaba de forma desprevenida en el otro carril. Lo único que pudo ver desde su asiento fue el capo arrugarse como si fuera papel y el vidrio del parabrisas quebrarse en mil pedazos; después todo se volvió oscuro.

...

—¡Sigue con vida! —Escucha una voz desconocida cerca de él, gritando aquellas palabras ¿Quién era ese sujeto? Quería saber que estaba pasando, quería saber dónde estaban sus padres, si se encontraba con vida, tal y como él—¡Vengan aquí!

Lentamente abrió los ojos, entendiendo lentamente que pasaba a su alrededor; muchas personas se habían acercado al incidente y varias ambulancias se habían apostado ahí ayudando a los sobreviviente y cargar los cuerpos de los fallecidos. El sonido de todo realmente horrible, querían que se callaran. Quiso hablar, pero ni siquiera logro articular ni la más mísera silaba al sentir un intenso dolor en la garganta, como si su tráquea estuviera bloqueada con algo. Aprovechando que el paramédico que le encontró se hallaba algo distraído, llevo una de sus manos a su cuello sintiendo el frio del pedazo metal que le había atravesado.

La maldición de la inmortalidadWhere stories live. Discover now