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Estados Unidos, hace ? Años atrás.

El viento golpeaba fuertemente las ventanas haciéndose notar entre todos los demás. Ella como siempre se maquillaba en exceso para así hacerse notar entre todos y opacar a las demás. Se volvió a colocar labial y se encaminó a la fiesta, se acomodó su vestido. Su belleza iba más allá de todo el maquillaje previamente utilizado, sus ojos reflejaban la malicia que poseía dentro de ella, algo que podría trastornar a cualquier hombre que se le pasara frente suyo.

— ¡Dashina! ¡No puedes salir a estas horas! — Le gritó su madre tratando de tener a su única hija.

—No te pongas pesada, solo iré un raro...— Cerró la puerta y corrió tratando de qué vestido no se volara.

Las calles se tornaron frías y oscuras, cualquier película de terror y misterio ochentera era una representación de lo que ella ahora miraba con sus propios ojos. Pasó la panadería y miraba a lo lejos la casa de uno de sus amigos donde se llevaría a cabo la famosa fiesta. Se retocó el maquillaje y subió un poco más la falda de su vestido. Caminó entre toda la gente llamando la atención, aquel hombre la miró detenidamente. La había estado acosando desde que era una niña, saciando sus más recónditos pensamientos siguió observándola a lo lejos.

Se aprendió cada una de sus mañas, movimientos, sus rutas estaban trazadas en mapas, la tenía en la mira. Ese hombre desapareció en la multitud cuando ella sintió su mirada y volteó, pero no vio a nadie. No le tomó importancia y siguió su recorrido en busca de alguien más. Quería llamar la atención de alguna forma, caminó e hizo que una de las tantas chicas que opacaban su belleza le tirara encima un litro de cerveza.

— ¿¡Qué te pasa por la cabeza!? — Gritó ella llamando la atención de todos.

— ¿Qué pasa? — Preguntó Chad acercándose.

—Esta bastarda... Me ensucio, ¡Mira como quedé!

La joven se lamentaba y pedía disculpas constantes de algo que sabía, no tenía la culpa. Ella se fue junto con su amiga, Dashina esbozó una sonrisa y se acomodó el cabello mientras esperaba alguna reacción que le favoreciera de parte de Chad. Él le ofreció otra blusa prestada del cuarto de su hermana. Ella asintió. Sabía que habría más que una blusa.

Estaba deseosa de poder decir que había enganchado a uno de los hombres más prometedores del colegio, y conseguir así, sus momentos de fama. Entre las rendijas oscuras y las vueltas de pasillo se veían manos, unas manos delgadas llenas de algo oscuro que escurría de sus largos y delgados dedo. Trató de tomar el cabello de la joven, pero no lo obtuvo y volvió a desaparecer.

—Aquí tienes, puedes cambiarte en aquel baño...— Sonrió él y bajo las escaleras.

Ella bufó y comenzó a quitarse la blusa con olor a alcohol barato apto para adolescentes hormonales. Se miró al espejo y lo golpeó haciéndole una grieta. No había obtenido lo que quería y era lo que más le molestaba. Tomó la otra blusa y se la colocó, mientras metía la cabeza en ella miró a alguien en el espejo, volteó la cabeza hacia donde lo había visto y se dio cuenta que ella misma se le afiguró verlo.

—La cerveza me hizo efecto, y eso que no la tomé— Soltó una risa burlona.

En cuanto se colocó la blusa miró frente suyo y gritó horrorizada. Un hombre alto con un traje negro empolvado, unas manos largas y blancas la tomaron de la quijada, su fuerza era inhumana por la complexión que tenía. Ella con la boca abierta y tratando de gritar o golpearlo tomó el destapa caños y lo golpeó con él haciendo que la soltara. Él se acomodó la nariz haciendo un click inmediato, ella trató de abrir la puerta hasta que lo consiguió.

— ¿Hay alguien aquí? — Gritó ella, la música seguía y nadie le hacía caso.

Seguía corriendo entre las personas y nadie la miraba, todos pasaban al lado de ella sin verla. Como si no existiese. Ella se paró a la mitad de la sala mirando como en las escaleras bajaba aquel hombre con mirada demoníaca, ella corrió hacia Chad.

—C-Chad, un- un hombre alto y...— Ella se fijó que él seguía ignorándola — ¿Qué te pasa? ¡Te estoy hablando!

—No grites.

Escuchó en su oído. Ella se negó a voltear y miró por el espejo a aquel hombre alto que solamente con su dedo índice lo pasaba sobre la mejilla de ella. Lo golpeó como pudo y salió de la fiesta, corrió como pudo y miró hacia atrás, siguió corriendo hacia adelante tratando de llamar la atención de las personas. La calle principal estaba bloqueada por carros, se dio la media vuelta y fue cuando él la volvió a tomar de peor forma que la vez anterior. Metió su dedo dentro de su garganta ocasionándole un corte leve.

—Tan hermosa... Y tan horrible, ¿quién te hizo tanto daño, Dashina? — Preguntó para después hacerla dormir.

Pasaron las horas y ella despertó en un baño, de desató las piernas y las manos, le dolía el rostro profundamente. Se levantó y miró su rostro. Un grito desgarrador inundó la habitación, su rostro estaba totalmente cortado y con puntadas mal elaboradas, pasó sus dedos por sus heridas mientras musitaba un eterno «no puede ser cierto.» Comenzó a gritar el nombre de su madre, sus gritos no se podían escuchar. Miró detenidamente.

Sus ojos no estaban ya. Gritó aún más y encontró lo que eran dos pequeñas canicas blancas, se dio cuenta que eran sus ojos y se los colocó con facilidad. Dándose cuenta que ella, ahora estaba muerta. Desde ese entonces utiliza una bolsa de cartón la cual se sujeta a su rostro con agujas para así no volverse a mirar su rostro.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2017 ⏰

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Cuando el telón cae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora