Recomendación del capítulo
CAPITULO 3
— Serena, cielo es hora de ir a la escuela— Una señora de simpático carácter alzaba la voz frente a la puerta de la habitación de su hija para que ésta lograra escucharla, pero un ligero sollozo del otro lado de la puerta hizo que esa sonrisa en su rostro cambiara por una llena de preocupación.
— Ya... ya voy mamá—Con un nudo en la garganta y tratando de contener el llanto para no preocupar a su mamá la rubia respondió pero fue demasiado tarde ya que su mamá había ingresado a su cuarto y la había logrado ver limpiarse las lágrimas inútilmente.
— Hija no trates de mentirle a tu madre, no tienes por qué hacerlo ¿De acuerdo?, ahora dime ¿Desde cuándo comenzaste a tener las crisis?— Con preocupación Ikuko, madre de Serena se dirigió a la rubia mientras tomaba asiento a lado de su hija la cual se encontraba hecha un ovillo, abrazando sus piernas de forma vulnerable envuelta entre las sabanas.
— Desde ayer por la tarde justo al salir de clases comencé a sentir un sentimiento de rabia y miedo al mismo tiempo como... como si hubiese tenido alguna discusión o algo y... cuando llegue a casa una desesperación realmente abrumadora me ha hecho llorar toda la noche es... es como si... como si estuviera en peligro no se... no sé como describirlo, mamá no dejo de sentir un miedo horrible, no dejo de sentir esa opresión en mi corazón, desesperación, ganas de llorar, de gritar, asco, no sé que siento no... no... no se qué me pasa mamá— Entre lágrimas contaba la rubia mientras que su madre la estrechaba con cariño entre sus brazos.
Serena era una joven de dieciséis años de edad, que a pesar de ser una joven demasiado inteligente, no era para nada seria ni asocial, si no todo lo contrario, era muy alegre, bastante sociable, tenía un corazón de oro, en la escuela era muy amada y popular, con más de un pretendiente, unos padres amorosos, un hermano travieso y amigos incondicionales, podría decirse que era una chica afortunada... pero... había un pequeño detalle que solo los más allegados sabían de ella y eso era que desde pequeña Serena solía tener crisis en las que de un momento a otro su ánimo cambiaba abruptamente, podía estar riendo ahora a carcajadas y de la nada comenzar a llorar o enfadarse sin razón alguna. Ikuko y Kengi padres de la rubia la habían llevado con una psicóloga quién al final le había diagnosticado con bipolaridad y depresión por lo que desde ese momento toma medicamentos y va a terapia cada semana, sin embargo, aún con toda esta ayuda que la rubia recibe no puede evitar tener momentos de crisis como la de ahora y en cierto modo esto preocupaba a los padres.
Cuando Serena recibió aquél cálido abrazo de parte de su mamá inexplicablemente una paz le invadió el corazón haciéndole sentir mejor, algo dentro de ella le decía que lo único que necesitaba era un abrazo, uno sincero y puro y que mejor que el abrazo de su mamá, ese abrazo era la medicina más efectiva que lograba acabar con todas aquéllas horribles sensaciones.
— No se te ocurra volver a ocultarme estas cosas Serena, soy tu madre y por más que quieras ocultarme las cosas me daré cuenta, eres mi hija, te amo con todo mi corazón y me duele que tú quieras pasar por esto sola, la familia esta para ayudarnos mutuamente, no quiero que te lastimes mas, no estás sola Serena, no te dejaremos sola, así que cada que tengas estas crisis quiero que me lo hagas saber y estaré ahí con los brazos bien abiertos a tu completa disposición—Sin duda alguna la rubia tenia a la mejor madre del mundo y no estaba cansada de dar las gracias a Dios por haberle dado tan hermoso ángel guardián.
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Las dos caras de la luna
RandomMinako Aino es una joven de dieciséis años de edad que asiste a la escuela media superior como cualquier adolescente normal. A los ojos de los demás es una chica muy guapa inteligente, amable y con una familia perfecta, en otras palabras, tiene t...