Capítulo 2

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CAPÍTULO 2
UN BOCADO DEL CIELO

Abrió los ojos congelada de frío, se levantó y rápidamente sintió unos pequeños brazos aferrada a ella. Un pequeño niño se mantenía a su lado, buscando el calor para soportar aquel frío invierno.

—Veo que despertaste —la voz ronca de su compañero la sorprendió—, debemos buscar comida antes de que caiga más nieve.

Miró al pequeño que aún se mantenía aferrada a ella.

—Yo me encargaré de eso —lo miró con seriedad—, trata de coger algunas mantas y cosas para tener fuego, nos hacen falta. Luhan se está muriendo de frío.

El chico miró con preocupación al pequeño.

—Lo sé, pero no puedo dejar que vayas sola de nuevo, Miyoung —se acercó a ella cubrió con su manta el cuerpecito del pequeño—, casi te atrapan la última vez, ¿qué crees que haríamos Luhan y yo si te perdiéramos?

Ella sonrió y le revolvió el cabello a su amigo.

—Me rescatarías como siempre, Chanyeol —se puso de pie y cogió su chaqueta—. Trata que Luhan no quede muy cerca de las personas, no quiero que traten de llevárselo o que lo atrapen.

—No te preocupes, lo cuidaré —le sonrió y la abrazó—. Cuídate mucho.

—Lo intentaré.

Así era su vida. Ella vivía en un almacén abandonado de un hospital, ahí habían encontrado un lugar seguro, cerca del centro y lejos de los vagabundos que podrían herirnos. Fue una suerte. Dos años atrás, Chanyeol y ella habían escapado del orfanato luego de que uno de los cuidadores intentara abusar de ella, con tan sólo trece años había vivido más cosas que cualquier niño, cosas que un niño no debería vivir, por lo cual, con la ayuda de su amigo decidieron huir de aquel lugar y, tiempo después, rescataron a Luhan, el pequeño hermano de Chanyeol. Ahora, con diecisiete años, trataban ambos de mantenerse con vida en aquella enorme ciudad, robando para sobrevivir o consiguiendo pequeños trabajos que le diera el dinero suficiente para medicinas y ropa.

La vida en la calle era difícil, sobre todo, para unos niños como ellos.

Horas después se encontraba en un parque, había visto que el dueño de una tienda estaba en espera de un camión de fruta. Así que se mantenía sentada en espera de dicho camión, vigilando y esperando la oportunidad para coger algunas frutas.

Aunque el frío de aquella mañana le estaba calando los huesos.

—¿No crees que hace mucho frío como para andar afuera?

Aquella voz.

Giró con rapidez para toparse con aquella rubia: La miraba con tranquilidad mientras le mostraba una curiosa sonrisa, sin embargo, lo que más llamaba su atención era la bufanda rosa que le tendía.

¿Qué rayos pasaba con aquella rubia?

—Hola Stephanie, creo que sería bueno que tomaras la bufanda —se inclinó acercando la bufanda a ella—, te estás congelando, ¿no?

Levantó la mano con lentitud, mirando a la mujer que le ofrecía aquello, se veía hermosa con aquella gabardina marrón, unos vaqueros de mezclilla, una playera blanca con cuello en V y sus botas blancas. Era sencillamente perfecta y elegante.

—Bien hecho —sintió la suavidad de la bufanda entre sus dedos—, ¿quieres que te la coloqué?

Asintió se forma automática, sintiendo la calidez de los dedos de la rubia cuando rozaron sus manos al tomar la bufanda, ella la envolvió alrededor de su cuello y levantó su cabello para que quedara bien puesta alrededor de éste. Se sentía tibia y con un olor dulce, como si fuera a chocolate, pero sin lograr ser empalagoso.

La niña de los ojos tristes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora