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Aquella misma noche, cuando Zayn llegó a casa, no se sorprendió al percatarse de que su hermano no estaba, luego de gritar el nombre de éste unas cuantas veces.

Tenía la casa para él solo y era simplemente genial, porque eso significaba que estaría tranquilo hasta que el tirano regresara.

Fue a la cocina por una botella de jugo, acomodándose sobre la mesada de mármol para degustarla.
Kalel odiaba verle sentado ahí, le gritaba que podría romperse por el peso y lo obligaba a bajarse. Zayn terminaba encerrándose en su cuarto porque el tipo literalmente no le dejaba hacer nada en absoluto.

Desde el día en que sus padres fallecieron en aquel accidente de avión, su hermano de dieciocho quedó a cargo del pequeño morenito de tan sólo siete años.
Sí, jamás negaría que Kalel fregó todas sus lágrimas, que lo abrazó durante las tristes noches, que hizo hasta lo imposible por intentar rellenar aquel profundo vacío.
Eran un par de niños con dos corazones rotos y una gorda herencia; una que Zayn, en parte, utilizó para donar a instituciones beneficiarias. Lo demás fue manejado por Kalel, que temió quedarse sin ingresos y abrió una bonita cafetería a media cuadra de la casa Malik.

El azabache ya no recordaba la voz de su mamá, ya no sabía cómo se sentían los largos abrazos de su papá o cuán agradables eran las cenas familiares.

Asistió a varias citas con Anne, su psicóloga infantil, hundido en una aguda depresión. Ya no tenía amigos en la escuela, ya no disfrutaba sus videojuegos. Lo único que lo mantenía distraído eran la pila de cómics que su padre le regaló cuando cumplió cinco años; dormía hasta largas horas de la madrugada paseando la mirada a través de esas páginas repletas de dibujos y relatos increíbles. Su habitación comenzó a llenarse de pósters alusivos al mundo de Marvel, aprendió cada una de las historias, se maravilló con las películas, incluso dibujó a los personajes que tanto adoraba... Su infancia logró recuperarse un poco gracias a ello, y aún después de once largos años, el chico no dejaba de sentirse obsesionado por aquellas historietas de acción.

Por ello, cuando terminó su bebida, subió a su alcoba y se tumbó en la acolchonada cama a devorar otra revista de esas. Era una nueva edición que moría por leer, incluso no pudo dormir durante varios meses pensando en lo épico que sería, mas se distrajo en la primer página.

Recordó la mano de Liam acariciándolo de una manera tan suave y distinta; ni siquiera él mismo había hecho aquello antes. Se sintió demasiado bien. Necesitaba descubrir su propio cuerpo. Quería presenciar eso nuevamente. No podía pensar en otra cosa que no fuesen las cargas eléctricas en su ingle. Las ansias que le carcomían en ese instante.

Tragó saliva abandonando el cómic sobre el colchón. Tomó un largo respiro, preguntándose cuán malo podría ser tocarse a sí mismo, cuán pecaminoso sería practicar la autocomplacencia...

Soltó una gran bocanada de aire, acercándose a su baño privado y encerrándose ahí.

Detrás de la puerta, el espejo de cuerpo completo mostró su nervioso reflejo, empujándolo a atreverse.
Lo primero en irse fue su fino suéter gris de algodón, el bronceado pecho de Zayn se aceleró preguntándose si esto estaba bien, si había la mínima probabilidad de lastimarse...

El sonido del botón de sus jeans siendo abierto cortó cualquier inquisición existente. Hizo los mismos a un lado y se dirigió a la tina, llenándola con agua tibia y un oloroso jabón en gel.

Su pulso se descontroló en cuanto tomó asiento bajo el relajante líquido, relajó los brazos aferrándolos a los bordes de la tina e hizo ejercicios de respiración, preparándose para lo que sea que estaba a punto de hacer.

Su mano derecha se deslizó hasta el borde de sus bóxers, colándose dentro. Empuñó su miembro, dándole un apretón y frunció el ceño al no sentir nada.

Le dio vueltas al asunto, creyendo que quizá, si repetía los movimientos de Liam, podría obtener el mismo resultado.
Deslizó su palma con suavidad, descendiendo y ascendiendo lentamente alredor de su entrepierna, percatándose del veloz arranque en su pulso sanguíneo.

Un jadeó escapó de su garganta ante la constancia del poderoso vaivén. Apretó los párpados necesitando algo más, quería recibir más, aceleraba el movimiento pero no era suficiente.

Pensó en Liam, y sin saber porqué, terminó gimoteando el nombre del ojicafé; sus ojos cálidos, sus brazos fuertes, su voz grave, sus labios rojizos, su mandíbula afilada, el tacto de sus manos, la manera en que lo besaba, cuando le susurraba al oído, el sinnúmero de fotos explícitas que solía enviar a su teléfono...

Un agravado gemido explotó en la boca del azabache, masajeando su pene con ímpetu y sintiéndose entre las nubes por un instante, uno que lo llevó hasta el cielo y lo arrastró hasta lo más recóndito de la Tierra, dejándolo exhausto.

Las ligeras gotas de sudor en su rostro, el agua turbia, el temblor en sus manos, la resequedad de su boca.

¿Por qué no sintió curiosidad antes?
¡Si fue la mejor cosa del jodido mundo!

¿Por qué no sintió curiosidad antes? ¡Si fue la mejor cosa del jodido mundo!

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Do not say sex  (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora