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Aquel lunes por la mañana, Zayn se había marchado a la preparatoria, despidiendo a un disgustado y cortante Kalel que le tendió algo de dinero, como diariamente hacía.

Admitió no haberse comunicado ni una mínima vez con su novio entre cinco clases y ambos recesos como se acostumbraba a hacer. Ignoró todas las vibraciones producidas por su teléfono en el bolsillo ante cada mensaje recibido.

Y es que se sentía mareado; atascado entre lo que deseaba y lo que parecía prohibido; en un Liam condenadamente ansioso y un rabioso Kalel; en unas manos suaves brindándole placer y unas palabras toscas hiriéndolo; en una parte nada racional y adolescente, y esa diminuta que le gritaba que existía un límite.

Zayn estaba más que irritado, dándole vueltas al asunto durante gran parte del día; a la hora del almuerzo, cuando Louis se sentó a su lado y comenzó a parlotear sobre ese ruloso que lo traía hecho una cubeta de baba, su mente voló a otro universo muy lejano y se quedó ahí hasta que el chillido del timbre le devolvió a Tierra.

El ojiazul aún seguía hablando.

Su última clase concluyó, y cada minuto que pasaba se daba cuenta de lo que realmente quería hacer.

Y cuando se despidió de su rubio amigo Niall en la salida del plantel, su mente se encendió cual bombilla recién instalada.

Una Ford plateada estacionada en el sector derecho, y aquel mercedes negro escupiendo gasolina en el sector izquierdo.

Él estaba literalmente en medio.

Liam, sentado dentro de su imponente vehículo, pareció teclear algo en su celular. Segundos después, el aparato vibró dentro del bolsillo del azabache.

Frunció el ceño confundido, sacando el dispositivo y yendo directo a la bandeja de mensajes.

¿Vienes, Zee?

Se mordió el labio paseando la mirada entre esas breves palabras; al instante, una nueva notificación llegó a su teléfono.

Te estoy esperando, ¿O es que no piensas salir?

Un gran suspiro se le escapó de la garganta. Le echó un ojo al castaño, que alzó una ceja en su dirección, esperando por una reacción de parte del moreno.

Kalel le observaba disgustado, casi a punto de bajarse del auto para ir a buscarlo por una oreja.

La realidad le golpeó cual bolsa de hielo.

Tenía que hacer las cosas bien.

Viendo de reojo la mirada desilusionada de Liam, caminó hacia el mercedes, sujetando las asas de su mochila en un acto de nerviosismo.

En cuanto estuvo lo bastante cerca de la ventana, el veinteañero habló.
"Sube, Zayn, no tengo todo el día."

"No."

Jamás descubriría de dónde extrajo tan rebosante cantidad de valentía; sólo... Lo dijo, y ya. Firme, rotundo, lleno de ímpetu y muy poco dispuesto a arrepentirse.

Los ojos azules del mayor se engrandecieron notablemente. No se lo creía, no podía, no. ¡Su hermanito menor; esa criatura sumisa y tímida, negándose ante una orden suya!

Su ceño se frunció; Zayn hubiera temido antes, pero ya no más; era alguien nuevo ahora; más valiente, independiente y libre que nunca.

Kalel separó los labios al bramido de
"Apuesto a que el estúpido de Liam es quien te está malinfluenciando. ¡Sube al auto, Zayn Malik!" sus cabales salieron volando por ahí y lo dejaron solo, con un serio ojimiel que negó suavemente.

"Ya no soy un niño, Kalel" habló seguro, como nunca antes hizo "Así que déjame en paz" el mencionado quedó boquiabierto, sus pupilas encendidas en rojo; muerto de rabia y cubierto de una fuerte cólera totalmente inaguantable "Adiós, hermano mayor" se despidió, alejándose de ahí en un relajado caminar que en definitiva terminó sacándole canas tricolor a su tutor.

"ZAYN. ¡ZAYN!" los gritos de Kalel retumbaban a sus espaldas, pero él no los atendía, porque en cuanto Liam observó esa sonrisa victoriosa en el rostro de su novio, supo que había seleccionado la opción correcta, y jamás se arrepentiría de ello.

El rostro pícaro del adolescente apareció en la ventanilla de Payne; sus tiernas mejillas abultándose y esa sonrisita de dientes ocultos dedicada sólo a él.

"Hola, soy Zayn, ¿Me das un aventón?" la carcajada del castaño se hizo audible en cuanto aquellas palabras salieron de sus bonitos labios. El chico sonrió alegre, rodeando el vehículo y subiéndose al asiento del copiloto con apuro.
Se abrocharon los cinturones, el motor rugió y el acelerador fue pisado hasta el fondo, sacándolos de allí en breve.

La brisa se colaba dentro del auto, despeinando a Zayn de una tierna forma y ligándose con la música que sonaba en la radio.

Su bebé lucía tan feliz, Dios, que sintió ganas de reventar. Porque Kalel lo tenía subyugado bajo su dictadura y él solo logró sublevarse con unas simples palabras y esa carita traviesa que nunca dejaría de adorar.

El chico se encontraba muy concentrado en la vista del exterior, cuando una inquisición lo sacó de sus pensamientos.

"¿A dónde quieres ir?" fue la pregunta.

Zayn le volteó a ver; un brillo maravillosamente nuevo destellando en esas gemas mieles; algo distinto en la manera en que sonrió y, aún sosteniéndole la mirada, dijo:

"A casa."

Y se estrellaron.

Do not say sex  (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora