Ser una adulta no le molestaba para nada. Le molestaba no saber cómo resolver algunas situaciones. Cuando era una niña no tenía problemas, no tenía responsabilidades, no tenía miedos. Ahora si… ahora todo eso pesaba sobre ella.
Respiró profundamente y miró por la ventana del coche. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y a ella un escalofrío le bajó por la espalda. No podía creer que después de tanto tiempo estaba volviendo a aquel campo. Por poco y se había olvidado de que ese lugar existía. Siendo una niña había sido muy feliz allí.
—Sweetheart, ¿Se puede saber por qué me trajiste a este lugar? —le preguntó él, sacándola de sus pensamientos. Se giró a verlo y sonrió.
—Vamos Matt, me dijiste que no te quejarías —le dijo ella.
—Sabes que te adoro, eres mi mejor amiga en todo el world. Tú fuiste la única que siempre me ayudó a enfrentar mis miedos y blah blah blah. Pero esto,… esto es demasiado. Yo no podré soportar vacas, caballos, cerdos, gallinas. ¡Oh dios santísimo, mosquitos! —dijo nervioso pensando en aquello. Ella rió divertida.
—Ya lo verás, el campo te encantara. No solo porque es tranquilo, sino que además hay muchos peones —le dijo y le guiño un ojo.
—Eres una manipuladora horrible —dijo y se cruzó de brazos como si estuviera un poco ofendido.
Matt Donovan era su mejor amigo desde que ella se había ido del lugar en el que se había criado. Y desde entonces siempre habían estado juntos. Enfrentando cambios, peleas, decisiones. Más bien… él era como una hermana.
Se acercó un poco a su amigo y lo abrazó de costado. Sabía que él iba a quejarse, pero que al final iba a terminar amando el lugar.
—Te prometo que la vamos a pasar bien… serán solo un par de semanas.
—No lo sé —dijo con tono indiferente —Estoy pensando seriamente en pedirle a Charlie que me lleve de nuevo al aeropuerto.
— ¿Serías capaz de abandonar a tu mejor amiga? —preguntó haciendo un leve puchero.
Matt la miró fijo y luego maldijo por lo bajo.
—Odio cuando me haces esas caras —exclamó —Siempre terminas ganándome.
Ella sonrió y luego besó su mejilla. Se alejó de él y giró para mirar a su padre. John estaba concentrado leyendo. Ella se fijó en las expresiones de su rostro. Sonrió tiernamente al ver la concentración que él estaba manejando.
—Papá —lo llamó.
— ¿Si, cariño? —le preguntó sin dejar de leer el diario.
— ¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? —quiso saber.
Por fin John levantó la vista hacia ella. Su única hija lo era todo para él. Valery era la luz de sus ojos, un bello recuerdo de su madre.
—Tres meses —contestó John.
— ¡¿Tres meses?! —Chilló Matt — ¿Acaso has perdido el juicio, Johnie?
—No, solo que por lo menos yo me quedaré todo ese tiempo. Es más… estoy pensando seriamente en quedarme a vivir aquí.
La boca de Valery se abrió por la sorpresa. Seguramente su padre estaba bromeando con ella. Él no podía quedarse allí. No podía dejar la empresa en la cuidad, no podía dejarla a ella sola en la cuidad.
—Dime que es una broma —le pidió ella. John soltó un suspiro y luego se sacó los anteojos de lectura.
—No, amor, no es una broma. Quiero quedarme a vivir en mi campo.