No Confíes.

¿Odio?

 ¿Odio?

¿Odio? ¿Eso sentí? No se con exactitud. Nunca en mi corta vida había sentido miedo. Pánico en realidad. Siempre estuve protegida por mi familia y si les digo algo, fue lo mejor. Pero luego de que mi padre se volviera alcohólico tuve muchas libertades que tal vez no supe aprovechar. Era una niña de diez años que trataba de acostumbrarse a que ya su vida no era un cuento de hadas.

Pero sin embargo; mi madre se volvió mas apegada a mí por una temporada. Me daba las buenas noches y me ayudaba en las tareas. Un día mientras me ayudaba pude notar un moretón en su ojo derecho, el cual trato de ocultar con maquillaje. Mi madre era una mujer hermosa, con cabellos rubios y ojos grandes. Esbelta y en algún momento de su vida pudo ser la reina del baile o la chica más popular. Ella siempre hacia comidas deliciosas y pasteles como de pastelería. No trabajaba, se pasaba todo el día en el hogar, limpiando por doquier y leyendo revistas de moda.

En cambio mi padre antes de caer en la adicción era un hombre verdaderamente guapo y con buen sentido del humor. Siempre tenia un chiste que contarnos a la hora de la cena y la mayor parte del tiempo la pasaba en su oficina. Pero cuando llegaba a casa, yo corría a abrazarle y besarle con una alegría muy grande y luego veía como mi madre le besaba los labios con cariño. Pero luego todo su buen humor se volvió oscuro, decía palabrotas y nunca me abrazaba y cuando lo hacia me sentía ahogada. Su aliento olía a alcohol y sus ojos desorbitados.

Si pudiera ser capaz de devolver el tiempo ¿Haría que no lo despidieran de su trabajo? ¿Qué no peleara con mi madre? ¿Acaso eso haría que mis últimos días hubiesen sido mejores? ¿O mejor aun que no hubiese muerto?