Capítulo 1

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Fijo mi vista en el espejo, todo empañado debido a la humedad y el calor proveniente de la ducha, ahora cerrada. Levanto el brazo y paso la palma de mi mano por el vidrio, arrastrándola de un lado a otro. Ahora el reflejo me devuelve la mirada. Mis ojeras, justo por debajo de mis oscuros ojos marrones, me reafirman lo que ya sabía: había sido una mala noche. Los gritos no me habían dejado dormir. Me habían mantenido despierta toda la noche, dando vueltas en la cama.

Dejándome con un gran insomnio y pensamientos que prefería no pensar.

Miro mi cabello castaño, ahora todo enrulado y despeinado, y me lo peino suavemente. Lo odio y lo amo al mismo tiempo. Adoro que sea largo y tenga pequeñas ondas, dandole movimiento y lividez, pero odio que el frizz sea un problema con el que tenga que lidiar constantemente. A veces me hace desear tener el cabello liso y corto, para poder manejarlo más fácil.

Cuando termino, dejo el cepillo en el lavamanos y observo mi rostro. Se nota demasiado mi falta de sueño, lo que genera que un suspiro se escape de mis labios. Puedo simplemente taparlo con maquillaje, pero solo lo uso para ocasiones especiales. Decido dejarlo cómo está, a pesar de que se que en el colegio me harán preguntas.

Coloco suavemente una toalla sobre mi cuerpo, cubriéndome desde el pecho hasta las rodillas, y salgo por la puerta que da a mi habitación.

Está todo desordenado, como siempre. La cama desatendida, uno de los libros que había intentado leer en mi insomnio en el suelo, ropa desparramada en el escritorio y en la silla, y mi mochila con mis apuntes todos desordenados. Mi habitación suele estar así muy seguido, hasta que alguien se decide a ordenarme que la limpie, y hoy no quise romper con la rutina. ¿Para qué, si se que después va a volver a ser todo un desastre?

Me dirijo hasta el armario y busco el uniforme del instituto. Si, uniforme. No les basta con que nos obliguen a actuar o pensar a todos de la misma forma, si no que también quieren que cada uno se vista igual al otro. Ni en eso nos dejan decidir. ¿En que cambia si alguien quiere ponerse unos jeans y otro un sombrero? ¿Cambia algo en nuestro desempeño escolar? No, pero así es el sistema educativo: quieren que seamos todos iguales.

Finalmente agarro el uniforme con pesadez y me lo coloco encima, para luego observarme en el espejo pegado a la pared junto al armario. La camisa blanca esta arrugada, al igual que la falda bordo y blanca a cuadrille. La corbata del mismo color que la falda tiene una pequeña mancha de café en uno de sus costados, y el nudo está desprolijo. Me encojo de hombros sin darle importancia. Sinceramente no me fijo en esos detalles, soy bastante desprolija, lo que me trae luego varios llamados de atención por parte de mis maestros. A pesar de que todos me creen la alumna perfecta, no todo es perfecto en mi.

Mi vida, por empezar.

Luego me dirijo hacia mi cama y me coloco las medias y los zapatos negros. Cuando termino, reviso mi celular. 20 mensajes del grupo de mis mejores amigas. ¿Estás chicas no duermen o qué hacen cuando van a la cama? Decido verlos más tarde y bloqueo mi celular. Voy hacia mi escritorio, ordeno los apuntes de biología, los coloco en mi bolso y me paro al frente de mi biblioteca: ¿Cuál, de los tantos libros que tengo, tendré el placer de releer hoy? Puedo leer Sinsajo, uno de mis preferidos, o Bajo la Misma Estrella, aquella historia de amor que trata sobre Hazel, una adolescente con cancer de pulmón y Augusta, otra adolescente con una pierna amputada. Aunque esta última me gusta, Sinsajo me puede aún más. Katniss y su novia me vuelven loca, en el buen sentido. Es una de las mejores historias que he leído en mi vida, asique releerla no resulta un problema en absoluto. Pongo el libro en mi mochila y finalmente la cierro.

Cuando ya tengo todo preparado, revisó el segundo de mis relojes en mi mano derecha y me fijo en la hora: 7:20.

No estoy taaaaan tarde.

Tic, TocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora