Los grises ojos de la dama se movían inquietos, observando cada diana hacia la que apuntaba. Se mantuvo inmóvil por unos segundos, relajando sus brazos, pero nunca dejando la presión de la cuerda de su arco. Los dedos de su mano izquierda soltaron la cuerda y la flecha salió con un corto zumbido, clavando su punta justo en el centro de la diana.
- Cada vez lo haces mejor, Rose - la felicitó una muchacha, que, sentada en una roca a su lado, la observaba practicar el tiro.
- Se deberá a que tengo a la mejor maestra - rió la pelirroja, volviendo a cargar su arco. La muchacha se ruborizó, y procedió a levantarse de su sitio, acercándose a la dama.
- O yo la mejor aprendiz, eso depende de quién de ambas lo diga, milady - rió esta, tomando por la cintura a una desprevenida Rose. Acarició su rojo cabello recogido en una trenza, y tomó su cara entre sus manos. - Lo que sí es cierto es que eres una auténtica belleza -
Y acto seguido, los labios de ambas muchachas chocaron. Se devoraron con pasión, disfrutando. Eira, se llamaba entonces. Su cabello era de un rubio ceniza bastante apagado, lacio y a la altura del pecho, siempre en un semirrecogido bastante elegante. Su piel bronceada resaltaba entre sus vestidos blancos de día, y sus ojos esmeralda lo captaban todo con pasión. Hija del barón sureño de Worthing, la mayor entre siete hermanos, pero sin vistas a ser heredera de ninguna posesión de su padre. A lo único que podía aspirar una mujer en aquellos tiempos era a casarse con algún señor con más riquezas de las que poseía su familia. Y por ello, Eira iba a comprometerse con el Conde de Leeds, William Soler. Aunque eso Rose no lo sabía.
Pero, ¿qué hacía Eira tan lejos de su hogar? Se encontraba de paso hacia Leeds, junto a sus padres y hermanos, para negociar allí el casamiento. La estancia del Barón de Worthing en Plas Newydd se prolongaría una semana y dos días, aprobada por Lady Elsa, que no resultó ser del agrado de Connor Lancaster, padre de Eira. ¿Una mujer regentando la residencia? El mundo estaba loco.
Pero, Eira y Rose sabían sacar provecho a tan corto período de tiempo. Pronto acudieron a desabotonar sus vestidos, y la lujuria estaba servida. La rubia dejó los labios de su amante para dirigirse a su pálido cuello, besándolo con fogosidad. Un ronroneo escapó de los labios de Rose, quién gozaba de estos momentos de intimidad. Sus labios siguieron viajando por el camino de su piel, deteniéndose en las cumbres de sus pechos. Su piel se erizó. Ésta dejó un beso en el lugar donde se encontraría su esternón, para después ir a morder uno de los pezones de su compañera. Allí, tumbadas en la orilla del río, Rose gimió, sin pensar en nada más. En ese momento, lo que importaba era el placer. Por ello, su mano se aventuró hacia la ropa interior de Eira, haciéndola estremecer, quien seguía jugando con su pezón. La mano izquierda de Rose notaba la humedad que emanaba de la feminidad de Eira, y sonrió. Su mano comenzó a moverse, lentamente, presionando contra su palpitante intimidad. Un par de jadeos fueron escuchados entre el canto de los pájaros y el fluir del río, nunca deteniéndose. Eira levantó la cabeza para encontrarse con los relucientes ojos grises de su amante. Se sonrieron, y acto seguido sus bocas volvieron a encontrarse. Rose seguía sus movimientos allí abajo, cada vez más rápidos, haciendo que Eira sofocara sus gemidos en su boca. Deslizó un dedo dentro de su ropa interior, y después el resto de la mano.
-Te adoro - Eira comenzó a decirle, entre jadeos y besos. Mordió el labio superior de Rose cuando esta la introdujo muy lentamente dos dedos dentro, haciendo que arqueara su espalda. - Otro - jadeó. Rose sonrió abiertamente, y haciendo caso a la petición, introdujo otro, y segundos después otro más. Eira gimió tan fuerte que fácilmente podrían haberlas escuchado desde la otra orilla. Sentía su ombligo latiendo, un calor en sus mejillas que pronto pasó a su estómago. Con sus movimientos, Rose enviaba descargas eléctricas dentro de su cuerpo, que la desesperaban y complacían al mismo tiempo. Rose la estaba torturando.
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Big Girls
Historical FictionCinco hijas, fruto de los desafortunados matrimonios de Lord Garden, marqués de Gales. Cinco preciosas muchachas, que, viviendo bajo la sombra de su libertino padre y difunta madre, sobrellevan como pueden la vida en la corte. Viajes, amantes, eleg...