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Tenía una cita. Si, después de cuatro años de llantos, lágrimas y rechazos, tenía una cita. No sabía su nombre, su edad, si era guapo, alto, rubio o moreno. No sabía nada de él, solo que era un hombre y que lo sabía todo sobre mí. Me llamó esa misma mañana diciendo que quería verme en persona, que llevaba mucho tiempo queriendo verme y que lo sabía todo de mí, mi número de pie, mi edad, mi talla de sujetador, mi talla de pantalones, que uso lentillas azules cuando tengo los ojos verdes, todo. Me dijo que quería tener una cita conmigo, necesitaba presentarse y no seguir espiándome. ¿Una cita con un hombre que parecía un acosador? O peor, ¿un violador? Tenía miedo, mucho miedo, ¿Cuánto tiempo hace que me estaba espiando? No sabía si estaba preparada. Bien, habían pasado cuatro años des de que mi relación con Mark dejó de existir, pero sentía que no podía ver a otro hombre.

Oh, discúlpeme, aún no he dicho nada de mí. Uno de mis miles de defectos es que me voy por las ramas antes de ir al meollo de la cuestión. Me llamo Lola, tengo veintidós años y, como he dicho antes, vivo en Cherín, un pueblecito al lado de Almería. 

Vivo en Cherín des de hace menos de un año. Antes vivía en Barcelona, dónde me saqué mi carrera de Magisterio Infantil hace unos diez meses y después me mudé aquí, a Cherín.

¿Cómo es posible que una chica de cuidad conociera este pueblo? Muy fácil, mi pueblo de siempre ha sido Lucainena, el pueblo donde iba en verano con mis padres y tíos, el pueblo de al lado de Cherín, donde conocí a Mark, y esa es la razón por la que dejé Lucainena por Cherín. Y ahora pensarás, ¿Por qué quieres estar tan cerca de Lucainena si ahí está Mark? Pues porque me encantan estos pueblecitos en los que conoces a todos y todos te conocen. No hay mala gente, todo se sabe y exactamente en Cherín es donde he podido encontrar una casa preciosa y con un buen precio, y un trabajo estable: soy la profesora de guardería del pueblo. 

En Cherín, aunque sea un pueblo, hay como veinte niños de dos meses a tres años, perfectos para mí. Me pagan bien y vivo bien, ¿Qué más puedo pedir?

Mi padre abandonó a mi madre cuando ella se quedó embarazada de mí. Nunca he pensado en el como si fuera un padre, más bien nunca he querido hablar de él, con el ni nada parecido, para mí no existe, yo no tengo padre. ¿Mi madre? Murió, y lo único que me dejó fue unos pendientes en forma de llave, una llave muy singular.

Volviendo a lo anterior, ahí estaba yo, debajo del árbol más viejo de Cherín, pues allí había quedado yo con el señor X. Sí, a partir de ahora le llamaría señor X.

Eran las cinco y diez, y habíamos quedado a las cuatro y media. Estaba empezando a creer que todo en realidad era una broma y que todo lo que sabía de ella era pura casualidad, pero de repente, unas manos me taparon los ojos.

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