Prologo

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Aquella humedad y polvo que habitada en todos los rincones posibles de aquel cuarto hacían que quisiera estornudar a cada segundo, el fétido olor me producía arcadas e intensos dolores en mi estómago, no tengo ganas de saber cómo llegue aquí, no tengo ánimos para buscar culpables, solo quiero dormir y por un tiempo muy prolongado.

La luz de la ampolleta comienza a parpadear, ruego internamente para que esta siga alumbrando, pero ignorante a mis suplicas, esta se apaga dejando la habitación en penumbra, quisiera decir que intente gritar lo más fuerte que pude, que me lastime la garganta a causa de esto, pero estaría mintiendo nada salía de mi boca, la traición y la mentira dejaron mi garganta amarga y seca.

Se escuchaban murmullos y pasos cada vez más altos lo que me indicaba que estaban cerca, cerré mis ojos por inercia y miedo a lo que se encontraba tras la puerta, deseaba que en algún espacio de mi cerebro hubiera un botón de borrar todo, para así olvidar todo este lio, todo este delirio, porque tanto amor no podía ser una simple casualidad, no podía ser real.

Una lucha interna se desarrollaba en mi cabeza, en donde mi corazón y la razón luchaban a muerte, pero en estos instantes lo único que quería era paz, para mi corazón. Aunque estuviera rota, no dejaría que ella me viera de esa forma, intentaría verme firme hasta el último momento.

— Veo que te has puesto cómoda, mi pequeña — fije mi vista a esos verdosos ojos que me miraban con burla, aun no entiendo como alguna vez aquellos ojos me parecieron hermosos y sinceros.

— Deja de llamarme así — gire mi cara mirando hacia la sucia y desgastada cerámica de mármol.

— ¿Por qué dejaría de hacerlo? Después de lo que paso entre nosotras, tú eres mía, tú me perteneces — me tomo fuertemente del mentón, haciendo que me quejara pero aquello poco le importo.
— Eres mía en todos los sentidos, mi pequeña Camila — dijo mientras arrastraba una silla desgastada de color blanco hacia mí, se sentó al frente mío, sentía como su mano recorría la parte interna de mi muslo, me estremecí cuando esta quiso abrir el broche de mis jeans, me maldije internamente, no podía ser posible que todavía siguiera haciendo estragos en mi cuerpo con todo lo que me hizo.

— Relájate pequeña, tú y yo sabemos que me necesitas tanto como yo te necesito a ti — intento abrir el broche otra vez, pero me removí en el asiento impidiéndole ir más allá.

— Déjame tranquila, no te basto con obligarme a estar en contra de mi voluntad a tu lado, eres una maldita loca — grite con todas las fuerzas que me quedaban, enmarcando el odio en cada una de las palabras, odio hacia ella.

— Si tu intención es herirme para así poder soltarte — chasqueo la lengua — Vas por el camino equivocado, pequeña.

— Solo déjame en paz, no quiero verte, no quiero pelear — suspire intentando controlar mi nerviosismo — Deja de tocarme, tu tacto me produce asco.

— Sé que me amas a pesar de todo, nena, lo puedo ver en tus ojos — entrecruzo sus brazos — Sé que mientes, aun te estremeces por mí, sé que quieres que siga, nada ni nadie nos podrá detener, estaremos juntas hasta la eternidad.

— En tus sueños — escupí, mirándola desafiante, no entiendo de donde sacaba la fuerza necesaria para no estamparle un golpe en su perfecto rostro.

— Tarde o temprano se hacen realidad, Camila — me miro, parándose de la vieja silla — Te amo y tú a mí, porque no lo entiendes — dijo tomando entre sus dedos un mechón de mi cabello.

— Amar y estar obsesionada son dos cosas muy diferentes, Lauren — trague duro, intentando controlar a mi cuerpo de sus seductores toques.

— Te acuerdas de lo que te dije — la miré confundida — Nadie huye de Lauren Jauregui una vez que te entregas a mí, ya no hay escapatoria, pequeña.

— No quiero nada de ti, yo no soy tuya, no te pertenezco, métetelo en tu cabeza, no te deseo — explote, removiéndome en mi asiento, forzando a mis manos a desatarse de aquellas firmes cuerdas.

— Tu cuerpo dice lo contrario — miro en aquella zona, junte mis piernas, sintiendo la incomodidad en mi zona baja.

— Eso es una reacción normal, la puedo sentir con cualquiera — me defendí.

— Como tú digas, bebe — me sonrió arrogante — Sabes, la hora ha pasado volando — dijo mientras miraba su celular — Es hora de irnos de aquí, la policía no tardara en venir.

— ¿A....don-de...i-remos? — tartamudee mientras el pánico me invadía por completo.

— A ser felices — me sonrió, desatando los nudos de mis manos y quitando rastros de sudor de mi cara.

— No suena muy tentador — respondí bajito, mordiendo levemente mi labio inferior a causa del nerviosismo.

— Quieres dejar de morder tu labio me estas poniendo caliente —respondió, extendiendo su mano para que la tomara, pero dude.

Este es el momento de escapar, solo golpéala y serás libre.

Siguiendo mis instintos, tome su mano disfrazando mi plan con una pequeña sonrisa forzada, cuando avanzábamos hacia la vieja y fea puerta, golpee con mi codo su costilla derecha produciendo que ella se alejara de mí unos pocos centímetros, mientras se encontraba aún aturdida, la empuje con fuerza, esta que cayó al sucio suelo.

Como alma que lleva al diablo corrí por el estrecho pasillo, no sabía a donde ir por lo que solo corría en cualquier dirección que me llevasen mis pies, buscando alguna puerta o ventana que me indicara salida al exterior, corrí en dirección a aquella puerta que se encontraba al final del pasillo.

Cuando estaba a unos pocos centímetros de tocar la perilla y poder salir, mi cuerpo sudaba frío, mi cabeza daba vueltas pero eso no me detendría, tome la perilla, esta se encontraba abierta, cuando estaba a punto de salir por la puerta, siento que jalan fuertemente de mi cabello haciendo que cayera de espaldas precipitadamente, suelto un agudo grito de dolor, intento pararme pero vuelvo a caer, abro lentamente los ojos encontrándome con aquellos ojos verdosos que fueron mi perdición y mi pase al infierno.

Todos aquellos momentos que pasamos juntas fueron una mentira, ella jamás me amo y eso era lo que más me dolía, que, aunque ella lo repitiera mil veces jamás lo sentiría, porque una persona como ella no es capaz de sentir compasión y mucho menos amor por alguien.

Mi propio cielo se había convertido en mi perdición.

𝑴𝒚 𝑺𝒘𝒆𝒆𝒕 𝑶𝒃𝒔𝒆𝒔𝒔𝒊𝒐𝒏 © (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora