Capítulo 11: Confianza.

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¿Cómo reaccionar ante lo que acababa de presenciar tan solo unos minutos antes? ¿Cómo ver a la cara a tu amiga sin sentir vergüenza, dolor e impotencia? ¿Cómo hacerlo libremente si cada que la vez que cierras los ojos lo único que viene a tu mente es aquella horrible imagen de él mancillándola, golpeándola e insultándola? Amy no podía dejar de pensar en aquellos sucesos, podía sentir un inmenso miedo, se sentía impotente y realmente culpable por no haber podido hacer algo para salvarla, escuchar aquellas suplicas, aquellos gritos desgarradores que pedían ayuda desesperadamente le tenían bastante afectada. Ella misma se sentía violada.

Qué triste es saber que una chica sufre de este modo, pero más triste es saber que un padre sea el responsable de ese sufrimiento tan cruel. Un padre es un héroe para un hijo, es su primer amor, su primer amigo, su primer confidente su consejero, su todo, pero este padre fue más un monstruo.

¿Desde cuándo lleva soportando esto? ¿A qué edad es que espesarían estos abusos? ¿Cómo era posible que alguien tan bondadosa como Mina tuviera que sufrir de semejante manera? ¿Sería acaso posible que Jedeite estuviera sufriendo lo mismo? O peor aún ¿Sería posible que su hermanito Jedite fuera en realidad su verdadero hijo? Porque si bien sonaba descabellada esa teoría tampoco podría ser mentira, ya había oído de niñas de diez años tener bebes de sus violadores, además ya había oído al pequeño decirle mamá en más de una ocasión, después de todo el parecido de ambos es asombroso, y sus papás si es que así se les podía llamar, no se parecían en nada a Mina y Jedeite. Muchas dudas aun rondaban por su cabeza y para ser sinceros a cada segundo le parecían más aterradoras.

La peli azul yacía ahí sentada en el suelo sin dejar de pensar, justo al lado de la puerta del baño, abrazaba sus piernas anhelantemente cuando algo rompió su ensimismamiento, la ducha se oía correr, pero los llantos habían cesado desde hace un rato. Alarmada y pensando lo peor se puso de pie, tomó el pomo de la puerta y la abrió de golpe quedando pasmada en la entrada al ver lo que sus ojos le mostraban.

Lo que vio le había roto el corazón y las lágrimas no se hicieron esperar, ahí frente a ella estaba su amiga completamente derrotada, estaba ahí sentada en el suelo recargada en las frías baldosas mientras abrazaba sus piernas y mantenía su mirada vacía fija en un solo punto, el ahora helado chorro de agua le golpeaba su piel la cual ahora estaba completamente roja al tratar de quitarse todo rastro de aquel tipo.

Simplemente era una escena desgarradora. Al verla así le rompía el corazón, no podía evitar sentir enojo y frustración.

Con cautela se acercó a la regadera, cerro las canillas, tomó la bata de baño que yacía ahí colgada y con sumo delicadeza se agacho para ayudarla a ponerse de pie, le colocó la bata de baño y abrazándola la dirigió a su habitación. Minako parecía un simple títere, sin vida, sin voluntad, estaba bastante rota.

Le dolía verla de aquella forma, tan callada, tan dolida, tan devastada y tan perdida. Minako no se inmutaba para nada, simplemente se movía por inercia, y se dejaba guiar.

En cierto modo esto tenía preocupada a la peli azul. Una vez dentro de la habitación sintió como Mina se detenía, su mirada antes perdida ahora estaba viendo fijamente aquel lugar en el que le habían violado.

— No quiero ver así mi cama, no quiero verla así, quita todo Amy, por favor quita esas cobijas y pon unas limpias, las nuevas están en mi ropero en la repisa de arriba

Eso fue lo único que salió de su boca mientras de sus ojos comenzaban a salir lágrimas. Amy sin objetar nada arranco aquellas sabanas sucias, se dirigió al ropero como lo había indicado su amiga, tomo todo lo necesario y se dispuso a arreglar la cama.

Cuando vio todo arreglado se dirigió a donde estaba parada su amiga, la abrazo por los hombros y la dirigió a la cama.

La rubia al sentir el tacto de aquellas sabanas y cobertores limpios simplemente se subió, se limpió con la manga de su bata aquel rastro de lágrimas y se acomodó en completo silencio ante la preocupada mirada de Amy, quien al instante se sentó frente a ella sin saber que decir.

Las dos caras de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora