8. conocer a lauren

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Estaba enfrente del espejo, mirando mi atuendo. Vaya, parezco el típico hombre heterosexual blanco.

—Hola, bonita —dije, con la voz que recientemente había practicado.

Sí, en definitiva soy el típico hombre heterosexual blanco.

—Unga, unga —hice cara de idiota—. Mi masculinidad es de las cosas más frágiles que existen. Unga unga, el rosa para las mujeres y el azul para los hombres. Unga unga, también existe la heterofobia.

Me reí a carcajadas.

Sonó el timbre. Oh, dios.

Me volví a mirar en el espejo. Suspiré.

Camine a paso lento y seguro hasta la puerta, pero no porque quisiera, sino porque el calcetín se movió de lugar y a cada paso que daba se sentía raro. Antes de abrir solté un último suspiro.

—Buenas noches. Le hacemos entrega de la orden que recientemente pidió.

Se me salió hasta un pedo con toda la tensión que tenía hace unos segundos.

El chico se me quedó viendo raro y después sonrió.

—Tome, aquí está —me entregó dos bolsas—. Serán 230 dólares.

— ¿230? ¿Qué no eran 200?

—Sí, pero usted le prometió 15 dólares a mi compañero y 15 a mi si llegábamos antes.

—Cierto —saqué mi cartera y le entregue los 230 dólares.

—Gracias. Tenga una buena cita. Tratamos de darle ese toque familiar a la comida, así su cita no se da cuenta que en realidad la compro —sonrió—. Suerte.

Fui a la cocina y acomode la comida en los platos, tratando de darle un poco de mi decoración para no sentirme mal al no poner de mi parte en esto.

Sonó el timbre.

Mierda, ahora sí es Lauren.

Abrí la puerta.

—Hey, hola —saludó tímidamente.

siendo chico por primera vez; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora