Capítulo 03: Cementerio Ryan

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—Hola mariposa. —Me dice la señora Molly, apretando mis cachetes — ¿Cómo estas?

Son eso de las 3:15 de la tarde, hora perfecta para repartir las donas. Ahora nos encontramos en la casa de Molly.

Me encanta su casa, siempre huele a... Molly. Para ser más específica, huele a vainilla. Y eso no es todo, en el patio de su casa tiene un ranchito para sus gallinas.

Me encantaría tener gallinas, y así siempre comer pan con huevo revuelto en el desayuno, pero eso es casi imposible ya que vivo en apartamento.

—Muy bien. —Le respondo.

Me alejo un poco de su cercanía, por el bien de mis cachetes. La señora Molly, ronda por eso de los 70 años. Está sentada en su silla mecedora, y al lado de ella en el suelo su gato regordete.

Tengo la idea de que las gallinas están porque el gato no tiene la suficiente energía como para cazar una. ¿En qué casa un gato no intenta cazar un pájaro? es en esta. Al parecer a Mister Miau —Ese es el nombre del gato —, tiene su propia sirvienta, a Molly, quien le da comida cinco veces al día. Eso, y sin contar las veces que le da comida el señor Matt, el esposo de Molly.

Jenna se le acerca a Molly para abrazarla en forma de saludo, y le entrega la caja con las siete donas.

Me acuclillo para acariciar a Mister Miau, y él cierra sus ojos ronroneando al sentir la suavidad de mis dedos.

Molly y Jenna siguen hablando, pero yo sólo me dedico a concentrarme en el felino. Hasta que alguien me interrumpe.

—Vale, me podrías ir a entregar las otras donas. —Me dice tía.

Le asiento con la cabeza. Me coloco de pie y me las entrega, en su caja. Antes, me despido de Molly y Jenna.

Salgo de la casa, y voy en camino al cementerio.

Conozco de cuadra a cuadra este pueblucho, básicamente me la he pasado siempre paseando por aquí desde que tengo uso de memoria.

Camino por la avenida principal, cruzo por la derecha, y me mantengo al margen por mi entorno. No quisiera que me pasara algo desprevenida. Tal vez el pueblucho sea uno de los más reconocidos por ser muy tranquilo. Todo por aquí es muy así, de ese estilo. Personas trabajo en los locales, floristerías, comida rápida, incluso unos que otros restaurantes modernos, mini supermercados... y de más. Otras personas paseando por las aceras con la sombra que les ofrece cada árbol frondoso. Personas con sus caniches, y otras con sus hijos. El pueblo deseado para cualquier extranjero que busca la tranquilidad.

Me detengo, y miro a ambos lados antes de cruzar la carretera, de por si esta no es tan transitada. Pero uno nunca se sabe cuando puede aparecer una moto a toda velocidad.

Al no pasar ningún automóvil, cruzo. Por fin, sólo me falta unas tres cuadras para llegar al cementerio. Sigo caminando...

— ¡Valentinaaa! —Me llama una voz aguda. No es cualquier personas, es Eliza, una amiga.

Giro la cabeza y me doy de cuenta que he repasado la confitería Weisber —Apellido de  la familia —, en donde trabajan los padres de mi amiga. No me doy la vuelta completa cuando ya Eliza viene corriendo hacia mí.

— ¡Eliza! —Extiendo mis brazos con cuidado de no dejar caer la caja con las donas. Eliza me abraza, y se lo correspondo.

Ella es morena, su cabello es una melena de ondulaciones naturales, es un poco mas alta para tan sólo tener 13 años, sus labios son gruesitos. Viste una franela con un estampado de gatos, shorts de jeans gastados, y no pueden faltar sus zapatos deportivos. Su forma de vestir es única.

Es Real (CONCLUIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora