Capitulo 7: "A veces es mejor cambiar".

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—Narrador omnisciente—

_____ cerró sus ojos de avellana y producto a su agitado día se durmió fácilmente, pero lo que ella no sabía era que al dormir sufriría más por sus miedos, que si estuviera despierta.

Todo comenzó con un simple sueño, en donde ella caminaba por una hermosa pradera de pasto verde, frondosos y grandes árboles y flores de mil tamaños y colores.

Ella iba caminando pacíficamente, riendo y jugando con mariposas, pero esa no era ella, era la niña que había sido hace más de cuatro años; esa era _____ Anne O’ Conelle Muñóz, una infante de ocho años que disfrutaba de la vida que vivía con una pareja de padres ejemplares, un hermano cariñoso y unos tíos atentos (Mariatte y Collins, su esposo).

— ¡_____, mi vida! –La llamó su madre–

— Dime mami –Dijo la pequeña inocente mientras corría hasta la mujer de rubios cabellos y la abrazaba–

— Nunca olvides que te amo –Sonrió– 

En ese momento la canción volvió a sonar (“Tu voz permanece aquí en un terrible dolor…Que no puede sanar, se siente tan real, hay tanto que el tiempo no borrará: Llora, tus lágrimas he de secar, grita, tus miedos he de ahuyentar, tomé tu mano al caminar; siempre tendrás, todo de mí”), el hermoso lugar donde ella se encontraba se convirtió en un cementerio, ella se convirtió en la joven que había sido hacía seis meses, quien vestía un vestido negro de mangas largas y de una falda que llegaba hasta sus rodillas, unos Flats blancos y un collar de perlas que adornaba su cuello. Tenía flores en sus manos y las dejaba sobre la tumba que llevaba escrito en su lápida correspondiente: “Ginger Muñóz. 1970 – 2012”. 

Luego se dirigió a la tumba de al lado, nueva vez dejó flores. Esta vez la lápida decía otra cosa: “Edgar O’ Conelle. “Aunque la tierra y cielo deba mover, a mis familia nunca la dejaré de querer” – Autoría propia” 1968 – 2012.”.

Ella lloraba, tanto en aquella pesadilla como en la vida real. Hasta que todo cambió, ella volvió al prado, pero ya no era una chiquilla, era la misma joven que había perdido a sus padres seis meses atrás.

— Hija –Llamó la voz de su padre– 

— Acércate _____ –Dijo la voz de su madre–

La joven obedeció, sólo era un sueño, o eso pensó ella.

— Sigue adelante con tu vida –Le dijo su padre, Edgar–

— No dejes que nadie te haga caer, siempre levántate y demuestra que eres una O’ Conelle, demuestra que tú eres fuerte —Sonrió Ginger–

— Deslúmbranos día a día con tu belleza –Le pidió su padre–

— Deja de llorar cada noche –Ordenó su madre– Existe quien te puede hacer feliz, sólo abre bien ese par de ojos tan hermosos –Rió Gin, feliz–

— Siempre recuerda que…–Ambos difuntos se miraron– Te amamos –Dijeron al unísono– Esto es un tanto real, pero lo irreal es el hecho de que estás soñando. No tomes esto como un simple sueño cualquiera, te lo hemos avisado. Triunfa en tu vida y olvida a Ryan, no dependes de él para ser feliz –Dijo Edgar–

— Sólo te advertimos, nos podrás visitar cuando estés tan atrapada en el dolor como ahora, pero una vez que tu felicidad sea permanente tu vida cambiará radicalmente –Le dijo Ginger– Y una última cosa, cada vez que alguien te trate cortantemente es porque te esconde algo, así que lucha por descubrirlo. No te des por vencida, porque así encontrarás a la persona que te mereces y esa persona te hará feliz hasta que ese cambio llegue a tu vida –Susurró Ginger maternalmente– Te amo –Besó la frente de su hija–

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