Capítulo I: "Mi vida no es lo que crees, parezco lo que no soy".

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Era uno de esos odiosos Miércoles que las personas como yo tanto odiamos por el hecho de que a la mitad de la semana todo empeora.

Con dificultad y a causa de la insistencia de mi hermano mayor Ryan me paré con la peor cara de mi cómoda cama, mi amor secreto y procedí a encaminarme al baño mientras arrastraba pesadísimamente los pies por el frío piso de madera. Toqué la puerta una, dos veces y nadie me contestó así que giré la cerradura, abrí la puerta, entré al baño y tras mi paso volví a cerrar la puerta. Empecé a desvestirme hasta quedar como Dios me trajo al mundo, abrir la canilla de agua y comenzar a darme una fría ducha bajo la lluvia artificial que del grifo salía.

Al terminar sequé mi desnudo cuerpo, enrollé en él la toalla, fui a mi baticueva (O más bien habitación), quité la toalla de mi envidiable cuerpo latino y me puse mi ropa favorita.

— Ojalá que este sea un buen día –Suspiré y miré al techo– Dios, se que desde que mis padres no están y están allá arriba, contigo, no he tenido mucha suerte, así que, ¿Podrías decirle a mi ángel guardián que su lugar es aquí, conmigo? Creo que piensa que le he dado vacaciones, pero no es así y en realidad necesito a alguien que me cuide –Mis ojos me cristalizaron pero retuve las lágrimas– Ryan es demasiado despistado para hacerlo por si solo –Aclaré ya con la voz entrecortada y salí de mi habitación hasta la cocina dónde mi hermano me esperaba para ir a la escuela– Vamos –Le dije y fingí mi mejor sonrisa–.

— ¿No quieres desayunar? –Me preguntó sin notar lo de mi sonrisa–.

— No, estoy bien.

Seguido de mi respuesta él se encaminó a la puerta mientras lo seguía. Me subí al auto esperando a que él arrancara rumbo a la escuela; una vez que empezó el camino, me puse los audífonos de mi ipod al tiempo en que empecé a mirar por la ventana del automóvil en movimiento. 

Se preguntarán que pasa conmigo, pero no es nada tan grave. Vivo con mi hermano mayor de dieciocho a causa de la muerte de mis padres en un accidente automovilístico hacía ya dos meses. Ya que mi hermano es mayor de edad mi custodia le perteneció automáticamente a él. 

¿Mi vida? Es horrible. Desde los trece soy amiga de cinco chicos fabulosos pero algunas veces pienso que no soy muy dichosa ya que con diecisiete años necesito amigas, no amigos. Esos cinco chicos son: Zayn, Harry, Louis, Liam y Niall. Les explicó cómo empezó todo: 

Era una tarde de otoño y las hojas caían justo cuando mis padres Edgar y Ginger comenzaron con una de sus acostumbradas peleas. Mi hermano no estaba así que no tenía con quien refugiarme y decidí irme al parque más lejano posible para poder llorar mis penas y maldecir mi vida por el hecho de tener que soportar esas jodidas peleas que ahora tanto extraño. Al llegar me senté bajo un árbol que unas estaciones atrás debía haber sido hermoso, pero en ese entonces tenía unas hojas cafés y anaranjadas cayendo de él; mi vista se nubló y las lágrimas comenzaron a rodar sin permiso alguno sobre mis rosadas mejillas. Miré al cielo en ese momento nublado y dije: “Oh Dios mío, ¿Por qué me ha tocado esta vida? Dime porque no tengo un ángel guardián junto a mí que me haga ver lo bello del mundo y seque mis lágrimas para darme paz”. Nada pasó; Yo seguí llorando sin más opción al fin hasta dentro de veinte y cinco minutos cuando el sendero mojado de mi cara decidió parar y yo dudosamente me permití contemplar el bellísimo paisaje de aquel majestuoso parque.

— Disculpa –Escuché a una tierna voz masculina decir detrás de mí– ¿Estás bien? 

— Supongo que sí –Contesté aún dándole la espalda al dueño de esa dulce voz– 

— ¿Segura? –Preguntó otra voz–

En ese momento decidí voltear, ya me había asustado. Con mis ojos marrones e hinchados divisé a cuatro chicos: Uno castaño con hermosos ojos verdes, el chico que me había hablado primero; luego a él que le había secundado, un moreno de ojos color miel. Tendí mi vista y divisé a otros dos castaños, uno de ojos marrones, más oscuros que los míos y otro de ojos azul-gris. 

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