Capítulo 5

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CAPÍTULO 5
ÁNGEL GUARDIÁN


Nuevamente corría por su vida en aquellos callejones a toda velocidad, los pasos pesados detrás de ella se hacían cada vez más fuertes al igual que la voz masculina que le gritaba que se detuviera, pero no podía hacerlo, echó una mirada hacia atrás y sonrió al ver que aún le faltaba una buena distancia para alcanzarla, regresó la mirada hacia en frente y su corazón latió con alivio al ver la salida de aquellos callejones, la luz estaba a pocos metros.

Sin embargo, en ningún momento se percató del suelo levemente húmedo en el que caminaba, unos cuantos pasos más y cayó con fuerza contra el frío suelo. Un gemido de dolor salió de sus labios, trató de incorporarse rápidamente, pero fue en vano.

Una mano la tomó con fuerza del brazo y la levantó de golpe para estamparla contra la pared, su vista se nubló por un momento mientras su cabeza dolía de forma punzante; abrió la boca para gritar, pero se percató que su boca estaba seca y su estómago se había contraído a causa del dolor y del miedo.

Miró al hombre con terror.

—Maldita mocosa, pagarás por haberme robado.

Su corazón comenzó a latir con descontrol, el miedo y la desesperación la invadieron al ver como aquel hombre recorrió su cuerpo con la mirada. Intentó zafarse, pataleó y empujó con todas sus fuerzas, pero era en vano, sus intenciones eran inútiles comparada con la fuerza que el hombre poseía.

Estaba perdida.

—Por favor... —susurró en un hilo de voz—, por favor, no...

—¡Silencio! —gritó entre dientes tapando su boca—, esto terminará rápido y te perdonaré por haberme robado.

Cerró los ojos con dolor cuando sintió aquella asquerosa mano en su seno derecho, el ardor salino corrió por sus mejillas, aquello era mucho peor que el dolor físico que sentía. Volvió a intentar empujarlo, pero el hombre tomó sus muñecas y las puso sobre su cabeza restringiendo su movilidad, pero aquello no le bastó, recargó su peso en ella y posó sus labios en su cuello.

—Espero que sepas tan bien como te ves...

Con dolor se resignó, su corazón latía en agonía en tan sólo recordar a la mujer que lloraba y se drogaba en la esquina del parque, aquella mujer había sido violada por un grupo de hombres y había quedado lo suficiente traumatizada como para quedar en aquel estado.

¿Eso le pasaría a ella?

Abrió los ojos y levantó la mirada al cielo, pidió una última vez, rogando entre lágrimas que enviará a alguien por su rescate, gritando en su mente por ayuda ya que de sus labios salían pequeños sollozos de dolor. El tacto ajeno le quemaba la piel como hierro hirviendo, los besos que le daba en el cuello le provocaban nauseas, no quería sentirlo más.

No quería más de eso.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?!

Una ráfaga plateada separó al hombre con fuerza de ella haciéndola caer al suelo, su mirada temblorosa y cristalina se enfocó hacia donde había caído el hombre, pudo divisar a otro hombre levantando su puño una y otra vez encestando golpes en el rostro de su abusador.

Observó como todo se movía en cámara lenta, su salvador trataba de contener al abusador que buscaba la forma de defenderse, pudo ver como su salvador movía la boca y el cabello platino caía por su frente mientras volteaba ligeramente la cabeza hacia atrás. Una sombra bloqueó todo, levantó lentamente la cabeza y sus ojos se abrieron al ver aquel rostro.

La niña de los ojos tristes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora